Titulares

martes, 16 de junio de 2020

REFLEXIONES EN CAMPAÑA #31 Los límites del Poder… desde mi General Torrijos al ocaso de Noriega (2)


Por José Francisco Peña Guaba 

Tras la muerte de Torrijos se comentaba, sin aportarse pruebas, que la CIA había provocado el accidente en que murió. Esa sospecha era legítima porque meses antes había fallecido en muy similares circunstancias el Presidente de Ecuador, Jaime Roldós Aguilera.

Los militares panameños, que rápidamente controlaron el ejercicio del poder político, comenzaron a no entenderse con los civiles. Desde 1982 al 1989 hubo 7 Presidentes pero todos terminaban “renunciados”, porque no entendían que, al final, las verdaderas órdenes se impartían desde el Cuartel Central ubicado en el Barrio de Chorillos. 

Los militares que sucedieron a Torrijos no tenían sus condiciones de liderazgo ni su aguda visión política, por lo que les resultaba difícil compatibilizar posiciones con los civiles. Para colmo, estaban acostumbrados solo a dar órdenes, les resultaba muy difícil construir, aunque fuera de manera figurativa, una fachada democrática. 

La crisis mayor fue con el retiro forzoso del jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa, Coronel Roberto Díaz Herrera, primo hermano de Torrijos, cuando acusó al general Noriega de ser cómplice de la muerte de Omar Torrijos, de fraude electoral para poner al ex- Presidente Nicolás Ardito Barletta y de la muerte del Dr. Hugo Spadafora, ex-viceministro de Salud Pública de la última etapa del torrijismo.

Mi padre, hombre de confianza del PRD panameño, fue llamado a mediar entre los bandos internos en pugna. Le acompañé a Panamá, donde duró varios días haciendo todos los esfuerzos para evitar que el legado de su amigo Omar Torrijos se perdiera. Al final me confesó que había logrado un acuerdo entre ellos y que el coronel retirado Díaz Herrera sería designado cónsul de Panamá en Japón, posición muy apetecida por los altos honorarios que percibían sus titulares. 

Poco después, ya en Santo Domingo, el general Noriega simplemente no honró el compromiso acordado, recrudeciendo con eso las diferencias que fueron aprovechada por la oposición, la oligarquía y los americanos para iniciar un plan para desalojar del poder al general Noriega.

Mi padre volvió por última vez a Panamá para tratar de buscar una solución. Él sabía que eso terminaría mal porque según le dijera el general Noriega, muchos aliados del torrijismo, entre ellos el presidente Carlos Andrés Pérez, de Venezuela y los principales líderes europeos, muchos de los cuales le habían dado la espalda. Mi progenitor les pidió que buscaran alguna vía de consenso porque con la excusa de sacarlo a él, destruirían a las Fuerzas de Defensa, lo que ocurrió un año más tarde, tal cual lo previó el Dr. Peña Gómez.

Para el 1988 el Secretario de Estado de los Estados Unidos, George Shultz, le había presentado un buen acuerdo al general Noriega, para que se retirara y viniera a vivir a República Dominicana, dándole una serie beneficios inimaginables, inclusive le hicieron la oferta de retirarle los cargos ante la justicia norteamericana. Noriega en principio lo había aceptado, pero un núcleo cercano de militares al final le hizo cambiar de opinión.

Se fueron retirando amigos y aliados hasta que solo se quedó con los más cercanos, los que solo sabían decir “Yes”. Se aisló tanto que los contactos que tenía en los servicios de seguridad en los EUA no se dieron cuenta realmente de la invasión, hasta que la confirmaron ya en plena ejecución.

El poder en manos de gente poco sensata e imprevisora suele conducir al fracaso. Los líderes no se dan cuenta cuándo es necesario dar un paso atrás o hacer acuerdos y alianzas estratégicas, o simplemente cuándo deben reciclarse para, mediando un apropiado lapso de tiempo, revalidar su liderazgo aunque fuera en otras condiciones. Eso pudo haber hacer el general Manuel Antonio Noriega. De proceder así no habrían sido destruidas las Fuerzas de Defensa de Panamá y él mismo, tal vez, hubiera vuelto con algún nivel de poder. Por el contrario, aunque pudo haberlo evitado, terminó expiando sus culpas en la cárcel, donde purgó casi 27 años y saliendo, como quien dice, de la cárcel para el cementerio.

No hay que ser muy profundo en el análisis para saber que el poder por mucho tiempo desgasta, envilece, corrompe y hace perder la perspectiva de la realidad. Aquí le puede pasar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) como a las Fuerzas de Defensa panameñas y valga el paralelismo, atendidas las razones siguientes: 1ero.) Porque tanto allá como aquí, se dividieron los dos jefes principales; 2do.) Porque las partes enfrentadas, allá como aquí, se están acusando y sacándose errores e informaciones delicadas, y 3ero.) Porque no logran ponerse de acuerdo y preservar la institución, llevándola a la destrucción. Estoy seguro que también pasará así.

En ocasión de la experiencia electoral nuestra, a los 20 años de gobierno del PLD, el hartazgo existente y la permisibilidad de todas las malas artes imaginables para lograr nuevamente el triunfo me hacen recordar una frase de Torrijos, en ocasión de su lucha por recuperar el Canal de Panamá: “Si se nos impide emprender cambios pacíficos, estamos empujando a nuestros pueblos a que propicien cambios violentos.”

Solo los líderes, los visionarios, los que otean el horizonte y ven más allá de la curva pueden predecir lo que sucederá. El futuro se intuye analizando la historia, observando los cambios sociales que se van produciendo en el mundo de hoy. Solo aquellos que cegados por las mieles del poder y por su incapacidad de aceptar las realidades que impone el destino, se le ponen de espaldas a los designios de la providencia, esos que se preparen, que el cataclismo les llegará y entonces, solo lo verán y aceptarán cuando no haya nada que hacer, cuando estén al borde del precipicio. 

Vi con pesar como la falta de miras hizo destruir a uno de los mejores ejércitos de América Latina, las Fuerzas de Defensa de Panamá. Así percibo la caída y destrucción del imperio peledeista, devorado por sí mismo, por el odio, la sinrazón y la ambición. ¡Hemos de verlo!
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