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domingo, 21 de diciembre de 2025

Por Oscar López Reyes
Diario Azua / 21 diciembre 2025.-

Son 13 los días -entre el 24 de diciembre y el 6 de enero- de la temporada más festiva y dinámica de término de diciembre y comienzo de enero, la Navidad, simbolizada en el lenguaje de cantar villancicos, adornos especiales, arbolitos con luces multicolores, gustosos manjares, regalos y tarjetas, belenes, encuentros, el icónico atronar de alegría y felicidad de Papá Noel: "¡Jo, jo, jo!" y servicios religiosos. Y, en esa magia en lienzo de aguinaldos y frescura, se aviva el pedido de perdón por los pecados y el apaciguar del alma para espantar la ambición monetaria y carbonizar, en vitriolo de cobre, la codicia que estrangula la dignidad.

¡Qué lástima, corruptos!,

¡Oh, exclusión de la violencia!

¡Ah, deterioro mental!,

¡Vaya, individualismo extremo!

¡Ay, aislamiento!

¡Guau, pérdida del decoro!

¡Uy, discriminación!

¡Caramba, crisis de valores!

¡Arrea, cambio climático!

¡Caray, genocidas!

Estos son sintagmas o enunciados que se deletrean con rituales en la Corona de Adviento: Ramas verdes y cuatro velas, que representan a Jesús como luz de esperanza en una vida de amor eterno. Ese signo litúrgico -que evoca las cuatro semanas del Adviento y las estaciones del año- grita para que se deshagan las tinieblas de esas malignidades que socavan la vergüenza y el pundonor, la lealtad y la generosidad, la integridad y la decencia, el orgullo y la autoestima en el abolengo de la aristocracia y el linaje de la plebe.

Cristianos y ateos participan gozosos en la fiesta anual de la Navidad (proviene del latín Nativitas, que quiere decir nacimiento), que conmemora la venida al mundo de Jesucristo (el 25 de diciembre, entre los años 7 y 4 a.C., en Belén de Judea, y la celebración fue estatuida siglos después para coincidir con los jubileos romanos y paganos.

Belén está enclavada en Palestina (región de Cisjordania), a unos 10 kilómetros al Sur de Jerusalén. Desde 1995 está bajo el mando de la Autoridad Palestina (Estado de Palestina), conforme los Acuerdos de Oslo, pero separada de Jerusalén por un muro de hormigón, ocupado por Israel.

Ese Patrimonio de la Humanidad y otros territorios de Oriente Medio, ubicado entre el mar Mediterráneo y el mar Muerto, se sitúa en el epicentro de un conflicto bélico entre Israel y Palestina. La primera entiende a Jerusalén como su capital “eterna e indivisible”, y la segunda reclama a Jerusalén Este (incluyendo la Ciudad Vieja) como la capital de un futuro Estado.

La mayoría de las naciones no reconoce la anexión de Jerusalén Este por Israel, que entre octubre de 2023 y diciembre de 2025 ha matado a cerca de 70 mil palestinos, en el Genocidio de Gaza: horribles violaciones a niños y mujeres, el bloqueo de la ayuda humanitaria para afrontar la hambruna, la destrucción de hospitales, sistemas de agua, escuelas y hogares, y el permanente desplazamiento forzado de sus habitantes por los bombardeos.

¡Oh, violencia…!

La comarca donde nació Jesús está bañada de sangre, sangre genocida de Israel. ¡Paradoja existencial!

Pero, ¡Oh violencia!

A sus discípulos y otros adeptos, Jesucristo predicó, imperturbablemente, contra la violencia y los exhortó a quebrar la cadena del odio y la venganza, a perdonar en la misericordia, a no utilizar la espada o la ley del más fuerte, a amar a sus enemigos y orar por quienes los persiguen; a poner la otra mejilla a quienes les golpeaban y a dar más de lo que les piden.

Como costumbres festivas, en la víspera -el 24 de diciembre- del nacimiento de Jesús, la Iglesia Católica celebra la “Buena Noche” o Nochebuena a la espera de la conmemoración del Mesías, como banquetes: platos típicos -pavo y cerdo asado-, dulces y frutas secas, bebidas, villancicos, compartir de regalos, la Misa de Gallo y vigilias en templos, hasta el amanecer.

Oficialmente, entre el 25 de diciembre y el 6 de enero las iglesias cristianas evangélicas efectúan el período de la Natividad con misas del día, celebración de la Sagrada Familia, solemnidad de Santa María, de la Epifanía, el Bautismo del Señor, los Santos Inocentes (28 de diciembre), Año Nuevo (fuegos artificiales y música navideña) y el Día de los Reyes Magos. Marginalmente, han sido agregados vacaciones y viajes.

En ciertas épocas y territorios, la Navidad fue prohibida por puritanos y congregaciones protestantes, pero se han impuesto la memoria festiva, las texturas crujientes y la tradición, como estímulo para el bienestar psico-emocional -por la alegría-, para renovar la expectativa y la esperanza en nuevos proyectos, fomentar el amor y la gratitud, y como un canal para robustecer nexos familiares, religiosos y sociales.

En esencia, la Navidad equivale a llegar, dar, recibir y tocar. Y para perdurar, ¡qué suba más y más, hasta la Estrella de Belén, en el solsticio de invierno, trazo de luz, banquetes, diversión y júbilo!

El autor es periodista-mercadólogo, catdrático, gremialista, escritor, artículista de varios medios y ex presidente del Colegio Dominicano de Periodistas

 

PorLisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 21 diciembre 2025.-

La debilidad política es el principal vector de la violencia; es la rendición a los discursos que apaciguan la firmeza ética”. Prieto Femenía, 2025

La irrupción del terror en Sídney obliga a la razón filosófica a trascender el banal estupor mediático y confrontar la naturaleza política del fenómeno. No alcanza con condenar el acto de muerte asociado a una causa religiosa degenerada; es imperativo interrogar las condiciones simbólicas, institucionales y discursivas que permitieron que la violencia se instale en el corazón de la urbe, tensando el pacto social hasta el punto de su ruptura. Este ejercicio de crítica que hoy ofrecemos no busca absolución del perpetrador- un agente moral con responsabilidad indeclinable-, sino el examen de la fragilidad cultural, moral y política que el evento trágico ha puesto de manifiesto, especialmente cuando las advertencias previas parecían augurar la posibilidad del quiebre.

Para comprender la magnitud del atentado, es necesario situarlo en el marco de la teoría política clásica. La violencia se distingue radicalmente del poder, el cual, para Hannah Arendt, emana de la acción y el acuerdo conjunto de la pluralidad de los hombres. La acción perpetrada por individuos nefastos como Naveed Akram representa la forma extrema de la violencia: la voluntad de “uno contra todos” (Arendt, 1970, p. 144), que busca anular el consenso y el diálogo político mediante una acción cobarde y resentida. Como la misma Arendt sentenció, “poder y violencia son contrarios; donde uno gobierna en forma absoluta, el otro está ausente” (Arendt, 1970, p. 157).

Pues bien, en la “trayectoria de aislamiento y radicalización en los últimos años” de Akram (La Nación, 2025), se materializa un fracaso político global: el terrorismo opera como un intento desesperado de sustituir el poder- la capacidad de construir un mundo común- por la coerción brutal, demostrando que “la tiranía, como lo descubrieron los griegos, puede ser un sustituto de la acción” (Arendt, 1970, p. 157).

Además, la práctica de la violencia tiene una cualidad fatalista. Al respecto, Arendt nos advirtió que “la práctica de la violencia, como toda acción, cambia el mundo, pero el cambio más probable es hacia un mundo más violento” (Arendt, 1970, p. 180). Esta sentencia obliga a la prudencia política, puesto que cualquier respuesta estatal que no distinga nítidamente entre la defensa del orden y la generación de una espiral de resentimiento, está condenada a materializar precisamente la profecía de una mayor violencia, debilitando la pluralidad, que es la condición indispensable de la política (Arendt, 1958, p. 200).

La sensación de que el ataque “se veía venir” se sustenta en una ceguera política que, en ocasiones, se disfraza de equidistancia moral. Recordemos brevemente nuestra misma advertencia crítica, cuando realizamos un análisis sobre las consecuencias de la sumisión europea: no se trata de meras profecías, sino de la identificación de una debilidad estructural del Estado democrático en todo occidente. En aquel artículo (2025), señalé, no sólo la “erosión de mecanismos de prevención”, sino también la instalación de una sumisión política que identifico con la inercia institucional que, por apaciguamiento ideológico o incapacidad estratégica, renuncia a la defensa vigorosa de sus propios principios. En pocas palabras, recuerdo haberlo dicho con rigor: “Si las democracias abandonan la claridad de sus principios para apaciguar discursos radicales, lo que se erosionará no será sólo una política, sino la confianza colectiva que sostiene la convivencia” (Prieto Femenía, 2025).

Esta tesis se ve dramáticamente interpelada en el ámbito de la política exterior. La declaración del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tras el atentado de Sídney, ilustra con precisión esta dialéctica de la violencia. Netanyahu no dudó en aprovechar la situación para vincular el ataque con la postura australiana de solicitar y reconocer un Estado palestino (20minutos.es, 2025), sugiriendo que la concesión de un principio político sensible, a través de una postura bastante posmo-progre en política exterior, es interpretada por los actores radicales como un signo de debilidad y sumisión, una que echa leña al fuego del antisemitismo y, por extensión, a la violencia radicalizada.

La crítica que emerge aquí es que el progresismo endémico occidental, al diluir la claridad de sus fronteras éticas y políticas al ceder principios estratégicos, no entrega a su gente por cobardía, sino por la disolución de su propio poder, permitiendo que la violencia instrumental aproveche la griega, confirmando que “algunas medidas preventivas, correctamente implementadas, podrían haber reducido la probabilidad del ataque” (The Conversation, 2025).

Asimismo, es indispensable destacar que esta crisis política se ancla en una profunda diferencia teológico-política. El pensamiento occidental, moldeado por la tensión entre el César y Dios (Mt. 22:21), ha permitido, tras siglos de conflictos internos, que el catolicismo y el judaísmo convivan con el Estado secular, aceptando la primacía de la ley civil y la libertad religiosa como principio de no-imposición de la fe, un principio defendido, por ejemplo, en la declaración Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano II (1965). Ambas tradiciones, aunque con historias diversas, han desarrollado una modulación teológica que permite la soberanía del Estado.

En contraste, la irrupción violenta del Islam radical en occidente, manifiesta en la acción de Sídney y en un impresionante historial reciente de ataques a iglesias católicas a lo largo y ancho de toda Europa, demuestra una cruda realidad de confrontación: no buscan, en absoluto, la adaptación a la vida occidental, sino la conquista, dominación e imposición de una nueva forma de vida incompatible con la democracia en un Estado de derecho.

En esta lectura, la violencia no es un simple acto criminal individual de un par de lúmpenes resentidos, sino una expresión de una teología política que anula la distinción entre lo religioso y lo político, aspirando a que la Ummah (la comunidad de creyentes) sea la única fuente de soberanía y derecho. Esta es la raíz de la tesis del “choque de civilizaciones”: la negativa del fundamentalismo a la secularización del poder y a la aceptación de las normas occidentales, transformando la diferencia cultural y religiosa en un mandato bélico grosero.

Ante esta barbarie, la respuesta individual del héroe civil, que “evitó una tragedia mayor” (La Nación, 2025), y cuyo acto de valor fue definido por sus padres como carente de prejuicios: “No discrimina entre una nacionalidad y otra” (El País, 2025), se erige como una afirmación de la ética de la convivencia. Esta frase obliga a pensar la significación política del coraje humano: no se trata de exaltar la violencia, sino de reconocer que la respuesta noble en situaciones límites puede restituir un sentido de humanidad que el terror desquiciado intenta destruir. Pero cabe preguntar si la celebridad del gesto individual, no encubre, a la vez, fallas sistémicas más profundas en materia de prevención y convivencia. En otras palabras, este acto de coraje es un espejo incómodo que revela una insuficiencia en la seguridad institucional, un quiebre que obligó a la soberanía civil a manifestarse en el límite.

Al examinar la respuesta estatal, la condena internacional fue “inmediata y rotunda” (Deutsche Welle, 2025), pero la filosofía debe examinar las implicaciones de la respuesta de seguridad. Al recurrir al endurecimiento de las medidas de control, el Estado ejerce la violencia conservadora del derecho. Al respecto, Walter Benjamin también nos advirtió sobre la ambigüedad moral de esta violencia: “El derecho considera la violencia en manos de la persona aislada como un peligro o una amenaza de perturbación para el ordenamiento jurídico” (Benjamin, 2001, p. 112). La ética de la seguridad debe integrarse con la ética de la justicia, resistiendo la tentación de la simplificación y evitando que, en el afán por contener el terror, se genere una polarización social al estigmatizar a comunidades enteras por culpa de un puñado de salvajes e inadaptados. En este escenario, la violencia estatal, disfrazada de protección, termina por socavar el tejido social, concediendo al terrorismo una victoria póstuma al anular la verdadera pluralidad, no la payasada que versa la agenda progre de moda.

En definitiva, queridos lectores, el desgarro en el corazón de Sídney impone a la conciencia democrática un ejercicio de reflexión que debe ser, por fuerza, incompleto y radicalmente crítico. El terror no sólo asesina vidas, sino que intenta matar la capacidad de convivencia, y es por ello que no es admisible cerrar el análisis con un juicio final, sino que debemos apelar a la interrogación filosófica, que persiste y obliga al lector a interpelar a sus propios prejuicios e instituciones.

La pregunta fundamental que se nos impone es la siguiente: si las democracias eligen la ceguera política y la sumisión ante la defensa vigorosa de sus principios- tal como lo planteamos en nuestro artículo “Analizando las consecuencias de la sumisión europea”-, ¿hasta qué punto son ellas mismas cómplices en la creación del fatalismo que augura la violencia, al no distinguir entre la convivencia histórica con otras confesiones y la confrontación ideológica con quienes buscan la dominación total de la vida occidental?

El debate sobre la política exterior, y la supuesta entrega de principios ante la amenaza, también nos obliga a preguntar: ¿es posible para el Estado, al recurrir a la violencia legal para conservar el derecho, evitar deslizarse hacia una lógica de la excepción que destruya la pluralidad que le da origen? Y, por último, el llamado ético más difícil: ¿cómo se puede honrar la memoria de las víctimas y la dignidad del héroe civil sin permitir que ese dolor se instrumentalice en un mecanismo de demonización o de exclusión que, a largo plazo, sólo conseguiría la victoria póstuma de la violencia, condenando al mundo a ser cada vez más violento?

Referencias

Arendt, H. (1970). Sobre la violencia (M. González, Trad.). Joaquín Mortiz.

Arendt, H. (1958). La condición humana (R. Gil Novales, Trad.). Paidós.

Benjamin, W. (2001). Para una crítica de la violencia y otros ensayos (B. E. V. de O., Trad.). Taurus.

Concilio Vaticano II. (1965). Declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa. (Se hace referencia al contenido de la declaración).

Deutsche Welle. (2025). Comunidad internacional condena atentado en Sídney. DW.

El País. (15 de diciembre de 2025). Los padres del héroe de los atentados de Sídney: ‘él no discrimina entre una nacionalidad y otra’. El País.

La Nación. (14 de diciembre de 2025). Australia: la heroica acción de un civil que desarmó a uno de los terroristas. La Nación.

La Nación. (14 de diciembre de 2025). ¿Quién es Naveed Akram, uno de los tiradores del atentado en Australia?. La Nación.

Prieto Femenía, L. (2025, 6 de octubre). Analizando las consecuencias de la sumisión europea. El Censor. Cita textual del epígrafe: “La debilidad política es el principal vector de la violencia; es la rendición a los discursos que apaciguan la firmeza ética.” (Prieto Femenía, 2025).

The Conversation. (2025). Australia se está recuperando del peor ataque terrorista sufrido en su territorio; se podría haber evitado. The Conversation.

20minutos.es. (2025, 16 de diciembre). Netanyahu relaciona el ataque de Sídney con que Australia pida un Estado palestino: «Echa leña al fuego del antisemitismo». (Se hace referencia al contenido de la noticia que vincula la postura política de Australia con el aumento del antisemitismo y la violencia, citando a Netanyahu).
El autor es docente, escritor y filósofo

San Juan - Argentina

(2025)

Testigo del tiempo 

Por J.C. Malone
Diario Azua / 21 diciembre 2025.-

En mi niñez, cuando seguía la lucha libre, había un famoso luchador llamado “Mil Máscaras”. Como hijo de un ministro evangélico, en casa había muchas Biblias y, como niñito asmático, me dijeron que “la palabra de Dios me sanaría”, me hice lector.

Leyendo la Biblia, entendí la omnipresencia de Dios; estaba en todas partes simultáneamente, pero invisible.

Como adulto interesado en la mitología, estudié el tratado de Joseph Campbell, “El héroe de las mil caras”, y aprendí a identificar la omnipresencia.

El domingo 14 de diciembre de 2025, en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, durante una audiencia, el presidente Luis Abinader demostró tener omnipresencia divina.

El doctor Santiago Hazim, exdirector del Seguro Nacional de Salud (SENASA), acusado de un fraude gigantesco, es amigo de Abinader. El fiscal Wilson Camacho, lo designó Abinader. El abogado defensor de Hazim, Fernando Valerio, es abogado de Abinader.

El expediente no menciona a Abinader, pero el juez Rigoberto Sena dijo que Hazim “traicionó la confianza del presidente Luis Abinader”. A Sena lo designó el Consejo Nacional de la Magistratura, presidido por Abinader.

Fuera del Palacio de Justicia, dos grupos pedían prisión para Hazim. Uno era la “Antigua Orden Dominicana”, que hace coreografías bisagras, en favor y en contra de Abinader, fundada en 2014, cuando Abinader fundó el Partido Revolucionario Moderno (PRM). Y Santiago Matías (Alofoke), “amigo” de Abinader.

Afuera controlaba el director de la Policía Nacional, mayor general Ramón Antonio Guzmán Peralta, designado por Abinader.

Se asegura de controlar todo, pero la necesidad de tanta seguridad, demuestra que Abinader se siente bastante inseguro.

Abinader habita su cuerpo en la República Dominicana, mientras, en Nueva York, yo escribo sobre Abinader.

Como Dios, Abinader lo controla todo, sin ser responsable de nada, al contrario, es la gran víctima. La serpiente y Eva traicionaron la confianza de Dios, Hazim traicionó la de Abinader.

¿Entienden por qué afirmo que Abinader tiene omnipresencia divina? Meditando sobre todo esto, recuerdo a Silvio Rodríguez, “Ojalá que la luna pueda salir sin ti”, Abinader.

sábado, 20 de diciembre de 2025

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 20 diciembre 2025.-

Cada 9 de diciembre, el Día Internacional de la Lucha contra la Corrupción nos recuerda una verdad incómoda: la corrupción no es un accidente, es un síndrome.

El síndrome de la corrupción incluye instituciones débiles, culturas políticas permisivas y sociedades que, por cansancio o resignación, terminan aceptando lo inaceptable y hasta entrando en ciertos niveles de complicidad.

Este síndrome tiene incidencia global. De manera casi simultánea, en China condenan a muerte a un exfuncionario por delitos de corrupción. En Bulgaria, protestas sostenidas derriban al Gobierno. En Bolivia, un expresidente enfrenta prisión preventiva. Aunque son contextos muy distintos, el mensaje que transmiten estos casos es claro: la corrupción tiene consecuencias visibles y disruptivas.

La pregunta incómoda surge cuando miramos hacia dentro. ¿Qué ocurre en República Dominicana cuando parece tan “cuesta arriba” castigar la corrupción? ¿Por qué casos emblemáticos se diluyen en tecnicismos procesales, cuando acciones penales se extinguen sin sanción ejemplar o cuando escándalos de gran magnitud ocupan titulares sin producir quiebres institucionales profundos? ¿Qué le queda a la ciudadanía cuando el sistema parece capaz de procesar el ruido, pero no de producir justicia?

Aquí el problema deja de ser exclusivamente legal y se vuelve cultural e institucional.

La corrupción no persiste solo porque alguien robe, sino porque el entorno lo permite, lo relativiza o lo administra. Como advertía Zygmunt Bauman, las sociedades contemporáneas corren el riesgo de normalizar aquello que debería indignarlas, convirtiendo la excepción en rutina y el escándalo en paisaje. Cuando esto ocurre, el castigo deja de ser disuasivo y la ética pública se debilita.

Desde una mirada institucional, la lucha contra la corrupción no se mide solo por la apertura de expedientes o la espectacularización mediática de los casos. Se mide por la coherencia del sistema: investigación rigurosa, procesos transparentes, sanciones proporcionales y real reparación del daño. Cuando alguna de estas piezas falla, el mensaje que se transmite es devastador: delinquir puede salir barato.

Jürgen Habermas advierte que la legitimidad democrática no descansa únicamente en el voto, sino en la confianza de que las normas se aplican de manera justa y universal. Sin esa confianza, la esfera pública se erosiona y la ciudadanía se distancia, no por apatía natural, sino por aprendizaje social: “nada cambia”.

Pero la corrupción también es un fenómeno cultural. Jesús Martín-Barbero insistía en que las prácticas sociales no se transforman solo con leyes, sino con narrativas. Y aquí radica uno de nuestros mayores desafíos: durante años hemos contado la corrupción como anécdota, como chisme político o como espectáculo judicial, más que como problema estructural que afecta servicios públicos, derechos sociales y oportunidades de desarrollo.

Amartya Sen lo plantea con claridad: instituciones corruptas reducen las libertades reales de las personas. La corrupción se traduce en hospitales que no funcionan, en educación desigual, en territorios abandonados y en desconfianza generalizada. Es, en esencia, una forma de violencia social.

Y entonces, ¿nos queda alguna salida? Aquí hay tres vías para echar a andar.

La primera es institucional. Fortalecer los sistemas de control, garantizar independencia judicial, cerrar brechas legales y asegurar que los procesos lleguen a conclusiones creíbles. No basta con iniciar casos; es imprescindible cerrarlos con consecuencias claras. La impunidad, incluso cuando es legalmente argumentada, tiene un costo político y moral enorme.

La segunda es ciudadana. Ninguna transformación sostenida ocurre sin presión social informada. No se trata solo de protestar, sino de vigilar, exigir rendición de cuentas y mantener el tema en la agenda pública más allá del ciclo noticioso. La corrupción se alimenta del olvido.

La tercera es cultural y ética. Necesitamos desmontar la idea de que “todo el mundo lo hace” o de que la corrupción es un mal inevitable. Esa narrativa incrementa el problema. Educar para la integridad, reconocer buenas prácticas y sancionar socialmente el abuso de poder son tareas de largo aliento, pero imprescindibles.

Está bien que sepamos lo que hacen con la corrupción en otros países. Pero lo determinante es precisar qué debemos y podemos hacer en República Dominicana con este síndrome. Y para comenzar, por ahora lo más aconsejable parece concentrarnos en el nivel de indignación que todavía somos capaces de sentir… y de sostener.
Por Mario Antonio Lara Valdez
Diario Azua / 20 diciembre 2025.-

Cuando visito la Junta de Retiro y Fondo de Pensiones de las Fuerzas Armadas, logro entender la importancia de ese humano detrás de ese uniforme que representa la defensa de la identidad dominicana, de los símbolos patrios, preservación de la historia, sacrificio sin esperar aplausos, esperanza, lágrimas y frustración también, pero sobre todo compromiso ante la bandera tricolor y el himno de la República Dominicana.

Escuchando en su despacho al ministro de Defensa Carlos Fernández Onofre realizar un recorrido generacional sobre su experiencia vivida como soldado y sus diferentes etapas de oficial, así como también en cada posición que con responsabilidad hizo lo posible siempre para colocarse del lado de la empatía y de la institucionalidad.

En la memoria de aquel encuentro con el ministro de defensa Carlos Fernández Onofre, recuerdo esas palabras del general Pablo Jiménez Sánchez, presidente actual de la Junta de Retiro y Fondo de Pensiones de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, quien describe de forma perfecta, logra retratar a ese hombre sensible, responsable, trabajador incansable por el bienestar, pero sobre todo respetuoso de preservar la institucionalidad en todos los niveles.
En esta ocasión estuve en el momento indicado para aceptar un recorrido en las instalaciones de la Junta de Retiro y Fondo de Pensiones de las Fuerzas Armadas pero sobretodo esa recepción que estaba en agenda para la inauguración oficial, lo cual agradezco este honor porque reconozco ese empeño de cada uno de los servidores de la Junta de Retiro, ya que los rostros sonrientes, atención empática y respeto a los ciudadanos uniformados que dignamente entran a un espacio diseñado y que refleja la visión integral acercándose a la garantía de los derechos humanos y agradecimiento a los uniformados militares que entran en la etapa de retiro por diversas situaciones que junto con sus familiares merecen una recepción de alto nivel en su funcionalidad y elegancia en lo visual.

Desde nuestra realidad como ciudadano que asume la responsabilidad de aportar vía los medios de comunicación y como dirigente gremial, tengo ese punto de equilibrio entre el comportamiento responsable y ético, lo cual me compromete más con promover la identidad dominicana, como también lo hacen los ciudadanos uniformados.

A los medios de comunicación, les invito a visitar la Junta de Retiro y Fondo de Pensiones de las Fuerzas Armadas, que desde su recepción muestra ese respeto a los militares activos y retirados, que dignamente son recibidos con respeto y cariño desde su presidente actual, General Pablo Jiménez Sánchez, hasta los servidores de diferentes rangos.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

Por Emilia Santos Frias
Diario Azua / 17 diciembre 2025.-

“Aunque creamos ser más libres, vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad”. Este axioma hace referencia a la actual autoexplotación que realiza el ser humano, alentada por exceso de positividad y una cultura del rendimiento: la sociedad del cansancio.

Así describe a este fenómeno, el filósofo y ensayista, Byung-Chul Han, en su crítica a la sociedad contemporánea, en la que converge neoliberalismo, el poder de la era digital, la cultura del rendimiento y la psicopolítica. Este último concepto: un sistema de dominación que, “en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente o smart, para hacer que los seres humanos se sometan por sí mismos al entramado de dominación, sin que sean conscientes de ese sometimiento”.

La teoría de Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, precisa que las personas nos convertimos en nuestros propios tiranos, y esto lleva a sufrir enfermedades neuronales, entre ellas, la depresión y el burnout o Síndrome del Trabajador Quemado. Todo, debido a la presión que se sostiene en el erróneo camino de lograrlo todo. Para ello, transformamos la libertad en una condena de autoexigencia y agotamiento. Compitiendo continuamente, en esta era del avance, expansión de la digitalización y el control de la información a nivel global.

Según el connotado experto en estudios culturales, hemos pasado de la sociedad disciplinaria; que vivimos enormes prohibiciones, a una del rendimiento, del “poder hacer”, donde la falta de negatividad y de contemplación lleva al colapso. Sin embargo, colijo que, si bien estamos en la sociedad del conocimiento, también en la de rebeldía. Hoy más que antes, se desafía además de la fuerza humana, a la autoridad.

“El ser humano ya no es reprimido por una autoridad externa, sino que se explota a sí mismo en un afán de rendimiento y éxito, convirtiéndose en su propio amo y esclavo. La posibilidad de poder hacer todo, se convierte en una obligación opresiva, generando una falsa libertad que conduce a la autoexplotación y la ruina”.

Esta presión por ser productivo, feliz y exitoso en todo momento solo nos agota, enferma. Nos convierte en víctimas y verdugos de nosotros mismos en una sociedad sin límites externos, pero llena de autoimpuestos, como presión interna y externa, que nos hace exigirnos estándares imposibles de éxito, productividad y perfección.

A esto se suma el irrespeto conque se vive en la sociedad actual, expresado en falta de consideración hacia las personas, carencia de valores e incumplimiento a la buena normas. Lo que impulsa al consumismo. De igual forma escasez de de ética. Mucha prisa, afectación de la convivencia humana y surgimiento de conflictos. Violencia hacia derechos fundamentales, al propiciar discriminación y ambientes tóxicos en todos los ámbitos, desde el familiar al digital.

Ausencia de educación en valores y empatía, mientras reina la desinformación, en medios tradicionales y electrónicos: ciberacoso, comentarios ofensivos, y falta de privacidad en redes sociales. Comentarios soez y humillación para buscar fama e imponer opiniones; difamación..., en vez de usar la digitalización para educar y combatir desatinos propios de esta Era de la Información o Informática.

Se difunden acciones y se exhiben actitudes basadas en estereotipos, violencia, prejuicios, que alientan vandalismo, violaciones…, además, dentro y fuera del plano familiar y profesional, maltrato a las personas mayores o ancianas: edadismo. Interrupciones en conversaciones, ignorar a quien habla, mirar el teléfono, entrar a lugares sin saludar...

Falta de consideración en el transporte público, lanzamiento basura en cualquier entorno, destrucción de espacios y bienes públicos, impuntualidad, invadir espacios ajenos... , y todo esto socava la seguridad de un Estado. Porque, hoy las personas desprecian los valores éticos, para abrazar enfoques materialistas. No se dedica tiempo a comprender la perspectiva ajena, mientras tanto, se vive con prejuicios y complejos de superioridad.

Las carencias de formación en el hogar y la escuela son más que evidentes. Otro aspecto observado es la degradación de la calidad de las relaciones sociales y laborales. Como bien es sabido, el irrespeto es un precursor de violencia, y ella impacta en gran manera nuestras emociones. Nos margina y reduce el bienestar psicológico: equilibrio y satisfacción; disfrute de la vida, al tiempo que se afrontan problemas.

En ese aspecto, “cuando llega el irrespeto la libertad se destruye. Toda paz existencial se aniquila. Le roba la esencia al ser. Descontrola el sistema nervioso. Entre el uno y el otro se crea un vacío, en el que cualquier intento de cercanía desaparece”, cita, la coterránea filósofa, Yamiri Matías.

Asimismo, batallamos con la conciencia inducida servida desde la publicidad o Awareness del marketing: primera etapa del embudo de ventas, donde se seduce al consumidor mediante storytelling o historia; narrativa o mensajes cautivadores emocionalmente.

Sin lugar a dudas, estamos de rodilla ante un siglo de grandes adelantos en todos los sentidos. También de diversos tipos de violencia. Entre ellas, el aumento de la filio-parental, una variante de la violencia intrafamiliar. Pero en esta son los descendientes, hijos e hijas, quienes se convierten en agresores de sus progenitores, a quienes causan daño y sufrimiento. Los medios difunden sus horrores: le despojan de bienes necesarios para vivir con bienestar en la vida adulta.

Muchos adultos mayores la padecen. El irrespeto es su plataforma, que en la redes sociales tiene terreno fértil. Esta violencia puede ser psico-emocional, física o económica. Los hijos e hijas buscan mediante ella quitar a padres y madres autoridad, para obtener control; conseguir lo que desean. En consecuencia bajan su autoestima y aspiraciones. Le llevan a pérdida de salud mental y calidad de vida. A permanecer en estado de impotencia, depresión, culpa y vencimiento.




De igual forma, con la violencia patrimonial se menoscaban los bienes, documentos, valores o recursos económicos de una persona, y esto afecta por igual su supervivencia y autonomía. Es violencia económica, y “suele afectar más a mujeres, niñas, niños y adultos mayores, limitando su independencia y capacidad de decisión”.




Otra gran paradoja, dado que el Siglo XXI también ha sentado bases a nivel de normas para proteger al adulto mayor, mediante marcos legales internacionales y nacionales, que exigen respeto a sus derechos, como no discriminación y acceso a cuidados...., el desafío pendiente es la construcción de la cultura de respeto.




En todo este andamio, continuamos lidiando con la incesante presión por ser productivos y también felices en la sociedad moderna. Para ello, sufrimos autoexplotación constante, que convierte la libertad en coerción; agota y produce enfermedades psíquicas como la depresión. Para sobreponernos, debemos ser conscientes, responsables de crear pensamientos, sentimientos y acciones que nos conduzcan a bienestar. Relajarnos, renovarnos, es esencial para estar bien.




Hasta la próxima entrega.

La autora reside en Santo Domingo

Es educadora, periodista, abogada y locutora.

 

En esta ocasión no hubo interferencia del poder político. Aunque la Fuerza del Pueblo presentó la denuncia, el presidente Abinader permitió que la justicia actuara con plena independencia, aun cuando uno de los acusados es una persona cercana a él.

Por Roberto Valenzuela
Diario Azua / 16 diciembre 2025.-

La forma en que el sistema de justicia dominicano ha conocido el caso relacionado con el Seguro Nacional de Salud (SENASA) constituye un hecho relevante para la institucionalidad democrática del país. El proceso se ha desarrollado sin señales de interferencia del poder político, lo que reafirma el principio constitucional de separación de poderes.

La denuncia inicial fue presentada por la opositora Fuerza del Pueblo y, a partir de ese momento, las autoridades judiciales asumieron el caso conforme a los procedimientos establecidos. El presidente de la República, Luis Abinader, permitió que los órganos competentes actuaran con autonomía, sin que desde el Poder Ejecutivo se condicionara, frenara o direccionara el curso del proceso.

Desde una perspectiva histórica, este comportamiento representa una diferencia sustancial respecto a prácticas observadas en el pasado reciente. Durante mis años como reportero del Palacio Nacional, desde los gobiernos de Hipólito Mejía hasta Danilo Medina, rara vez se vio que procesos judiciales contra personas cercanas al poder avanzaran sin interferencias políticas evidentes.

El precedente que deja el caso SENASA apunta a un objetivo fundamental: consolidar un modelo en el que la justicia opere con independencia, independientemente de quién ocupe el poder. Esto implica dejar atrás una tradición en la que la política intervenía directa o indirectamente en el funcionamiento del sistema judicial.

En la actualidad, la República Dominicana muestra señales claras de un cambio institucional. El Ministerio Público actúa conforme a sus atribuciones constitucionales y legales, mientras que los tribunales son los únicos llamados a juzgar y decidir. El Poder Ejecutivo, por su parte, no asume el rol de árbitro ni de protector de intereses particulares.

Algunos elementos refuerzan esta lectura institucional:

• El presidente Abinader ha manifestado que el Poder Ejecutivo no interfiere en la selección de los casos que se investigan ni en las decisiones que adoptan los órganos judiciales.
• El Ministerio Público desarrolla sus actuaciones con apego a la ley y bajo el control de los tribunales.
• El presidente Abinader no coloca el impacto político de los procesos judiciales por encima del cumplimiento del debido proceso y la transparencia.
• Que un caso vinculado a una institución estratégica como SENASA sea conocido por la justicia demuestra que la rendición de cuentas es un principio operativo.
• Otra de las cosas que ha dejado claro Luis Abinader es que el proceso judicial no compromete la continuidad ni la estabilidad del servicio, sino que puede contribuir al fortalecimiento de los controles, la supervisión y la gestión institucional.

Durante años, situaciones similares se resolvían mediante silencios administrativos, archivos discrecionales o traslados internos. En el contexto actual, la aplicación de la ley no distingue entre aliados, funcionarios o adversarios políticos.

Cuando la justicia actúa con independencia, el Estado de derecho se fortalece y se refuerza la confianza ciudadana en las instituciones. El caso SENASA, más allá de sus resultados específicos, se convierte así en una referencia importante para la consolidación democrática y el respeto a la legalidad en la República Dominicana.

martes, 16 de diciembre de 2025

 
Por Narciso Isa Conde
Diario Azua / 16 diciembre 2025.-

Abinader -auspiciando más intervención militar de EEUU en nuestro país, en la isla y en la región latino-caribeña, y violando flagrantemente normas nacionales e internacionales y su propia Constitución- ha colocado al RD en la peligrosa condición de territorio, costas y espacio aéreo de la gran plataforma caribeña del plan de invasiones y ocupación de esa superpotencia decadente y enferma.

Las primeras dos aeronaves de guerra del PENTÁGONO de gran capacidad arribaron el pasado domingo 7 de noviembre a territorio dominicano dentro del plan regional de guerra de EEUU. Luego llegaron cuatro más

Las aeronaves militares, que trajeron equipos y suministros especiales, aterrizaron de manera simultánea en la Base Aérea de San Isidro y en el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA).

La primera de las aeronaves, un imponente C-5 Súper Galaxy, tocó suelo dominicano por la Base Aérea de San Isidro, mientras que un C-17 Globemaster III lo hizo por el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA).

-El C-5 Galaxy es un gran aeronave de transporte militar estadounidense, diseñado y construido por la Lockheed para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF). “con capacidad de transporte estratégico pesado de alcance intercontinental, pudiendo llevar cargas descomunales y sobredimensionadas, incluyendo cargas aéreas certificables (incluidas mercancías peligrosa)”

-El C-17 Globemaster III “es un avión de transporte militar pesado, estratégico y táctico, clave para mover tropas, vehículos (incluyendo tanques M1 Abrams) y carga a bases militares principales, incluso a pistas no preparadas, gracias a sus capacidades STOL (corta distancia de despegue y aterrizaje) y reversas de empuje en vuelo para descensos pronunciados”, que es operado frecuentemente por la Fuerza Aérea de EE. UU., “para lanzamientos de paracaidistas”.

Eso no son aviones para perseguir narcotraficantes, ni para limitarse a bombardear lanchas de pescadores; como no lo son los portaaviones, barcos de guerras y submarinos desplegados en el Caribe y el Pacífico, muy especialmente frente a las costas venezolanas y colombianas, próximo a Cuba, Nicaragua y México, con Haití invadido y en medio del golpe electoral en Honduras.

Son para asaltar países soberanos, robar petróleo, gas, oro, litio, uranio, tierras raras, biodiversidad, agua y titanio e intentar controlar militarmente Nuestra América. Esos emplazamientos -como los de Puerto Rico, Aruba, Curazao y Trinidad Tobago- forman parte del plan de repliegue agresivo del Pentágono, actualizando la Doctrina Monroe con el corolario de Trump y el interés del Complejo militar-industrial–financiero de EEUU.

Un plan para aplastar soberanías y controlar militarmente el conjunto de Nuestra América, procurando retomar territorios, recursos naturales y mercados perdidos frente a sus adversarios del nuevo orden multipolar (BRICS) y el auge de la autodeterminación del SUR GLOBAL

Un plan, que de ejecutarse, habrá de despertar a todos los jaguares latinos-caribeños y encender los volcanes de la región, acompañados de osos, tigres y dragones solidarios de Asia y África.

domingo, 14 de diciembre de 2025

Por Alfredo Cruz Polanco
Diario Azua / 14 diciembre 2025

En la provincia de La Vega, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), están obstaculizando en gran medida, el desarrollo y el crecimiento económico de esta provincia, por un lado, por la actitud desenfrenada, agresiva y abusiva; el irrespeto, el autoritarismo, la prepotencia, arrogancia e imprudencia de su actual director provincial, el señor Claudio Antonio Ruiz Florentino, hacia los profesionales de la ingeniería, arquitectos y representantes de las empresas constructoras de viviendas y urbanizaciones.

Dicho señor los mantiene en una total zozobra, al presentarse a las obras con una parafernalia de militares fuertemente armados, amenazándolos con paralizarle y con destruirles las mismas, aun teniendo en su poder, todos los permisos exigidos por ese ministerio, el del Ayuntamiento de La Vega, del Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA) y el más importante, el del Ministerio de Viviendas y Edificaciones (MIVED), acusándolos de haber adquirido los mismos de manera irregular.

El pasado jueves, en las instalaciones de la Regional Norcentral del CODIA de La Vega, se realizó un importante encuentro de profesionales y representantes de empresas de la construcción, con la presencia del ministro de Medio Ambiente, señor Armando Paíno Henríquez y del director provincial, al que se les pusieron en conocimiento todas las quejas y maltratos que están siendo víctimas los profesionales de la construcción, los cuales solicitaron que el actual director provincial de medio ambiente sea removido de inmediato de esa posición.

Esta situación ha provocado una parálisis en el sector de la construcción en esta provincia, uno de los más dinámicos de su economía, el cual está afectando, también, al desarrollo económico y financiero de la misma, pues las ventas de las viviendas se han caído, por lo que se acordó hacerle llegar una comunicación urgente al señor Presidente de la República, Luis Abinader, firmada por todos los asistentes, para que interponga sus buenos oficios al respecto.

Lo lamentable y penoso del caso es que el liderazgo, la dirigencia política del partido y los altos funcionarios del gobierno en esta provincia, aún conociendo la crisis que ha generado en el sector de la construcción, el director provincial de medio ambiente, se lo haya informado al Presidente de la República.

En cuanto a la agencia local de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) de La Vega, aunque promociona tener como visión una imagen de que es una administración cercana al contribuyente, en la práctica esta institución, en vez de ser un ente facilitador y de soluciones, se ha convertido en un obstáculo y en un escollo para el desarrollo y el crecimiento económico de esta provincia, por las trabas y dificultades que esta le pone a los contribuyentes.

En estos momentos, las instituciones financieras y crediticias están confrontando graves problemas con la DGII en sus operaciones, por la tardanza y lentitud de esta para la aprobación y el registro de las hipotecas de los inmuebles que son dados en garantías de préstamos. Dichas hipotecas están tomando desde 15 días hasta un mes, a veces más, para su aprobación y registro.

En cuanto al pago de los impuestos sucesorales, a pesar de la insistencia y gran interés que muestran los contribuyentes para pagar los impuestos correspondientes, la DGII pone muchas trabas para investigar, tasar y estimar el monto a pagar, alegando escasez de personal, lo que deja mucho que desear, puesto que siendo la institución que más recursos le genera al Estado dominicano, carezca de los recursos humanos (colaboradores) necesarios para atender las demandas de los contribuyentes.

Una simple solicitud para una certificación original del Pliego de Modificaciones sobre el pago de los impuestos sucesorales, necesaria para el proceso de una determinación de herederos con partición (subdivisión), tarda más de seis meses para su preparación, porque no hay quien gestione los expedientes en los archivos que se encuentran fuera de la institución, lo que obstruye el desarrollo económico de la provincia, pues todo el proceso se paraliza.

Siempre se argumenta la falta de colaboradores, lo que se traduce en una falta de gerencia y de dirección administrativa, pues no se concibe que una institución como la DGII, en un momento en que la tecnología y la inteligencia artificial juegan un papel fundamental, no cuente con estos avances tecnológicos y con el personal calificado y suficiente para atender en tiempo real, las solicitudes de los contribuyentes. Muchas veces la agencia local solo cuenta con un cajero para atender a tantos contribuyentes, lo que les ocasiona perjuicios y una gran pérdida de tiempo.

La eficiencia, eficacia, calidad y la entrega oportuna de las informaciones solicitadas, en una institución pública como esta, se valora por la rapidez y agilización de los servicios que ofrecen los colaboradores a los usuarios.

Este es de los pocos países, que aún requiriendo aumentar sus recaudaciones fiscales, los contribuyentes tienen que insistir, perder tiempo, a veces hasta rogar, para poder pagar sus impuestos, pues muchas veces tienen que pagar recargos por retrasos involuntarios, pues la institución recaudadora se la pone muy difícil. Con instituciones así, ningún país puede alcanzar un grado de crecimiento y de desarrollo económico sostenido.

El autor es Contador Público Autorizado y Máster en Relaciones Internacionales
Ex diputado al Congreso Nacional y ex Miembro de la Cámara de Cuentas de la República 2010-2016





 

Por Oscar López Reyes
Diario Azua / 14 diciembre 2025.-

Roedores humanos de siete leguas, que encubren su codicia y deslealtad en los invisibles desajustes de su química cerebral, inescrupulosamente han pululado en las vísceras de los gobiernos de la Era Democrática, cuyos mandantes han popularizado frases que, en su mayoría, perduran como retóricas en los entresijos de la impunidad esencialmente judicial. A contrapelo, los corruptos cabalgan con el peor lastre: la inexorable condena de la sociedad, bifurcada desde el Ministerio Público y la difusión mediática.

La oración que más resuena, por la vigencia en el presente ciclo, es la del presidente Luis Rodolfo Abinader Corona: “Tengo amigos, pero no cómplice”, que replica cuando altos funcionarios de su Gobierno han tenido que salir del tren administrativo, por su involucramiento en el peculado. Está en el candelero el insaciable ortopedista y traumatólogo Santiago Hazim, director ejecutivo del Seguro Nacional de Salud (Senasa, agosto de 2020-agosto de 2025), quien se cobija bajo rejas, imputado por el Ministerio Público de un desfalco inicialmente cuantificado en 15 mil millones de pesos. ¿Acaso sufría, sin darse cuenta, de una anomalía en la corteza prefrontal?

Antes de rememorar los estribillos de los presidentes de la Era Democrática, nos preguntamos si después de este salvajismo, el presidente Abinader Corona percutirá aún más el hacha de hierro batido, sin soltarla ni un instante, contra los envilecidos? ¿Se logrará, con la Inteligencia Artificial, detectar a tiempo el perfil delictivo-conductual de los aspirantes a cargos públicos?, ¿Quién acomete una inhumanidad como la adjudicada a un médico, más que un tonto-ingenuo padece de un trastorno antisocial de personalidad?, ¿cuántos más enfermos que Hazim -y con acusaciones menores- inundan las cárceles? y, ¿habrá, incuestionablemente, sanciones ejemplificantes para los miserables implicados en semejante defraudación?

“Tente quieto”, les dirían los abogados a los incriminados, para significarles que no estamos en China ni en Cuba, y que en la República Dominicana las leyes están preparadas para que los que tengan arraigo (dinero, propiedades, etc.) escapen del castigo penitenciario. En diciembre de 2025, la justicia del gigante asiático dispuso el fusilamiento del exbanquero Bai Tianhui (una sola bala de punta hueca en la nunca), por aceptar 156 millones de dólares en sobornos, y el Tribunal Supremo Popular de la mayor isla del Caribe sentenció a cadena perpetua a su exministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, por cohecho y otros delitos.

En otro tercio o ángulo, la democracia disfrutada en la República Dominicana, también en el 2025 han sido dados pasos crecidos para actualizar y superar falencias del sistema de justicia, con la aprobación de la nueva legislación de Contrataciones Públicas (Ley 47-25), el novedoso Código Penal (Ley 74-25) y la modificación del Código Procesal Penal (Ley 97-25). Estas piezas amplían la fiscalización y el control en la administración pública, y la sancionabilidad penal a los infractores, en la búsqueda del escarmiento, la prevención de transgresiones y el cuidado de la dignidad humana.

Pasma con estupor el señorío de la hábil inteligencia, el cauteloso disimulo, la capacidad de manipulación, el encubrimiento y el engaño -en el poder de la influencia y la presión- tanto de extragobiernos o fácticos (no elegibles popularmente, como asociaciones empresariales y sin fines de lucro, iglesias, medios de comunicación, gremios profesionales y laborales, etc.), como de ciertas esferas de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Actos de esos conspicuos derivan -sin mover los labios ni sus tranzas de rostros anchos- en acomodamientos domiciliarios a quienes han perpetrado actos atroces, como los de Senasa.

Conscientes de la proliferación epidérmica de funcionarios con fisonomía corruptible -con cabezas peliagudas, colas largas y patas cortos- así como de ciudadanos de pelaje gris oscuro, los mandatarios dominicanos elegidos democráticamente en el período 1962-2025 han tirado gritos de reconocimiento de la plaga, compasión y advertencia:

1.- Juan Bosch y Gaviño: Propagó y observó con rigor los principios ético-morales. Aceptó la renuncia de su secretario de Industria y Comercio, Diego Bordas Hernández, luego de una bien sustentada denuncia de que favoreció con un contrato a una empresa de su propiedad. Hito: A los 7 meses, Bosch se convirtió en el primer presidente en ser DERROCADO por sus medidas contra privilegios y malversaciones.

2.- Joaquín Balaguer: “… si existiera corrupción, esta siempre se detendría en la puerta de mi despacho”, y “busco, con la linterna de Diógenes, a un hombre honesto”. Caracterización: Permisivo ante el enriquecimiento ilícito generalizado, con dos ñapas penales idiosincráticas: Aduanas e Hydro-Quebec. Novedad: PROGENITOR de la corrupción y la impunidad.

3.- Antonio Guzmán Fernández: Propuso reducir la discrecionalidad de los fondos públicos y los favores en la administración pública. Rasgos: Rígido en la honestidad. Hubo escasas denuncias sobre timadores, y no avaladas. Ocurrencia: primer presidente en SUICIDARSE por descubrimiento de corrupción.

4.- Salvador Jorge Blanco: “Manos limpias” en el Gobierno fue su consigna de campaña electoral. Signo: Temeroso, manipulable y complaciente. Instrucciones punitivas resaltantes: Corde, CDA e Inespre. Originalidad: El primer presidente dominicano en ser sometido a la Justicia y guardar PRISION por supuesta sobrevaluación en compras de mercancías militares.

5.- Leonel Fernández Reyna: Prometió Tolerancia Cero con sustracción de bienes gubernamentales y que no habrá padrinos para los corruptos. Trazo: permisivo hasta la saciedad. Instrumentaciones tribunalicias típicas: Peme, Super Tucanos, Sun Land, Indrhi y CDE. Suceso: El registro primario de los más GIGANTESCOS escándalos de sobornos y estafas, con 66 auditorías no investigadas, presentadas por la Cámara de Cuentas a la Procuraduría General de la República.

6.- Hipólito Mejía Domínguez: “Los ladrones son el mayor problema del país”. Brotaron como expedientes clásicos el Plan Renove y el subsidio del GLP. Marca: Relajamiento del poder. Acontecimiento: El primer presidente en denunciar un fraude por 55 mil millones (Baninter), que se tradujo en su EXCLUSION de la presidencia de la República para otro mandato.

7.- Danilo Medina Sánchez: “El que se equivoque deberá pagar”. Síntoma: Hacerse de la vista gorda ante quienes, con el dolo, acumularon voluminosas riquezas, y terminaron en sumarios inconfundibles: Odebrecht, “Peaje sombra” y operaciones Antipulpo, Coral, Caracol, Medusa y Calamar. Cualidad: romper RÉCORD de sometimientos judiciales a parientes y partidarios.

8.- Luis Abinader Corona: “Tengo amigos, pero no cómplice”. Señal: Consistente y flexible, según tareas y razonamientos. Causas peculiares: Senasa, Intrant, Inabie y Lotería. Hecho: Primer presidente en separar de funciones gubernamentales a más de 40 cercanos colaboradores políticos (solicitud de renuncia y desvinculación) y tramitar ENJUICIAMIENTOS judiciales por la comisión de irregularidades gerenciales.

Asentado que la apropiación indebida viaja como una infección sistémica por todos los torrentes sanguíneos del Estado en conductores disímiles, y por los señalamientos precedentes, colegimos que ha sido aupada por la afectividad a parientes, amistades y correligionarios; la creencia ciega en la honorabilidad de compañeros de batallas, la satisfacción exagerada de compromisos electorales y el clientelismo. Uno de los mencionados, que ha resucitado como un inocente gallito de peleas, llegó a pedirle al Ministerio Público que archivara expedientes con graves imputaciones, emulando al buen pastor con sus ovejas.

En esa mecha ardiente radica la diferenciación entre los ocho jefes de Estado singularizados: su postura frente a las defraudaciones, impertérrita como Bosch y Guzmán. Quiénes con salmos, bendiciones, silbidos amorosos y sacramentos, que otean con urbanidad en el globular de Judas Iscariote, caminan en la confabulación más perniciosa. Quiénes agachan, no destapan, guardan en indultos y no acuden a la justicia, por cobardía o para supuestamente no “desconsiderar” a sujetos vinculados a héroes, mártires o figuras públicas, se desvían por la tangente y comprometen su responsabilidad jurídica e histórica.

Para cumplir con la solemne misión de resguardar el patrimonio público, garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, propender al máximo bienestar colectivo y honrar su memoria histórica con la grandeza de su reputación, a los mandatarios le conviene borrar la ternura empática y receptiva individualizada, y junto a sus subordinados pronunciar un solo idioma: la actuación ética y transparente. Y, para perpetuar esa notoriedad, están compelidos a someter a la Justicia a los hijos de Jesucristo -si cometen felonías- para así homenajear a Jesucristo en su condena a los pecados y en la redención de los marginados.

El autor: Escritor, gremialista, catedrático y columnista de El Nacional y decenas de digitales.
Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 14 diciembre 2025.-

“Vivimos en la época en que las promesas caducan más rápido que los aparatos”.
Bauman, Amor líquido, 2003, p. 4.

Seguramente, alguna vez, habrán escuchado el término “obsolescencia programada”, concepto forjado por el ámbito de la ingeniería y la producción industrial para definirla como la determinación deliberada de una vida útil limitada para un producto, forzando su reemplazo prematuro. Este principio marca una ruptura histórica con el antiguo “ethos” industrial, donde la excelencia residía en la durabilidad y longevidad del objeto. Hoy, en cambio, la lógica económica impone un diseño para la caducidad: todo se produce con una fecha de vencimiento preconcebida.

Esta idea trasciende su origen material para ofrecer una perspectiva heurística potente. Su aplicación al análisis de las relaciones humanas no se reduce a una analogía superficial sobre la fugacidad, sino que permite desvelar cómo un conjunto de condiciones económicas, simbólicas y éticas configuran activamente la expectativa de caducidad y reemplazo en la esfera íntima, donde, de manera análoga, la solidez y el compromiso ceden ante la provisionalidad.

Las relaciones se han transfigurado en bienes utilitarios cuya validez se determina por su desempeño inmediato, la gratificación instantánea o su alineamiento circunstancial con el proyecto de vida individual, generando una espiral de deseo insatisfecho y descarte prematuro. Este desplazamiento es inherente a formas de vida contemporáneas donde la fluidez, la provisionalidad y la flexibilidad no son meras características, sino que se elevan a la categoría de virtudes adaptativas, aunque a un terrible costo emocional.

Para comprender la estructura de esta fragilidad, resulta ineludible recurrir a la formulación de la modernidad líquida propuesta por Zygmunt Bauman. El sociólogo polaco identifica cómo el debilitamiento de las instituciones históricas (la familia normativa, la comunidad estable) y de los códigos morales duraderos ha dejado a los afectos desprotegidos ante las dinámicas del mercado. En este contexto de disolución, el lazo se erosiona, pasando de un compromiso ético profundo a un simple contrato tácito susceptible de cancelación si las expectativas no se satisfacen.

La liquidez que promete movilidad y adaptación simultáneamente implica una corrosión de la forma, volviendo el afecto en un objeto volátil, despojado de la densidad de lo duradero. La verdadera tragedia de esta liquidez no es la ausencia de vínculos, sino la angustia constante de su fragilidad, el saber íntimo de que todo puede terminar sin aviso previo, sin causa profunda, sólo por la emergencia de una “mejor oferta” o una menor fricción.

En este contexto, la obsolescencia afectiva se consolida mediante la injerencia directa del capitalismo tardío en la psique y el “ethos” relacional. Al respecto, Eva Illouz, con su concepto de “Capitalismo emocional”, mapea cómo la economía de mercado ha penetrado y racionalizado la esfera íntima. La lógica empresarial y la cultura terapéutica se han incrustado en los vínculos, obligando a los sujetos a ser “gestores” de sus emociones y a evaluar a las parejas bajo criterios de eficiencia, minimización de riesgos y maximización de beneficios. Concretamente, Illouz sostiene que “el capitalismo reorganizó las culturas emotivas e hizo que el individuo económico se volviera emocional y que las emociones se vincularan de manera más estrecha con la acción instrumental” (Illouz, como se cita en Molteni, 2021, p. 78).

La intimidad, antes refugio de lo incondicional, se convierte así en un campo de inversión y riesgo, donde el “fracaso” de una relación se percibe no como una pérdida humana, sino como un mal cálculo de mercado. Esto que acabamos de decir puede parecerles muy teórico, pero les aseguro que en algún momento de sus vidas han escuchado a alguien lamentarse por la insuficiente capacidad productiva y material de su pareja, como si ello implicara una tragedia existencial o una falla en la lógica de la elección de compañía. Esta racionalización del sentimiento nos deja desarmados frente al dolor genuino, al exigirnos una compostura emocional que sólo es compatible con la frialdad utilitaria.

A esta racionalización se suma la crítica eficaz de Byung-Chul Han a la sociedad del rendimiento. Desde su enfoque, nos explica que la exigencia de optimización y auto-explotación instrumentaliza las relaciones, transformándolas en recursos para la productividad psíquica y la visibilidad social. El amor, bajo este esquema perverso, no puede ser una pausa reflexiva o un espacio de vulnerabilidad, sino un motor de autoafirmación del yo. Bajo este imperativo, cualquier vínculo que demande una inversión temporal o un esfuerzo que no aporte un capital afectivo, material o simbólico inmediato es percibido como un lastre, una disfunción que debe ser eliminada. El “otro” se convierte en un elemento funcional dentro de la narrativa del yo emprendedor. Pues bien, el precio de esta celeridad es la pérdida de la profundidad y el asombro ante la alteridad, quedando atrapados en la tautología del yo y sus proyecciones caprichosas.

Además, es necesario explicitar que la fragilidad no es sólo una elección, sino un reflejo de las condiciones materiales impuestas por la precariedad. Sobre este asunto en particular, Richard Sennett, al analizar “la corrosión del carácter”, argumentó que la inestabilidad y la flexibilidad propias del nuevo capitalismo (trabajos de cortísimo plazo, reorganizaciones constantes) no se limitan al ámbito económico, sino que carcomen la capacidad moral para sostener lazos estables. El sujeto precario, obligado a ser maleable y estar listo para el cambio constante, percibe el compromiso duradero con otro como una rigidez peligrosa, un anacronismo que hipoteca la propia adaptabilidad al mercado. Esta tensión entre la necesidad humana de arraigo y la exigencia sistémica de desarraigo genera una fractura profunda en el “yo”, donde la lealtad y la continuidad son sacrificadas en el altar de la supervivencia económica.

Este proceso se intensifica en la posmodernidad, o hipermodernidad, definida por Gilles Lipovetsky como el triunfo del híper-individualismo hedonista. En este marco, la búsqueda de la autonomía y el bienestar individual se erige como un valor supremo que, si bien libera de antiguas coerciones, paradójicamente genera una profunda ansiedad ante la falta de anclajes. El individuo, centrado en su propia realización, prioriza la satisfacción inmediata y la libre disposición de su tiempo y afecto, volviendo la renuncia y la paciencia- elementos intrínsecos del compromiso- cualidades obsoletas. La promesa de disponibilidad perpetua que ofrecen las arquitecturas tecnológicas agrava esta condición, intensificando las comparaciones y la percepción de la propia y ajena reemplazabilidad. La paradoja es bastante cruel: se busca la felicidad a través de la máxima libertad, pero el resultado es una soledad líquida y la incapacidad de construir un mundo compartido.

El punto más crudo y doloroso de esta moral del descarte se halla en la imagen de los hogares de ancianos, o residencias para mayores, que se han convertido en el depósito silencioso de aquello que la sociedad posmoderna etiqueta como “innecesario”, “caduco”, o simplemente “ineficiente”. Estas instituciones se alzan como un testimonio mudo y punzante de la ética de la provisionalidad: la vejez, al requerir compromiso, paciencia, cuidado y una inversión de tiempo sin retorno productivo, se convierte en la antítesis del imperativo de rendimiento. El confinamiento de nuestros mayores es la metáfora última y más cruel de la obsolescencia afectiva, donde el lazo familiar duradero se sustituye por un servicio profesional pagado. En algunos casos puntuales, representa una vergüenza moral de un sistema que, al valorar sólo lo adaptable y lo productivo, ha encontrado un mecanismo para externalizar la obligación más fundamental del cuidado humano, un acto que revela la cifra final del individualismo hedonista.

Ahora bien, a esta densa crítica sociológica y filosófica, la reflexión teológica nos ofrece una perspectiva trascendente que eleva el debate ético al plano de lo incondicional. La fragilidad de los vínculos, vista a través del enfoque del pensamiento cristiano, por ejemplo, se revela como el síntoma de una profunda desorientación antropológica: la reducción del amor a una emoción pasajera o a un cálculo utilitario. En oposición radical a la lógica del descarte y de la satisfacción inmediata, la teología de la caridad, magistralmente desarrollada por Benedicto XVI en su encíclica “Deus Caritas Est” (2005), postula el amor como “ágape”, es decir, una fuerza que demanda sacrificio, purificación y, fundamentalmente, permanencia: “El amor necesita purificación y maduración, lo cual implica también el camino de la renuncia. [...] El amor se convierte en ágape precisamente en la medida en que el hombre, para el otro, no busca ya simplemente a sí mismo, sino que se preocupa por el bien del otro, dispuesto al sacrificio: la madurez del amor consiste en esto” (Benedicto XVI, 2005, N. 6).

Como podrán apreciar, esta perspectiva sitúa la madurez afectiva no en la capacidad de “reemplazar” al otro de forma eficiente (lógica de Lipovetsky), sino en la voluntad de “permanecer” con el otro, incluso en la renuncia, trascendiendo el individualismo esclavo del placer personal. Desde esta óptica, la única respuesta a la obsolescencia programada no es la híper-adaptación, sino la reafirmación del valor inalienable de la persona y la vocación al don total y duradero, rescatando el lazo del mero utilitarismo que lo condena a caducar.

La verdadera reflexión crítica emerge cuando confrontamos el vacío punzante que queda tras cada descarte, una grieta que el consumo incesante jamás logra suturar. La tragedia final no es la rotura de un vínculo, sino la corrosión de la capacidad misma de vincularse con profundidad y autenticidad. La obsesión por la eficiencia emocional, ese mal cálculo de mercado que hemos naturalizado, nos condena a una existencia donde la vulnerabilidad es vista como una falla técnica y la inversión de tiempo se percibe como una pérdida de capital personal.

El sujeto híper-adaptable, ese ideal promovido por la flexibilidad laboral, se encuentra al final de su jornada con un “yo” tan maleable que ya es incapaz de sostener la rigidez de una promesa íntima. Ante la evidencia de que esta inestabilidad afectiva es el precio psíquico de la adaptabilidad exigida por el sistema, la pregunta más lacerante se impone: ¿qué queda del ser humano cuando se ha convertido en un bien de usar y tirar, dispuesto a la auto-explotación y al descarte? La única vía para la emancipación de esta lógica no es el retorno nostálgico, sino la articulación de una política de la permanencia donde la paciencia, el compromiso y el cuidado recíproco sean actos de subversión radical contra la tiranía de lo instantáneo. En definitiva, queridos lectores, si no se lucha por la densidad de los afectos, ¿quién luchará por la densidad de nuestra propia vida?

Referencias

Bauman, Z. (2003). Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los lazos humanos. Fondo de Cultura Económica.

Benedicto XVI. (2005). Deus Caritas Est (Carta Encíclica). Ciudad del Vaticano.

Han, B.-C. (2014). La sociedad del cansancio. Herder Editorial.

Illouz, E. (2007). Intimidades congeladas: Las emociones en el capitalismo. Katz Editores.

Lipovetsky, G. (1983). La Era del Vacío: Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama.

Molteni, E. J. (2021). Capitalismo emocional: tensiones y solidaridades entre lo industrial y lo informacional. Revista Hipertextos, 9(16), 77-97.

Sennett, R. (1998). La corrosión del carácter: Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama.

El autor es docente, escritor y filósofo
San Juan - Argentina (2025)

viernes, 12 de diciembre de 2025

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 12 diciembre 2025.-

Lo que comenzó como una visita casual a la Feria del Casabe terminó convirtiéndose en un encuentro revelador con una de las figuras más emblemáticas de la tradición gastronómica y cultural de Monción: Doña Mechi, conocida como la Madre del Casabe.

La feria, tras una noche de reconocimientos y festividades que destacaron a los principales portadores de esta herencia ancestral, continuaba desde temprano con degustaciones, exhibiciones artesanales, talleres y presentaciones folclóricas vinculadas a las tradiciones taínas. En ese ambiente de celebración cultural, la presencia de Doña Mechi se disimulaba entre visitantes y emprendedores.

Con ella me encontré frente a un pequeño puesto donde ofrecían té de cúrcuma, café y otros productos locales. Entre el bullicio, Doña Mechi llegó con su característica sonrisa amplia, esa que la ha convertido en símbolo de hospitalidad para quienes visitan Monción. A pesar de estar trabajando, no necesitó protocolo para recibirme: tomó mi mano con firmeza y dijo una frase que resume su rol en la comunidad: —Aquí uno no viene a vender casabe. Uno viene a contar su historia.

Esa historia no es solo suya. Según explicó, el casabe representa herencia, identidad y memoria viva para las familias que han sobrevivido en esa zona gracias a este producto derivado de la yuca. Monción es reconocido en el país como el principal centro de producción de casabe, tradición que se remonta a la cultura taína. Por eso se llama a este municipio de Santiago Rodríguez “La Capital del Casabe”.

En Monción, desde quienes cultivan la tierra “como si cuidaran a un miembro de la familia” hasta quienes elaboran y consumen los variados subproductos de yuca, cada etapa del proceso sostiene una tradición que ha acompañado al territorio durante generaciones.

Aunque el casabe que produce Doña Mechi no estaba disponible para degustaciones en el momento de nuestro encuentro, ella consideró que yo no debía marcharme sin probarlo. Con la naturalidad de quien entiende el valor de compartir, sin avisar ni esperar aprobación, buscó en su cartera y envió a un pariente a comprar una de sus especialidades. “Esto hay que probarlo”, insistió. Mientras algunos visitantes degustábamos, ella observaba con una mezcla de orgullo y emoción difícil de disimular.

El vínculo de Doña Mechi con esta tradición va más allá del oficio. Ella habla del casabe como quien describe la vida de un hijo: con dedicación, con memoria, con conciencia de que cada gesto conserva siglos de resistencia cultural. A su alrededor, visitantes se acercaban para saludarla, agradecerle o pedirle una fotografía. Uno de ellos le comentó que nunca había visto algo tan auténtico. Ella respondió con sencillez: —Cuando algo se hace con amor, aunque sea pequeño, se siente grande.

Más allá de su papel como productora de casabe, Doña Mechi se ha convertido en una figura de liderazgo comunitario. Mientras conversaba, era evidente su capacidad para orientar, inspirar y generar sentido de pertenencia entre quienes emprenden en la zona. Ella misma lo expresó con claridad: —Si yo crezco sola, no sirvió de nada. Si crecemos todos, ahí sí vale la pena.

Su presencia en la feria no solo celebraba una tradición; también representaba una forma de entender el desarrollo local basado en la colaboración y el arraigo cultural. Durante el resto del recorrido, la vi moverse entre la gente con la naturalidad de quien conoce a cada persona, ofreciendo palabras de ánimo o consejos a quienes emprenden o sencillamente a quienes participan en la Ruta del Casabe.

Quedan conversaciones pendientes y una invitación abierta: recorrer junto a ella la Ruta Ecoturística Descubriendo Cacique Monción con Doña Mechi. En esa ruta, desde la reserva Cañón de Gurabo hasta la Presa de Monción, ella guía a visitantes a conocer sabores, paisajes y relatos que sostienen esta tradición. También tengo pendiente probar, en algún momento, el jugo de yuca que asegura es parte esencial de la experiencia.

Más que un encuentro fortuito, conversar con Doña Mechi sirvió para entender que el casabe en Monción no es solo alimento: es cultura, es memoria y es resistencia. Y mientras existan guardianas como ella, ese legado seguirá vivo y generando bienestar.