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jueves, 23 de octubre de 2025

Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 23 octubre 2025.-

“Una verdadera soberanía financiera implica que el Estado no dependa de fuentes externas de financiación que puedan condicionar sus decisiones de política interna”, Milton Friedman, Capitalism and Freedom, 1962, p. 84.

La noción de soberanía nacional se erige como uno de los pilares fundamentales del orden político internacional. En su acepción más básica, remite a la autoridad suprema e independiente de un Estado para ejercer poder dentro de su territorio y relacionarse con otros actores internacionales sin injerencias externas. Pues bien, esta soberanía política, intrínsecamente ligada a la capacidad de autodeterminación y al ejercicio pleno de la voluntad de cada pueblo, se ve peligrosamente erosionada cuando la autonomía económica de una nación se encuentra subyugada a las dinámicas y decisiones de potencias extranjeras, particularmente a través de la dependencia de su moneda.

Para comprender la profundidad de este problema, es necesario que comencemos a desglosar el concepto de soberanía, desde un punto de vista político. Jean Bodin, en su obra “Los seis libros de la república” (1576), definió la soberanía como “el poder absoluto y perpetuo de una República”, indicando que es potestad indivisible e inalienable era la esencia misma del Estado la facultad última de legislar, administrar justicia, declarar la guerra y establecer la paz. Si bien la concepción de soberanía ha evolucionado desde el siglo XVI, la idea central de un poder supremo interno, no sujeto a otro poder terrenal, sigue siendo relevante.

Asimismo, Carl Schmitt señala, en su obra “El concepto de lo político” (1932), que la soberanía reside en la capacidad de decidir sobre el “estado de excepción”, es decir, aquel límite donde las normas ordinarias son completamente suspendidas, revelando la autoridad última que define la existencia política de una comunidad. Si el concepto les resulta extraño, sólo tienen que pensar en lo sucedido durante la cuarentena reciente, producto de la pandemia por CODIV-19: el Estado, en su potestad superior, decide cerrar fronteras, restringir la circulación y obligar, con fuerza de ley, a todos los ciudadanos a permanecer en sus hogares.

Ahora bien, esta soberanía política se torna frágil e incompleta si no se sustenta en una sólida soberanía económica. La capacidad de una nación para gestionar sus propios recursos, definir sus políticas productivas, comerciales y financieras, y controlar su destino económico, es un componente esencial de su autonomía real. Al respecto, Friedrich List argumentaba, en su “Sistema nacional de economía política” (1841), que la “fuerza productiva” de una nación, que incluye no sólo sus recursos naturales sino también su capital humano, su tecnología y su capacidad de organización, es la base de su independencia y prosperidad. Pues qué belleza, suena bastante bien, pero en el plano trágico de lo real, la dependencia económica forzada, especialmente la dependencia monetaria, socava esta fuerza productiva y limita severamente la capacidad de un Estado para ejercer su soberanía política de manera efectiva.

La adopción forzada o la internalización estructural de una moneda extranjera como resguardo de valor de la reserva nacional, en este caso el dólar estadounidense, constituye una profunda herida a la soberanía económica. Tengamos en cuenta que, cuando un país no tiene la capacidad de controlar el valor de su propia moneda con credibilidad y estabilidad, se ve obligado a navegar en un mar económico cuyas corrientes son definidas por las decisiones de otro Estado. Como afirmaba el tan criticado por los libertario John Maynard Keynes, en su obra titulada “Las consecuencias económicas de la paz” (1919), “no hay medio más sutil y seguro de subvertir la base existente de la sociedad que corromper su moneda. Este proceso compromete todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción, y lo hace de una manera que nadie es capaz de diagnosticar”. Aunque Keynes se refería particularmente a la inflación, su advertencia sobre la vulnerabilidad inherente a la manipulación monetaria resuena con la dependencia que tiene un país de una moneda emitida en el extranjero.

La realidad para muchos países, especialmente en Hispanoamérica y el mundo “en desarrollo”, es que sus economías operan obligadas bajo la sombra del dólar. Las transacciones internacionales se realizan predominantemente en esta divisa, los precios de las commodities se fijan en dólares, y las reservas de valor de sus bancos centrales se acumulan, en casi su totalidad, en esta moneda. Consecuentemente, la dolarización, ya sea formal o informal, implica que las políticas monetarias y las decisiones económicas que toma la Reserva Federal de los Estados Unidos tienen un impacto directo y significativo en la estabilidad de estas naciones. Tengamos en cuenta que un aumento en las tasas de interés en Estados Unidos puede generar fugas de capitales, devaluaciones de las monedas locales y crisis de deuda en países dependientes del dólar. Sin ir más lejos, hoy podemos apreciar cómo la política comercial “proteccionista” estadounidense afecta negativamente las exportaciones y el crecimiento económico de estas naciones, porque en esencia, se transfiere una porción significativa de la capacidad de decisión económica a un actor externo, limitando así la autonomía para implementar políticas que respondan a las necesidades internas.

Teniendo en cuenta lo precedentemente enunciado, resulta, cuanto menos, paradójico, e incluso ridículo, observar cómo los países que están dotados de abundantes y valiosos recursos naturales, con una riqueza intrínseca en sus tierras, minerales, energía y biodiversidad, se ven obligados de mendigar estabilidad económica a través de la adopción tácita o explícita de una moneda extranjera. La imagen de una nación rica en recursos, pero económicamente vulnerable a cada estornudo financiero de Washington, es un claro síntoma de una soberanía incompleta que a nadie parece molestarle, o también, una autonomía mutilada por la dependencia monetaria a la que jamás nos debimos acostumbrar.

Ahora bien, les pregunto, queridos lectores, ¿cómo es posible que un país con vastas reservas de litio, petróleo, cobre y tierras fértiles deba su estabilidad económica a la política monetaria de otro Estado que quizá carece de esos mismos recursos en la misma magnitud? Evidentemente, esta situación revela una profunda asimetría de poder, donde la capacidad de emitir la moneda de reserva global otorga una influencia desproporcionada a la nación emisora, permitiéndole externalizar costos y condicionar las políticas de otros.

En este punto de la reflexión, creo que es necesario indicar que la dependencia del dólar no es un fenómeno natural ni inevitable. Se trata, más bien, del resultado de procesos históricos, de relaciones de poder desiguales y, en muchos casos, de la internalización de un paradigma económico que prioriza la estabilidad nominal anclada a una moneda “fuerte” extranjera por encima de la construcción de una moneda nacional robusta y creíble. Esta situación de dependencia por imposición también ha perpetuado un círculo vicioso: la falta de confianza en la moneda local impulsa la dolarización, y la dolarización debilita aún más la capacidad de cada Estado para gestionar su propia política monetaria y construir confianza.

Para comprender de manera cabal el asunto de la autonomía financiera, procedamos a interpretar algunos ejemplos históricos de soberanía monetaria. Si bien la dependencia del dólar estadounidense como moneda de reserva y ancla de valor es una realidad extendida, existen ejemplos de naciones que han logrado construir y mantener sus monedas fuertes, preservando así una mayor autonomía en su política económica y fortaleciendo su soberanía. En estos casos vamos a ver claramente que la dependencia no es un destino inevitable, sino una condición que puede ser trascendida mediante políticas económicas prudentes, instituciones sólidas y una visión estratégica a largo plazo.

Uno de los ejemplos más emblemáticos es el del Reino Unido y su Libra Esterlina (GBP). A lo largo de su historia, el Reino Unido construyó un imperio comercial y financiero cuya moneda llegó a ser la principal divisa de reserva mundial. Si bien su preeminencia disminuyó con el ascenso del dólar tras la Segunda Guerra Mundial, la libra esterlina ha mantenido su estatus como una moneda importante a nivel global. El Banco de Inglaterra, con una larga tradición de independencia y credibilidad, ha desempeñado un papel crucial en la gestión de la política monetaria y en el mantenimiento de la estabilidad de la libra.

A pesar de sus fluctuaciones y los desafíos económicos, el Reino Unido ha conservado la capacidad de emitir y controlar su propia moneda, utilizándola como una herramienta fundamental de su política económica y sin depender de una moneda extranjera para sustentar su valor. En este caso puntual, se demuestra que una historia de estabilidad, instituciones fuertes y una gestión económica autónoma pueden consolidar una moneda nacional robusta.

La libra esterlina, como moneda fiduciaria moderna, no tiene un sustento material directo, como el oro o la plata. Su valor se basa en la confianza que el público y los mercados tienen en la economía del Reino Unido, en la estabilidad de sus instituciones (especialmente del Banco de Inglaterra) y en la política monetaria que implementa. Históricamente, la libra estuvo ligada a metales preciosos, particularmente a la plata (de ahí el término “esterlina”, que se asocia a la pureza de la plata). En el siglo XIX y principios del XX, adoptó el patrón oro, donde la libra era convertible a una cantidad fija de oro, aunque este sistema se abandonó definitivamente en 1931.

Actualmente, la libra esterlina se emite contra activos que posee el Banco de Inglaterra: deuda pública (comprando bonos emitidos por el gobierno británico, inyectando libras en la economía); reserva de divisas (manteniendo reservas en otras monedas como dólares o euros) y compra-venta de las mismas para influir en la cantidad de libras en circulación y otros activos. Es importante entender que en el sistema fiduciario actual, el valor de una moneda no reside en un bien físico subyacente, sino en la gestión responsable de la política monetaria por parte del banco central, la fortaleza de la economía que la respalda y la confianza general en su estabilidad como medio de intercambio y depósito de valor.

El precitado ejemplo demuestra que la construcción de una moneda fuerte y la reducción de la dependencia de divisas extranjeras son objetivos alcanzables. Eso sí, requieren de un compromiso sostenido en el tiempo con la estabilidad económica, la construcción de democracias e instituciones creíbles y la implementación de políticas que fomenten la confianza en la moneda nacional. Si bien el camino es complejo y lleno de desafíos, la recompensa en términos de autonomía económica y soberanía nacional es innegable, en tanto que estas naciones han podido demostrar que es posible navegar la economía global con una moneda propia como ancla de valor, en lugar de depender de la voluntad y capricho de otros.

En pocas palabras, está claro que haber renunciado a la plena soberanía monetaria nos ha implicado ceder una herramienta fundamental para el desarrollo económico, independientemente de que estemos nadando en oro, petróleo o litio. Un Estado con control sobre su moneda puede utilizarla para estimular la demanda interna, financiar sus proyectos de inversión, gestionar la inflación y responder a los shocks económicos de manera autónoma. La dependencia del dólar ata las manos de los gobiernos, limitando su capacidad para implementar políticas contracíclicas efectivas y para promover un desarrollo económico que responda a las necesidades específicas de su población.

Creo que, al menos desde la perspectiva que hemos mostrado hoy aquí, la búsqueda de una soberanía plena y una autonomía real exige un esfuerzo consciente por reducir la dependencia que tenemos de la moneda extranjera. Esto no implica necesariamente caer en un aislamiento económico, sino en propiciar la construcción de una moneda nacional fuerte y estable, respaldada por una economía diversificada y productiva, y por instituciones sólidas y transparentes que no utilicen los Bancos Centrales como fábrica de hacer billetes según su conveniencia populista. Sólo así, los países ricos en recursos podrán traducir esa abundancia natural en bienestar para sus ciudadanos, sin verse constantemente amenazados por las decisiones económicas que toma el presidente psicópata de una potencia extranjera. La verdadera soberanía reside, entonces, en la capacidad de decidir nuestro propio destino, incluyendo, por supuesto, el destino de la propia moneda.


Por Néstor Estévez
Diario Azua / 23 octubre 2025.-

Con gran éxito se acaba de realizar "Dajabón vívelo", una experiencia que merece réplica.

Iniciemos recordando que Dajabón es una provincia de la frontera norte de República Dominicana. Como es entendible, para quien no busca más allá de lo que le muestran, se trata de una región asociada al conflicto y a la marginalidad. ¡Tremendo error!

Precisamente, la feria ecoturística "Dajabón vívelo" vino a ser un acto de reivindicación, de esclarecimiento y con gran vocación de futuro. Más que una feria, esta iniciativa visibiliza una estrategia de desarrollo territorial que integra cultura, naturaleza, identidad y gobernanza, y que invita a repensar la frontera no como límite, sino como punto de encuentro y de oportunidades.

Esta feria, celebrada en Santo Domingo con el respaldo de la Vicepresidencia de la República, constituye una experiencia concreta de articulación de esfuerzos multisectoriales y multinivel.

Como subraya la CEPAL, en su “Panorama del desarrollo territorial de América Latina y el Caribe 2022”, los procesos sostenibles de transformación territorial requieren alianzas entre gobiernos locales, actores nacionales, sector privado, sociedad civil y comunidad organizada. Y "Dajabón vívelo" demostró que esa provincia está dando pasos en esa dirección.

En ese marco, desde el Congreso Nacional, una joven y recién estrenada diputada, Daritza Zapata, va mostrando un liderazgo que inspira el involucramiento del sector empresarial y comunitario. Por eso ya destacan diversas experiencias ecoturísticas, senderos comunitarios y recorridos naturales y culturales orientados al turismo sostenible y participativo.

"Dajabón vívelo" hizo notar una visión de gobernanza territorial que rompe con las lógicas centralizadas e impuestas. Esta mirada es una fehaciente muestra de lo que algunos tratadistas definen como una nueva generación de políticas que entrelazan planificación legislativa, identidad local y economía social.

La elección de Santo Domingo como sede de la feria no fue casual: buscó visibilizar a Dajabón ante quienes toman decisiones. Sin embargo, el verdadero valor de la iniciativa reside en la capacidad de proyectar una narrativa distinta sobre la frontera.

"Dajabón vívelo" demostró que ese territorio destaca por su riqueza cultural, biodiversidad, creatividad local y voluntad de futuro. Tal como plantea el informe (ya aludido) de CEPAL, los territorios deben ser reconocidos como espacios vivos de interacción social, institucional y económica, no como simples unidades administrativas o zonas rezagadas.

El ejemplo de "Dajabón vívelo" deja, además, cuatro valiosas pistas para quienes se animen a emular esta iniciativa:

Visión compartida y liderazgo territorial. El liderazgo de actores locales, como la diputada Zapata, demuestra que la articulación comienza desde adentro. Los procesos de desarrollo necesitan referentes locales que entiendan el territorio y lo proyecten.

Articulación multisectorial. La participación conjunta de ministerios, empresas, organizaciones culturales, productores locales y comunidades crea una base más sólida y legítima para el desarrollo territorial. Como se evidencia en las conferencias impartidas en la feria (sobre encadenamiento productivo, incentivos fiscales y aduanas), el desarrollo no debe depender de un solo sector.

Anclaje en la identidad y los recursos propios. La valorización de la gastronomía local, las artesanías, los senderos naturales y el conocimiento comunitario es clave para generar un turismo sostenible y un sentido de pertenencia. Connotados tratadistas destacan que el desarrollo con identidad es más inclusivo y duradero.

Escenarios de encuentro y aprendizaje. La feria funciona como plataforma para el diálogo entre actores diversos, el aprendizaje colectivo y la generación de redes. Este tipo de espacios refuerza la confianza interinstitucional, un componente esencial para las políticas de cogestión territorial.

El desafío ahora es sostener y profundizar esta visión. "Dajabón Vívelo" no debe quedarse en un evento aislado. Requiere continuidad institucional, planes de desarrollo territorial integrales, y mecanismos de participación efectiva de la comunidad. Además, urge conectar estas iniciativas con marcos normativos y presupuestarios que garanticen su escalabilidad y sostenibilidad.

En un contexto donde la frontera ha sido muchas veces sinónimo de exclusión, esta feria nos recuerda que otro relato es posible. Uno donde se evidencie que la frontera es cultura, es ecología, es futuro. Uno que recuerde que el desarrollo no se impone, sino que se construye en diálogo con el territorio y desde su gente.

Dajabón ya comenzó a contar esa historia. Solo falta que el país la escuche, la respalde y la multiplique.

El Mirador
Por Luis Céspedes Peña
Diario Azua / 23 octubre 2025.-

Algunos de los principales dirigentes del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), toman lo que ellos llaman una Ley deficiente (la 10-91), que creó a ese importante gremio, cuya única esperanza, hoy, para la mayoría de sus miembros, es la de llegar casi al término de la edad laboral para recibir una pensión del Estado, fueran o no relacionistas públicos oficiales.

El problema no está en la débil exigencia de la Ley para ser miembro, sino en la deficiente gestión, como la falta de planes sociales que les garantice a afiliados y sus familiares, el disfrute de una vida digna como lo establece la letra F, del Artículo 3, de la misma legislación, aunque hay que admitir que al día de hoy se lograron importantes reivindicaciones, como las facilidades para la importación de vehículos, las pensiones, apartamentos, pequeños subsidios para el Comité Ejecutivo, Seccionales y otros beneficios.

“Pero de ahí a la fecha entra una directiva nacional y sale otra sin logros para exhibirlos! Hay que destacar que las pensiones fueron suspendidas por unos siete años y una buena gestión, tanto de Olivo De León, como de Aurelio Henríquez, presidentes de los máximos organismos del gremio, logró restablecerlas.

Pero hay otro problema mayor, muy preocupante, que es la falta de respeto de gran parte de las instituciones públicas y privadas hacia el CDP. Aquí voy a tomar como ejemplo la muerte de mi hijo Luis Norberto Céspedes Vega, que los salientes presidentes del Comité Ejecutivo del CDP y el Instituto de Previsión y Protección del Periodista (IPPP), Aurelio Henríquez y Olivo De León, se pasaron casi dos años esperando que la anterior procuradora general de la República, Miriam Germán, recibiera una comisión de ambas instituciones, para pedirle ordenar una investigación del caso, pero nunca respondió a las solicitudes.

Pensamos que es tiempo de que el país cuente con un nuevo CDP. ¡No un CDP para discursos bonitos, sino que responda a los planes sociales que requiere el gremio, como lograr el respeto necesario en la sociedad, usando los medios legales que sean, incluyendo los boicots noticiosos en contra de los sectores que humillan a nuestra institución, valiéndose de sus influencias públicas y privadas!

Y también debemos utilizar las protestas civilizadas, cuando sean necesarias, como medio de presión en contra de los sectores que marginan al gremio.

La mayoría de periodistas jóvenes desconoce que el CDP que tenemos, casi un cadáver, se construyó arrastrado por miembros del desaparecido Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales (SNPP), los mismos que algunos dirigentes de hoy quieren opacar, pero que se hizo derramando sangre causada por opresores, golpeaduras, encarcelamientos, presión sicológica y despidos de los pocos medios de comunicaciones que existían en esos tiempos.

Esa falta de respeto y consideración al gremio se generaliza cada día más. Si bien es cierto que contar con un CDP con miembros con más títulos se observa más bonito, la verdad es que la mayoría de los mejores periodistas de este país, de todos los tiempos, como son los casos de Ramón De Luna, Radhamés V. Gómez Pepín, Rafael Molina Morillo, Domingo Saint Hilaire, René Fernández Almonte, Haime Thomas Frías Carela, Rafael Herrera, Bélgica Suárez, Rafael P. Rodríguez, Epifanio Rodríguez, Adriano De la Rosa, Carlos Manuel Estrella y otros, de diferentes generaciones, no se titularon en ninguna escuela de Periodismo, porque no había en las grandes ciudades, excepto la capital.

Aquí nació la idea de crear, el 9 de Abril de 1942, el Instituto de Periodismo de la Universidad de Santo Domingo, que posteriormente, el 2 de Febrero de 1953, lo oficializó con el nombre de Escuela de Periodismo. ¡Periodismo es lo que se estudia en la mayoría de países!

Las redacciones de los pocos medios de comunicaciones que había antes, como El Caribe, La Información, Listín Diario, el Correo y otros, eran “verdaderas universidades para la formación periodística”, las cuales se convertían en tradiciones de generación en generación.

Un periodista bien formado se tipifica por una buena redacción, un adecuado verbo y el rendimiento. Con esos tres elementos se trabaja excelentemente en los medios escritos, de radio y televisión. ¡La mayoría de los medios digitales tiene otras características!

En síntesis, lo que queremos decir es que los problemas del CDP no son porque la Ley 10-91, establece que “periodista es el que tiene un título universitario en Comunicación Social, de las Escuelas de Periodismo o aquellos que obtienen el sustento familiar a través de agencias u otros medios periodísticos”.

En el país hay otro grupo que se formó en Periodismo la década de los 70, otra de las épocas de los valientes de esta profesión, en la Escuela Difusora Panamericana, que tenía su salón de clases y oficina en la Avenida San Martín, en las proximidades del Estadio Quisqueya, de Santo Domingo.

De esa Escuela salieron Bolívar Díaz Gómez, actual director de El Nacional, Osiris García, Luis Fabio Goris, Antonio Espinal, que fue jefe de Redacción del Diario la Prensa de Nueva York, Rafael Collado, una prima hermana de los hermanos Domínguez Brito de Tamboril, que no ejerció, quien escribe y otros.

El CDP sigue dirigido por el Movimiento Marcelino Vega, ganador de los tres órganos de direcciones de las últimas elecciones y del 98 por ciento de las anteriores.

El nuevo presidente, ya juramentado, es Luis Pérez. Desde ya podemos adelantar que si Luis Pérez hace el trabajo que contempla la Ley 10-91 a favor de sus miembros, sin esperar a que se modifique, puede contar con nuestro apoyo, si Dios nos permite estar vivo y con salud, pero de lo contrario, no lo haremos por su reelección.

Hay que hacer lo posible por motivar a las nuevas generaciones de periodistas, logrando reivindicaciones, los cuales-en su mayoría- hoy no les importa al CDP, al cual se afilian, no pensando en mejorías inmediatas, sino en que cuando se aproximen a la vejez, puedan lograr una pensión del Estado, si es que existan para esos tiempos.

Debemos destacar el crecimiento del nuevo Movimiento Dos Generaciones, cuyo candidato Aurelio Henríquez, que quedó en segundo lugar en las elecciones pasadas, cuya mayoría de miembros salió del Movimiento Convergencia, que alcanzó un bajo tercer puesto.

¡Felicitaciones para todos los ganadores, incluyendo a los de Santiago, con Carlos Arroyo Ramos, como secretario general, y Perfecto Martínez, coordinador de ese nuevo Movimiento! También, aprovechamos para Felicitar a Félix Parra y Francis López, como vicepresidentes del CDP e IPPP, además del reelecto José Batista, de la filial del SNTP en esta ciudad.

Como es lógico, también incluimos a los coordinadores del Marcelino Vega a nivel nacional, el presidente Ad-vitam, José Bujosa Mieses (Chino), Olivo De León, Mercedes Castillo y otros.

La mayoría de los médicos se hacen ricos usando sus especialidades, como son la cabeza, incluyendo los ojos, los pies, el estómago, el corazón, garganta, riñones u otras áreas del cuerpo. El periodista puede ser doctor en Comunicación, licenciado o técnico, pero si carece de buena redacción, buen verbo y tiene poco rendimiento, como lo expresé antes, seguirá ganando un dinerito para subsistir.

Recuerden que el grupo de periodistas que mencioné llegaron a los más altos niveles de las direcciones o redacciones. No estoy diciendo que el estudio no es necesario. Todo lo contrario, es bueno, pero es para ratificar mi postura de que con la modificación de la Ley 10-91, como plantean algunos dirigentes del gremio, sin la ejecución de planes que favorezcan el rescate del CDP, de nada servirá una nueva legislación. La Ley establece la forma de cómo el CDP puede recaudar dinero y otros recursos. ¿Pero lo estamos haciendo? Diríamos que mínimamente.

En lo que respecta a las crisis políticas que abarcan a Venezuela, Nicaragua y Colombia, es lo mismo que escribí hace varios meses.

¡Es un juego político de los Presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin! A Putin lo que le interesa es quedarse con los territorios ocupados de Ucrania y la no integración de ese último país a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¡Y lo va a lograr!

A Estados Unidos, con el Presidente Trump a la cabeza, lo que le interesa es acabar con los gobiernos de Nicolás Maduro, de Venezuela, Daniel Ortega, de Nacaragua, y Gustavo Petro, de Colombia. Estados Unidos ya etiquetó a Maduro y Petro como líderes del narcotráfico.

A Maduro, el Presidente Trump le sigue dando la oportunidad para que negocia su salida, sea a Rusia o cualquier otro país, para que disfrute de sus bienes millonarios, pero éste se resiste. ¡Lo llevarán amarrado a Estados Unidos por narcotráfico, para que las riquezas de ese supuesto delito entren a las arcas norteamericanas!

¡Es que hay negociaciones entre dos de los tres más grandes gobernantes del mundo, como son Trump y Putin! Todo ese aparataje militar que está desarrollando Estados Unidos en el Caribe, es un mensaje para Maduro, Ortega y Pedro.

Fuera de esa área, Trump le dijo a Volodimir Zelenski, el Presidente de Ucrania, que si no negocia con Putin lo perderá todo. Y si Estados Unidos, que es el principal apoyo de la guerra a favor de Ucrania, está desalentando al Presidente Zelenski, es porque las negociaciones entre los grandes están concluyendo.

Si yo fuese Zelenski, con esa advertencia, aún con toda la razón, concluyo la guerra con un buen discurso, diciéndole al país que ya es imposible resistir la ofensiva rusa, con más de 140 millones de habitantes contra el suyo, de algo más de 40, peleando contra la segunda potencia militar del mundo, y sin el respaldo de Estados Unidos, que va a ocurrir, lo ideal sería que éste, mediante negociación, pueda continuar otros tres años en el poder, bajo el alegato de que él es imprescindible para dirigir la reconstrucción de la nación.

Desde que se inició la invasión a Ucrania, advertimos que por la desigualdad entre esos dos gobiernos, Ucrania no podía ganar. Debemos decir que Zelenski no debió establecer una postura firme para afiliar a Ucrania a la OTAN, sin estar seguro de que sus líderes lo respaldarían al 100 por ciento. ¡Fue un gravísimo error!. Pero aún así, Zelenski pasará a la historia como el pequeño valiente que se enfrentó a un gigante de guerras, llamado Vladimir Putin.

¡Gracias por leernos!
Por Emilia Santos Frias
Diario Azua / 23 octubre 2025.-

Todos los seres humanos somos capaces de hablar, pero para ser oradores se debe tener ardor, énfasis y elocuencia. Hay que educarse, es el camino directo para poder debatir con elocuencia, vehemencia y preparación, para hacerlo con inquebrantable energía, entusiasmo y confianza en sí mismo.

Es necesario dominar temores y desarrollar valor. Esto es impedir que el miedo y la timidez nos ofusquen. “Con el imperio de la palabra se acredita mérito, ascensos laborales, talento y poder..., siempre que haya concentración, fluidez, buen ánimo, hilaridad, dominio de los pensamientos, ilación o conexión, claridad, vigor, presencia y serenidad”.

A propósito de estas conjeturas, hace 32 años, en 1993, recibí como obsequio la obra: Cómo hablar bien en público e influir en los hombres de negocios, del autor Dale Carnegie, reputado profesor de oratoria. Hoy a más de tres décadas de haber abrevado sus recomendaciones, al repasar las páginas de sus 16 capítulos, me he encontrado con cuantiosas sustancias para la mente y el corazón, de vital aplicabilidad en este Siglo de la Información.

Con hincapié en el miedo del micrófono y palabras comadrejas, trilladas..., aspectos que afectan a personas que tienen como función hablar en público, pronunciar discursos o impartir conferencias. En el entendido, Carnegie, asegura que el arte de hablar en público implica compromiso con las audiencias, esfuerzos personales para capacitarse.

A sabiendas de que todos en algún momento experimentaremos nerviosismo, sin embargo, el método más eficaz para desarrollarnos es tener confianza en nosotros mismos. Usar nuestra esencia, es decir, ser natural; prepararnos, practicar y hablar. Conscientes de que “hablar de repente y sin pensar, siempre lleva a desacierto..., pero, si vencemos el temor iniciar, este no pasará de ser eso”.

Este libro es un método de adiestramiento original, que combina el arte de hablar en público, vender, fortalecimiento de las relaciones humanas, desarrollo de la personalidad y psicología aplicada. Analiza el desarrollo del valor y de la confianza en sí mismo, además de la confianza durante la preparación.

Durante su análisis, también se identifica cómo preparaban sus discursos algunos oradores famosos, el perfeccionamiento de la memoria, la impresión, repetición y la asociación. De igual forma, indica cómo evitar que el auditorio se duerma. Los elementos indispensables para hablar con éxito, el secreto de la buena elocución, la elocuencia y la acción. Cómo iniciar un discurso y cómo ganar la voluntad del auditorio.

Conjuntamente con recomendaciones, entre ellas aprender a respirar para mejorar la voz, disciplinar la mente. Porque es preciso tener todas nuestras ideas en orden al elaborar o hacer un discurso, tener deseo vivo, entusiasmo; conocer el tema a tratar, proceder con confianza y ejercitar práctica continua.

Al tiempo de procurar atraer la atención del público. Hablarle con la verdad y educarlo para que actúen. Asimismo, cómo terminar el discurso, cómo hacernos entender claramente y despertar el interés del auditorio. La inculcación y el convencimiento, incitación a la acción y el lenguaje correcto. “Hay que tener compromiso y seguir instrucciones, siendo organizado; cortés en el servicio, y disfrutarlo mientras se ofrece”.

Además, la personalidad es clave para llegar al éxito, por tanto es necesario vestirse de forma pulcra, estar alegre, ejercitar el arte de los ademanes, siendo espontáneos y de forma natural.

Iniciar y finalizar el discurso, con estrategias, son las partes de suma importancia. Presentarlo de forma breve, con buen comienzo y buena terminación, para arrebatar la atención. Vincular el tema la interés del auditorio, y dejar que este forme sus propias opiniones.

Comenzar con un punto común y terminar con la parte estratégica. “Al entrar hacerlo con señorío y respeto para ganar la confianza del público, sentir vínculos con el..., al final, las últimas palabras quedan sonando en los oídos”.

Hay que resumir, repetir, listar y exhortar a la acción. Impresionar, convencer, incitar, entretener y ser claros, evitar tecnicismo..., siendo correctos. Al mismo tiempo, ser un buen parafraseador, preciso, que cita a autoridades en el tema que trata. Decir lo que tenemos que decir con énfasis en méritos propios: ser natural, con la intención de que los oyentes se apropien de las ideas.

Salpicar el discurso de frases que creen imágenes. “Ver una vez equivale a escuchar mil veces”. En tanto, desde el lenguaje correcto, transmitir sentimientos, ideales, justicia, piedad, perdón y amor. Este es el método asertivo.

“Nuestro lenguaje es un reflejo de con quienes tratamos”. En ese orden, el autor exhorta leer a grandes maestros de la Literatura, estudiar la etimología de las palabras; investigar y no usar palabras comodines, comadrejas, trilladas. Más bien “sea usted mismo, natural, ponga sello, se consigue siendo sincero”. Este es el secreto.

Hasta pronto.

La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.

domingo, 19 de octubre de 2025

Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 19 octubre 2025.-

“Los brazos de una madre son de ternura y los niños duermen profundamente en ellos”, Victor Hugo

Este domingo 19 de octubre festejamos en Argentina el día de la madre, un reconocimiento que si bien está anclado en la dimensión afectiva y familiar, nos invita a una meditación más profunda sobre la importancia ontológica y ética del rol materno. La figura de la madre no puede ser confinada a una mera función biológica-reproductiva o social, sino que debe ser entendida como una categoría fundamental en la constitución de la identidad humana y la emergencia de la moral. Es, en este vínculo primario, donde se inscribe la primera lección de alteridad, la primera experiencia de dependencia absoluta y la manifestación del amor incondicional como fuerza formativa.

Está claro que no somos nada sin nuestra madre; nuestra existencia es un testimonio palpable de su sacrificio y amor incondicional. Desde el momento de la concepción, cada uno de nosotros se convierte en “carne de su carne”, lo que refleja la esencia de la relación maternal. En palabras de William Wordsworth, “la madre es la fuente de nuestros días” (Wordsworth, Poems in Two Volumes, 1807), una afirmación que resuena con la profundidad de lo que significa ser humano. Este vínculo, tan intrínseco a nuestra identidad, se manifiesta no solo en la biología, sino en la experiencia diaria del cariño, la educación y la guía.

A medida que crecemos, el reconocimiento de este lazo se vuelve aún más pertinente. El filósofo Gabriel Marcel sostenía que el vínculo materno es una dimensión fundamental de la existencia, donde “la creación de un ser humano es una perpetua renovación de la luz en el misterio de la vida” (Marcel, La dignidad humana, 1964). Este vínculo se vuelve indisoluble, no sólo en el plano estrictamente emocional, sino también en el ontológico y espiritual, donde las enseñanzas y experiencias de nuestras madres perduran a lo largo de nuestras vidas. A menudo, en la búsqueda de la individualidad y la superación personal, nos olvidamos que nuestras raíces están profundamente ancladas en el amor y en el sacrificio materno, un hilo que teje la historia de nuestra existencia y nos conecta a lo sagrado, mientras nos recuerda en nuestros momentos de lucidez: nadie llega a sólo a ningún lado”.

Asimismo, el rol de la madre, al operar desde la entrega radical y el sacrificio constante, se erige como un arquetipo de la generosidad y el perdón. Recordemos que el escritor y pensador Víctor Hugo lo expresó de manera conmovedora al afirmar que “los brazos de una madre están hechos de ternura y los niños duermen profundamente en ellos” (Hugo, s.f.). Más que una metáfora sencilla o imagen poética, esto sugiere que el regazo materno es el primer lugar seguro del cosmos, el origen de la paz que el ser humano buscará, consciente o inconscientemente, durante toda su vida. La fuerza que emana de esta figura trasciende las leyes puramente racionales o naturales, siendo una potencia transformadora que ampara la fragilidad.

Es innegable, también, que la figura materna, en su manifestación como fuente de vida y refugio ha sido históricamente investida de una profunda dimensión sacra. En el ámbito antropológico y religioso, este rol se proyecta en el arquetipo atemporal de la “Diosa Madre” o la “Gran Madre”, principio generador que personifica a la Tierra (Mater) como origen de toda existencia. La Tierra y el Agua, en el pensamiento arcaico, eran consideradas el material primordial, “aquella que se penetra, aquella que se excava y que se diferencia simplemente por una resistencia mayor a la penetración” (Durand, 1981, p. 219). De esta matriz primordial surge la conexión ineludible entre lo femenino, la fecundidad y lo numinoso.

Particularmente, en el cristianismo, este aspecto sagrado alcanza su cúspide y su singularidad en una figura de trascendencia ecuménica, a saber, la Virgen María. La teología sobre la madre de Jesús se funda en el dogma de la Encarnación, para la tradición cristiana y especialmente la católica, la cual le otorga el título de Madre de Dios (Theotokos en griego). No se trata de un título honorífico, sino de una verdad dogmática que garantiza la identidad misma de Cristo: si Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre, y María es la madre de Jesús, ella es, verdaderamente, Madre de Dios. Este título fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso en el año 431 d.C. para proteger la doble naturaleza de Cristo, refundando a quienes pretendían reducir a María a ser sólo la madre de su humanidad. Pues bien, el Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza este misterio al afirmar que “la Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios (Theotokos). En efecto, Aquel que ella concibió como hombre por obra del Espíritu Santo y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda Persona de la Santísima Trinidad” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 495).

Como habrán podido apreciar, su rol no es pasivo en absoluto, sino un acto de fe y obediencia que revierte la desobediencia original. Recordemos también a San Ireneo de Lyon, Padre de la Iglesia, quien formuló esta idea con claridad al establecer el paralelismo teológico: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María. Lo que Eva ató por su incredulidad, María lo desató por su fe” (Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, III, 22, 4).

Otro aspecto importante en este análisis es el valor que tiene la fortaleza de las madres. La maternidad de María se extiende, sin embargo, más allá del gozo de la concepción hasta el extremo del dolor. Su figura se vuelve el arquetipo de la maternidad heroica al presenciar el sufrimiento y la muerte de su hijo. Esta dimensión, inmortalizada en la “Pietà” o la escena del Stabat Mater (la Madre dolorosa), trasciende lo teológico para ofrecer una reflexión profunda sobre la capacidad humana de la mujer para soportar dolores existencialmente insoportables.

María, como tantas madres en la historia que han visto caer a sus hijos por la violencia, la enfermedad o la guerra, encarna la fuerza silenciosa que se mantiene en pie ante la aniquilación. Sobre este tópico en particular, el Papa San Juan Pablo II, meditando sobre este dolor en su encíclica Redemptoris Mater, resalta la naturaleza única de su calvario materno: “Por medio de esta fe, que era en cierto modo la ‘llave’ de todo el misterio de la Anunciación y de la Encarnación, la Virgen... compartía la cruz de su Hijo, uniéndose al sacrificio redentor que él ofrecía” (Juan Pablo II, 1987, n. 24).

La fortaleza de María no reside en una inmunidad al sufrimiento, sino en su capacidad de dotar de sentido al dolor a través de su fe y amor inquebrantable. Esta cualidad es, en su esencia filosófica, un testimonio del heroísmo cotidiano que yace en el corazón de la maternidad: la capacidad de amar y nutrir la vida, incluso cuando esa vida está amenazada o se desvanece, transformando el sufrimiento más íntimo en un acto de suprema dignidad y resistencia ética.

Tampoco podemos olvidar que la ternura de la maternidad se despliega siempre como un acto de resistencia y creación que va más allá de la biología, enraizandose en un profundo compromiso afectivo. Como sostuvo la filósofa Simone Weil, “la verdadera fuerza es el amor” (Weil, “La gravedad y la gracia”, 1949), lo que sugiere que la maternidad, en su esencia, es una manifestación del amor que nutre y transforma tanto a la madre como al hijo. Esta relación se fundamenta en la experiencia del cuidado, que se convierte en un locus de desarrollo ético y emocional. Por su parte, Sara Ruddick describió el trabajo materno como “una práctica que exige reflexión y vitalidad” (Ruddick, Maternal Thinking: Toward a Politics of Peace, 1989, p. 2), donde la ternura se manifiesta en cada acto de atención y dedicación. En este sentido, la maternidad es un “espacio sagrado” de experiencia compartida, como sugiere el teólogo Henri Nouwen, para quien “la maternidad es un lugar de encuentro donde el amor se convierte en vida” (Nouwen, Life of the Beloved: Spiritual Living in a Secular World, 1999). Esta dualidad de la maternidad, entre la ternura y el desafío, nos invita a repensar nuestras interacciones y vínculos, convirtiendo el hogar en un microcosmos de la ética del cuidado y el amor.

La meditación sobre el rol materno en clave filosófica y sagrada no debe culminar en una celebración acrítica o en una simple apología, sino que debe abrir un espacio para la reflexión crítica y la interrogación radical de nuestras categorías conceptuales.

La tradición filosófica occidental se ha construido históricamente sobre el primado del “Logos”, privilegiando la razón abstracta y desencarnada por encima de la experiencia sensible y corporal, relegando la ética del cuidado a un segundo plano. Surge entonces aquí una pregunta fundamental: si la vida humana se constituye en la vulnerabilidad y la interdependencia radical- hechos ineludibles de la experiencia materna-, ¿de qué modo una genuina “filosofía de la matriz” o del cuidado puede transformar nuestras categorías ontológicas, situando estos elementos esenciales en el centro mismo de la verdad existencial, y no meramente como accesorios de la razón?

El debate sobre la maternidad alcanza su punto más álgido en la postmodernidad, un tiempo marcado por la primacía del individuo y el imperativo de la autorrealización personal. En este contexto, ha emergido una poderosa corriente ideológica, a menudo asociada a ciertas “agendas de empoderamiento”, que reduce la maternidad a una carga biológica o una esclavitud social que impide la trascendencia. Beauvoir, con su crítica a la mujer como “el Otro”, sentó las bases para esta visión al argumentar que el embarazo es una “servidumbre de la especie”, una experiencia que “encadena a la mujer a su cuerpo” (Beauvoir, 1949, p. 556). Esta perspectiva, que ve la renuncia y el cuidado como una limitación a la libertad individual, ha llevado a muchas a experimentar la vocación materna como un obstáculo a la realización profesional y egoísta.

La figura de la mujer posmo-empoderada, con frecuencia ataviada en la ilusión del éxito y la autonomía individual, se asemeja a una actriz en un escenario vacío, donde cada aplauso es efímero y cada logro, una mera acumulación precaria de bienes perecederos. En su afán por el reconocimiento, muchos ven la maternidad como una cadena que les impide disfrutar de “lo mejor” de la vida- el lujo, los viajes y las experiencias mundanas- ignorando que estas aparentes victorias son, en última instancia, transitorias y vulnerables a la muerte. Martin Heidegger nos advierte sobre el peligro de una existencia superficial que evade la pregunta del ser y de lo que trasciende; en su obra, se nos recuerda que “la muerte nos confronta con la esencia de lo que somos” (Heidegger, Ser y tiempo 1927). En contraste, el acto de ser madre sienta las bases para una conexión profunda y duradera, trascendiendo los caprichos mundanos. Como escribe la autora bell hooks, “la maternidad recrea la vida en un contexto ético y espiritual” (hooks, 2002, The Will to Change: Men, Masculinity, and Love p. 134), sugiriendo que el legado que dejamos a través de nuestros hijos perdura más allá de nuestras propias limitaciones temporales. Así, la maternidad no se presenta como una renuncia o una esclavitud, sino como la única certeza de trascendencia que contrarresta la fugacidad de la vida posmoderna.

Frente a esta visión que etiqueta el don de la vida como una condena, se levanta la voz de quienes reafirman la dignidad intrínseca y la potencia ética de la maternidad como contribución insustituible a la humanidad. En esta línea, San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, remarca que la feminidad se realiza plenamente en el don de sí, un concepto que la madre encarna de manera paradigmática. Él afirmaba allí que “la maternidad es una verdad y una tarea que concierne a la persona de la mujer en su totalidad, de su ser y de su misión“(Juan Pablo II, 1988, n. 18). Aquí, el debate filosófico se centra, por tanto, en el dilema ético fundamental: ¿es el ser-para-sí (la autorrealización individualista) el único horizonte de la libertad, o se encuentra la plenitud más auténtica en el ser-para-otro (la entrega vital generosa) que define y ennoblece el acto de la madre?

Finalmente, en la era posmoderna, marcada por la biotecnología y la subrogación, se presenta un dilema ontológico sin precedentes: la función biológica (gestación), la función genética y la función social (cuidado) de la madre pueden ser separadas y distribuidas entre diferentes sujetos. Ante esta fragmentación tecnológica de la matriz, la reflexión se torna ineludible cuando nos preguntamos ¿qué constituye la esencia irrenunciable del vínculo materno? ¿Radica su sustancia en la gestación biológica, en el acto consciente del cuidado, en la intencionalidad del proyecto de vida, o en la mera fuerza del amor incondicional? La respuesta a este dilema es crucial, pues impacta directamente en la concepción filosófica de la identidad, la filiación y el destino del ser humano.

El autor es docente, escritor y filósofo
San Juan - Argentina (2025)

sábado, 18 de octubre de 2025

 


Por Néstor Estévez
Diario Azua / 18 octubre 2025

El negocio de Tony es relativamente pequeño. Se dedica a la venta de provisiones, con apenas cuatro o cinco empleados. Pero en lo que puede considerarse verdaderamente grande es en el criterio con que se atiende a los clientes.

Lo visité recientemente. Al llegar, le pregunté a un joven por algo que buscaba. Y este, además de indicarme, me acompañó hasta el lugar en donde ubican ese tipo de mercancías. Durante mi visita, cada momento allí se convirtió en una experiencia para celebrar.

Luego de pagar, al cruzar la calle, un producto embotellado que había adquirido en el establecimiento fue a parar al pavimento, echando a perder su contenido. Todo pasó tan rápido que no supe cómo llegó la información. El asunto es que, apenas se enteraron de mi percance, uno de los empleados ya acudía hacia mí con otra botella para sustituir la que había perdido.

Me quedé pensando y consulté a personas del entorno sobre el tema. Así me enteré de que el crecimiento de ese negocio y la prosperidad de Tony tienen una explicación vinculada con la experiencia que viví. Allí se trabaja para obtener beneficios, pero generar satisfacción en los clientes es un tema que no se negocia.

El trato que ofrecen los empleados de Tony vale más que mil métricas. Ese comportamiento marca una clara diferencia al compararlo con el de negocios en donde los indicadores económicos han desplazado a los gestos de humanidad.

Este caso resulta aleccionador cuando la fascinación por las métricas, los KPIs –como llaman a los indicadores de rendimiento- y la obsesión por los resultados económicos suelen dejar de lado al activo más valioso y sostenible: el factor humano.

Lo que viví en el minimarket de Tony es la expresión práctica de lo que dice la ciencia. Un estudio publicado a inicios de 2025 en Management Review Quarterly arroja luz sobre esta idea. En ese estudio se demuestra que la empatía en el liderazgo no es una simple habilidad blanda, sino la ventaja estratégica más potente del siglo XXI.

Una rigurosa revisión científica, elaborada por investigadoras de la Universidad Técnica de Dresde, analizó más de cuarenta estudios en distintos países y sectores. Sus conclusiones son contundentes: los líderes empáticos crean un efecto dominó que transforma la organización desde dentro hacia fuera, llegando directamente al cliente.

Parece que Tony conoce muy bien el principal hallazgo de esas investigadoras alemanas. Ellas sostienen que un líder empático no solo gestiona mejor a su equipo, sino que modifica su comportamiento. Dicen que cuando un directivo se ocupa genuinamente por el bienestar de sus empleados, escucha sus perspectivas y fomenta un entorno de justicia y confianza, los propios empleados replican esas conductas con los clientes.

Este "efecto de reciprocidad" es crucial para la experiencia del cliente. Un empleado que se siente valorado, escuchado y tratado con justicia no necesita un guion para ofrecer un buen servicio. Lo hará de forma natural porque la empatía se ha convertido en parte de la cultura de la empresa. Los equipos liderados con empatía no solo reportan mayor satisfacción laboral y menores niveles de estrés, sino que también son más innovadores y productivos.

¿Por qué? Porque un clima de seguridad psicológica, donde los errores se ven como oportunidades de aprendizaje y las ideas son bienvenidas sin temor al ridículo, es el caldo de cultivo perfecto para la creatividad. Un equipo cohesionado y motivado es más ágil a la hora de resolver los problemas complejos de los clientes y de anticipar sus necesidades futuras. En resumen, la empatía del líder se traduce directamente en un mejor desempeño del equipo y, por extensión, en un servicio al cliente que no solo satisface, sino que deleita.

Tanto lo vivido en el minimarket de Tony como lo que muestran esas investigadoras alemanas sirven como invitación para repensar dónde reside el verdadero motor del éxito empresarial. En una era de automatización, la conexión humana genuina es un diferenciador clave. En esta era llegó el momento para que los tableros de control en las empresas incluyan un nuevo indicador: el nivel de empatía de sus líderes.

Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 18 octubre 2025.-

“El único elemento de la filosofía de Jesús que fue revolucionario es el perdón, y la única acción que realiza es hablar, arriesgándose a morir por ello”. Hannah Arendt, La condición humana

La reciente liberación de rehenes, la negociación de una tregua, o la firma de cualquier tratado de paz tras un conflicto atroz, no representan la simple restitución del statu quo ante bellum. No devuelven la inocencia a las víctimas ni la pureza a los espacios arrasados. Por el contrario, lo que ocurre es, en palabras de Arendt, una entrada distinta y ruidosa en el “mundo”, un segundo nacimiento que está marcado inexorablemente por el eco de lo vivido.

Este eco es bastante profundo: el trauma se inscribe no sólo en la mente, sino en la corporalidad, en el silencio y en la manera de mirar a quienes se ama, pues, como advierte el psiquiatra Bessel van der Kolk, el trauma se almacena en el cuerpo, no sólo en la memoria. Esta afirmación desnuda la tremenda falsedad de la dicotomía mente/cuerpo, puesto que el horror deja surcos permanentes en la respiración y en la orientación espacial. En consecuencia, la tarea de dar sentido para quien vuelve del cautiverio se impone como una labor de alquimia, buscando transformar la materia bruta de la experiencia límite en algo habitable sin traicionar la memoria. Al respecto, Viktor E. Frankl, quien supo escribir desde la experiencia del campo de concentración, dejó la pauta de una resistencia interior que no es una exhortación a la superación individual sin marco, sino a la constatación de que la voluntad puede ser sostenida por un proyecto: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos” (Frankl, 1946/2006, p. 120).

Sin embargo, esta proeza individual no puede ser pensada fuera de su marco político y social. Cuando el tejido comunitario que sostiene la vida ha sido destruido por la guerra, la experiencia de la víctima individual se cruza con la “vida desnuda” (nuda vita) de la población civil. Esta condición, definida por Giorgio Agamben como aquella existencia despojada de todo atributo jurídico o político, está expuesta a la violencia arbitraria (Agamben, 1995/2013). Así pues, la persistencia de la vida en Gaza, bajo bombardeo constante durante dos años, no es la recuperación del bios (la vida calificada y con sentido), sino la supervivencia brutal de la zöe (la mera vida biológica), una condición compartida, aunque asimétricamente, con la persona rehén, ya que ambos son sujetos de una violencia que los reduce a su mínima expresión biológica.

Por detrás de este crudo análisis filosófico de la condición de las víctimas, tanto rehenes israelíes como civiles inocentes de Gaza, se encuentra en todo su esplendor el cinismo biopolítico y la vanidad de quienes ahora son, según los medios de comunicación, los “abanderados de la paz”. Pensemos en la figura de un líder global, aclamado por la paz ahora, mientras que su gestión es la misma que ha permitido el horror sistemático, nos enfrenta directamente al cinismo estructural del poder posmoderno. Este espectáculo político no es una contradicción moral accidental, sino la manifestación de una biopolítica consciente y estratégicamente administrada, donde la vida y la muerte son objeto de un cálculo de poder.

Sobre este aspecto en particular, recordemos que Michel Foucault identificó el cambio del poder soberano al biopoder, donde el viejo derecho de “hacer morir” o de “dejar vivir” es sustituido por el poder de “hacer vivir” y “dejar morir” (Foucault, 1976/1990, p. 182). En el escenario de la crisis actual, el presidente norteamericano actúa como el administrador supremo de este campo biopolítico. Por una parte, el consentimiento o la habilitación de los bombardeos que arrasaron no sólo con casi la totalidad de los edificios de Gaza, sino también con mujeres y niños que se encontraban morando allí, se traduce en el cálculo del “dejar morir” a una población en aras de un objetivo geopolítico funcional a los intereses de un puñado minúsculo de degenerados. Por la otra, la negociación y la liberación de los rehenes se instrumentaliza como un acto de “hacer vivir” a unos pocos, con el objetivo de asegurar el consenso político interno, la imagen internacional y el estatus de “pacificador”.

En esta dialéctica macabra, muy propia de estos tiempos nefastos, el líder que exige abiertamente el Premio Nobel de la Paz ejemplifica la degradación de la acción política a una vanidad vacua que nos deja sin palabras. Al respecto, Arendt, en La condición humana, argumentó que el actor político busca la “grandeza” y el reconocimiento público para contrarrestar la futilidad inherente a la acción humana (Arendt, 1958). Sin embargo, cuando este reconocimiento se busca tras haber coadyuvado a la devastación masiva, la acción se convierte en una farsa cínica.

El cinismo, en este contexto, no es sólo la mentira, sino también la separación consciente entre el discurso ético de la paz y la práctica funcional de la guerra. El galardón de la paz, por lo tanto, no se busca como una culminación de la justicia, sino como la máxima condecoración por una exitosa contabilidad de víctimas, donde la liberación de unas pocas vidas vale más, en términos de capital político, que la inacción frente a la destrucción de miles. Este es el momento, amigos míos, en que la imagen de la paz eclipsa, de forma mediática y espectacular, la materialidad de la guerra real.

Paralelamente, ante la limpieza étnica calculada y el caradurismo político, se alza rasposamente la voz de la diplomacia vaticana, pero ésta, a menudo, parece atrapada en una tibieza que privilegia la neutralidad sobre la intervención moral decisiva. El Papa y sus patéticos emisarios han sido constantes en sus parroquiales llamados a la oración y en sus clementes expresiones de dolor, actos cruciales que honran la dimensión espiritual y humanitaria del sufrimiento. Queda claro que lo que estamos explicitando aquí es una crítica directa que apunta a la carencia de una implicación política que rompa los muros del Vaticano y sus redes sociales.

Cuando el horror es sistemático y las atrocidades son manifiestas, la diplomacia de la Santa Sede tiende a refugiarse en una equidistancia glacial, buscando mantener abiertos canales de diálogo con todas las partes, incluso a costa de la claridad moral. Esta actitud ya fue señalada por el Consejo de la Asamblea de Rabinos de Italia al cuestionar la respuesta del Vaticano ante los ataques: “¿de qué han servido décadas de diálogo cristiano-judío hablando de amistad y fraternidad si luego, en la realidad, cuando alguien intenta exterminar a los judíos, estos, en vez de recibir expresiones de cercanía y comprensión, reciben como respuesta acrobacias diplomáticas, ejercicios de equilibrismo y una glacial distancia?” (Council of the Assembly of Rabbis of Italy, citado en Jewish-Christian Relations, 2024). Y mejor no hablemos de la patética quietud que se mostró cuando Israel bombardeó una Iglesia católica en Gaza con niños refugiados en su interior.

Esta “cautela”, lejos de ser prudencia evangélica, corre el peligro de ser interpretada como un fracaso ético-político. Lo que se exige de un Sumo Pontífice en el escenario global no es sólo la bendición y la súplica, sino una acción audaz que encarne la parrhesía (hablar con verdad y franqueza, incluso ante el peligro). Un Papa valiente debería usar el capital simbólico de la Sede Petrina no sólo para rezar por la paz entre israelíes y gazatíes, sino también para interceder con firmeza por los miles de cristianos perseguidos en territorio de dominio islámico, donde la zöe (vida desnuda) es la condición permanente de las minorías religiosas. La prioridad de la diplomacia católica debe ser menos el equilibrismo geopolítico y más el sacrificio activo por la dignidad de aquellos cuya vida está al margen de cualquier protección estatal. La Iglesia, para ser la “Iglesia en salida” que Francisco proclamaba, debe hacer de la intervención activa por los mártires de hoy un eje visible y contundente de su política exterior, abandonando la comodidad de la condena genérica por la lucha concreta y valiente por las minorías asediadas en las periferias.

En este punto, es fundamental que entendamos las injerencias del perdón y de la promesa, conceptos que funcionan de “remedios” arendtianos contra la idea de irreversibilidad. Para Arendt, la acción (capacidad humana de comenzar algo nuevo) es la esencia de la política. No obstante, la acción es inherentemente peligrosa porque está marcada por dos defectos fatales: es “irreversible” (no se puede deshacer lo que se ha hecho) e impredecible (sus consecuencias exceden la intención del actor). Frente a la fatalidad de la acción y su horror masivo, nuestra autora propone estos dos “remedios” que permiten a la humanidad continuar y volver a iniciar, en lugar de quedar atrapados en el ciclo del resentimiento. El “perdón” y la “promesa” actúan como mecanismo de interrupción. Su filosofía lo resume indicando que el remedio es para la irreversibilidad, para la imposibilidad de ‘deshacer’ lo que ha sido hecho, es la facultad de perdonar. Y el remedio para la impredecibilidad, para caótica incertidumbre del futuro, es la facultad de prometer” (Arendt, 1958, p. 237).

El “perdón” (Verzeihen) no es un mecanismo jurídico ni un olvido emocional, sino un acto profundamente político cuya función es liberar a ambos, ofensor y ofendido, de las consecuencias del acto. El perdón interrumpe el ciclo de la venganza, la cual es una reacción sujeta a la necesidad y a la determinación del pasado. Es, en definitiva, un acto de libertad que se niega a ser determinado por lo que ya pasó, perdonando a la persona (no al acto) para que pueda reingresar al mundo de la acción. En el contexto actual que venimos analizando, el cinismo del “abanderado de la paz” reside, precisamente, en que no se permite pedir perdón, sino que se exige “alabanza”. La vanidad del líder obstaculiza la irrupción del perdón, ya que este presupone el reconocimiento del daño y la falibilidad, cualidades que son incompatibles con la búsqueda de la gloria personal.

El segundo remedio es la “promesa” (Versprechen). Si el perdón libera del pasado, la promesa doma la impredecibilidad del futuro. Es el acuerdo mutuo de un grupo de personas para actuar de una manera determinada, estableciendo “islotes de certeza” en el océano caótico de la acción. Un acuerdo de paz o un alto el fuego solo tiene valor si es, esencialmente, un acto de prometer. Prometer, en el sentido arendtiano, significa construir una red de relaciones estables que haga posible la coexistencia. Por consiguiente, cuando el líder político usa el acuerdo de paz como un trofeo de vanidad personal y no como la cimentación de una promesa recíproca de seguridad y justicia, la paz se convierte en una simple tregua funcional dictada por la conveniencia biopolítica, desprovista de la capacidad de iniciar una nueva historia verdaderamente libre.

La restitución de una vida tras el horror, y la posibilidad de que el perdón y la promesa tengan arraigo, exige que existan ciertas condiciones materiales de justicia. La ética es inseparable de la materialidad, y sobre este asunto en particular Martha Nussbaum desarrolló el enfoque de las capacidades, mediante el cual afirma que la idea básica es que debemos preguntarnos: “¿qué son las personas realmente capaces de hacer y ser?” (Nussbaum, 2004, p. 5). Es decir, sin un umbral mínimo de capacidades (salud, vivienda, seguridad material y política), la exigencia de "resiliencia" o la aspiración al "sentido" son meras consolaciones retóricas.

En este punto, la ética del cuidado se vuelve un imperativo práctico. Joan Tronto concibe el cuidado no como un sentimiento, sino como una actividad política. Según ella, el cuidado es una actividad genérica que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro ‘mundo’ de modo que podamos vivir en él lo mejor posible (Tronto, 1993, p. 103). Pues bien, el cinismo político no sólo inflige daño, sino que se niega a cuidar las consecuencias de ese daño. El imperativo ético se materializa en la tarea de recomponer la coherencia social, creando las redes y las instituciones que permitan al individuo fracturado por el trauma reintegrarse a una comunidad que honre su dolor, y en exigir responsabilidad a los que quieren el Nobel de la paz, para que desciendan de su pedestal de gloria, reconozcan el daño que permitieron y, de este modo, abran el espacio político para que la promesa de futuro sea posible.

Cierro, como siempre, haciendo preguntas. Si la vanidad del líder busca la gloria en la gestión del horror, y si el cinismo se niega a reconocer el daño, surge la pregunta crucial: ¿cómo puede la ciudadanía forzar la irrupción del perdón y la promesa en la esfera pública? Si el perdón, según Arendt, debe ser otorgado a la persona y no al acto, y si el perdón presupone el arrepentimiento, ¿es el perdón posible cuando el actor político (el líder) no solo no se arrepiente, sino que instrumentaliza su acción para obtener una condecoración? ¿O el perdón sólo puede ser ejercido por las víctimas, dejando la responsabilidad política de la justicia pendiente? Frente a la persistencia del trauma y la vida desnuda, ¿qué prácticas políticas y qué lenguaje público se requieren para interrumpir el ciclo de violencia y evitar que la memoria del sufrimiento sea utilizada como mero combustible para nuevas guerras? Por último, si una paz surge de una contabilidad maquiavélica entre vidas salvadas y vidas sacrificadas, basada en la biopolítica, ¿puede tal acuerdo constituir una verdadera promesa para el futuro o es solo la pausa necesaria para que los actores políticos se reposicionen antes de la próxima irreversible acción?
El autor es docente, escritor y filósofo
San Juan - Argentina (2025)


Testigo del tiempo

Por J.C. Malone
Diario Azua / 18 octubre 2025.-

En su cuento autobiográfico, “El Horla”, el inmenso Guy de Maupassant describe cómo enloqueció, atribuyéndolo a una “epidemia de locura” desatada en Brasil. Hoy estamos viviendo una epidemia demencial similar, con mucha gente contagiada, solo eso explicaría ciertos comportamientos y pronunciamientos.

“Estamos perdiendo la democracia”, dijo la asambleísta estatal Yudelka Tapia, oriunda de Villa Duarte, “porque hay alguien en la Casa Blanca que está decidido a ser un dictador. Y el dictador de nosotros (los dominicanos) nosotros lo matamos en el 1961. Ese dictador nosotros lo matamos en el 1961”, repitió.

Claramente, Yudelka parece insinuar algo que prefiero no escribir.

El director del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL), doctor Guido Gómez Mazara, parece sufrir un serio contagio.

Vino a Nueva York con la presidenta de la Asociación de Bancos Múltiples de la República Dominicana (ABA), Rosanna Ruiz, anunciando un nuevo acuerdo “público-privado”.

El gobierno dominicano y los banqueros proveerán “educación financiera” a los dominicanos para enseñarles cómo evadir el pago del impuesto del 1% a las remesas.

El Estado dominicano intenta reducir las recaudaciones del gobierno federal, y lo anuncia públicamente, con espantosa naturalidad, ¡increíble! Esto resulta absolutamente demencial.

Por evasión impositiva, un delito federal, toca multa y prisión. Por mostrarles sus errores, soy “enemigo del gobierno”. Enloquecieron. A esta gente debemos ponerle camisa de fuerza.

Si un haitiano dice lo que Yudelka dijo; si el gobierno haitiano “educa” a sus ciudadanos para evadir impuestos dominicanos, ¿qué pasará?

Esta epidemia de locura es vieja, tiene su historia.

En 2023, estuve con el extinto Billy Berroa en una recepción deportiva. La televisión anunció el asesinato de los hijos de Saddam Hussein, el público aplaudió, celebró.

Billy me llevó a una esquina y me susurró: “El mundo enloqueció, mira a Bilito”, dijo señalando a su hijo, “como padre, no puedo celebrar que maten a los hijos de otro padre”.

“Ahora, quizá ellos están cuerdos y nosotros locos; mejor nos tomamos nuestros tragos tranquilitos y calladitos, así nos vemos más bonitos”, sugirió. Brindamos en silencio.

Por Lucy Payano
Diario Azua / 18 octubre 2025.-

Hace unos años, el campo dominicano se movía al ritmo del sudor y la tradición. Los agricultores confiaban en su fuerza física, en la experiencia heredada y en lo que veían con sus ojos. Se sembraba según las fases de la luna, se regaba cuando el suelo “pedía agua” y las plagas se combatían con métodos que pasaban de generación en generación.

Pero esa historia está cambiando. La tecnología llegó a transformar las fincas y abrir oportunidades que antes parecían lejanas. Hoy, drones sobrevuelan los cultivos detectando plagas y monitoreando el estado de las plantas. Sensores en el suelo envían datos sobre humedad, nutrientes y temperatura directamente al celular del agricultor, como si la tierra misma le hablara.

Se instalan sistemas de riego automatizado e invernaderos inteligentes que regulan el clima interno, y plataformas digitales permiten monitorear cada etapa de la producción, tanto en cultivos como en ganado.

A esto se suma el uso de maquinaria agrícola moderna, que sustituye procesos manuales por operaciones más rápidas y precisas. Además, tractores inteligentes con GPS, cosechadoras automatizadas y equipos de siembra de precisión ya están presentes en numerosas fincas del país, reduciendo el esfuerzo físico y aumentando el rendimiento.

Estas herramientas no solo representan un salto tecnológico, sino también una oportunidad para que los jóvenes vean en la agricultura un sector moderno, rentable y conectado con la era digital. Los nuevos relevos del agro dominicano están aprendiendo a manejar software, drones y maquinaria avanzada, adaptándose con naturalidad a los tiempos de la modernización.

Las ventajas son evidentes: se ahorra agua y fertilizante, se evita el desperdicio, se detectan problemas antes de que se agraven y, lo más importante, se mejora la productividad. En un país donde el clima puede sorprender con una sequía o una tormenta, contar con datos en tiempo real es como tener un seguro: permite reaccionar rápido y con menos pérdidas.

Sin duda alguna, la tecnología no es solo una herramienta sino el motor de una transformación estructural del agro dominicano que redefine cómo se produce, se gestiona y se comercializa.

En República Dominicana, estas innovaciones ya están en marcha. Exportadores de pimientos, aguacates, bananos, cacao, arroz y café utilizan herramientas digitales para cumplir con los estándares de calidad exigidos por los mercados internacionales.

En la ganadería lechera también se ven avances: algunos productores registran digitalmente la salud y producción de cada vaca, lo que les permite tomar decisiones más acertadas.

Desde el Ministerio de Agricultura se impulsa esta transformación mediante proyectos de trazabilidad, sistemas de alerta temprana contra plagas (como la temida mosca de la fruta), riego tecnificado y programas de capacitación continua. Bajo la actual gestión, del gobierno de Luis Abinader, se ha priorizado la innovación como eje transversal del desarrollo agropecuario, fortaleciendo alianzas público-privadas, descentralizando servicios técnicos y acercando la tecnología a productores de todo el país.

A la par, se avanza en el Registro Nacional de Productores (RENAGRO) y en la plataforma del Sistema Digital de Información Agropecuario de la República Dominicana (SIDIAGRO), lanzada oficialmente en julio de 2025. Esta herramienta interconecta bases de datos agroclimáticos y de biodiversidad, con el objetivo de mejorar la planificación territorial y promover una gestión sostenible.

Este proceso no camina solo. Organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) respaldan muchas de estas iniciativas. Su acompañamiento técnico y estratégico garantiza que la modernización agrícola trascienda el ámbito de proyectos puntuales y se consolide como una política de Estado con impacto duradero.

En esencia, la modernización del campo no borra las raíces campesinas: las fortalece. La tecnología no reemplaza al agricultor dominicano, lo empodera con información, eficiencia y nuevas oportunidades de comercialización.

Y aquí está la gran pregunta: ¿estamos listos, como sociedad, para reconocer y respaldar esta revolución silenciosa que transforma el campo dominicano? Porque detrás de cada dron, cada sensor y cada dato, sigue latiendo el corazón del agricultor que, del machete al dron, cultiva el futuro de nuestra alimentación.

jueves, 16 de octubre de 2025

Por Emilia Santos Frias
Diario Azua / 16 octubre 2025.-

Hemos escuchado decir que una buena preparación es clave para el éxito, pero sin duda, esta debe seguir un plan de vida, financiero..., que constituyen el camino hacia la riqueza y libertad. Si se quiere triunfar o alcanzar ambiciones y satisfacer deseos, este debe ser seguido fielmente.

Es bien sabido que la prosperidad de un Estado, de una nación, depende de la prosperidad individual de sus habitantes. Del éxito de cada uno. Además del aprecio que se tenga al valor del dinero, porque este ofrece posibilidad para el disfrute de las mejores cosas que existen. Pero solo abunda para quien conoce los medios correctos para obtenerlos.

En vez de vivir como los esclavos de la antigüedad, que trabajaban, trabajaban..., y vivían sin nada, en pobreza eterna. Si bien es cierto que la fortuna de un ser humano no está en el dinero que posee, si no tiene fuentes para alimentar sus necesidades, sin recursos o inversiones, educación financiera..., sin escuchar recomendaciones, le aguarda escasez.

La regla para acceder a la riqueza es simple, se debe comenzar a ahorrar, controlar gastos, invertir o hacer que el dinero ofrezca frutos. Realizar prudentes inversiones para que el dinero no se pierda y que las propiedades adquiridas sean rentables, mientras se obtienen ingresos para el futuro, se aumentan las habilidades de gestión, profesional, laboral..., y se adquieren otros bienes.

Quien procura ver la luz brillante del amanecer, se ha propuesto triunfar. Pese a que la fortuna no favorece a todas las personas. Ella es "una diosa malvada que elige a distintos beneficiarios. Pero lleva a la ruina a quien la adquiere sin esfuerzos”.

Para acumular riqueza, es necesario entonces, emprender un camino, cual si se estuviera plantando un árbol. Ella brota de la semilla; el primer capital que se ahorra. Luego crece, porque se abona, se riega y ofrece la sombra. Esto ocurre cuando trabaja para su amo. Por ello, es aconsejable buscar recomendaciones de entendidos, no de estafadores.

Abrazar la oportunidad, aunque esta sea “una diosa arrogante que no pierde el tiempo con quienes no están preparados”. La riqueza aumenta con el trabajo y el esfuerzo. Es oportuno hacer de este un hábito, sin ignorar que es necesario vivir en todos los aspectos de nuestras vidas. Que "es bella y está llena de cosas buenas para disfrutar.

Estas y otras consideraciones se encuentran en la obra: El Hombre más Rico de Babilonia, de George S. Clason, quien nos continúa diciendo que, un Estado rico es el resultado de la sabiduría de sus habitantes, que decidieron aprender de qué manera se obtiene la riqueza. iBusquemos sabiduría para obtener dinero, invertir y ponerlo a producir!

Sin lugar a equivocación, los tesoros de los países son esas recompensas que se ofrecen a personas valientes, que no tienen pereza, porque trabajan y buscan lo que merecen. “No se puede esperar tener buena cosecha si se trabaja mal..., la riqueza huye de la persona que no la fuerza en ganancias imposibles!

Por eso, es recomendable que vivamos protegidos, y desde la gratitud apoyemos a nuestra comunidad mediante nuestras ganancias..., “más vale prevenir que curar..., decide qué quieres conseguir, trabajar ayudará a recibirlo”.

Quien trabajo se libera, y cuando el trabajo es bien hecho, hace bien a quien lo realiza, y le convierte en mejor persona. Le hace vivir con el corazón ligero, con felicidad. En ese sentido, se confirma que vivir activo propicia éxito. Por ende, iqué el trabajo se convierta en nuestro mejor amigo! El es la clave secreta para obtener riquezas.

Hasta pronto.

La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.