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jueves, 4 de diciembre de 2025

Por Emilia Santos Frias
Diario Azua / 4 diciembre 2025.-

Este siglo XXI, caracterizado por su cuarta revolución industrial; Industria 4.0, integración de tecnologías digitales inteligentes en procesos industriales, que utilizan tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT), la Inteligencia Artificial (IA) y el Big Data para mejorar la productividad y la eficiencia. Digitalización y globalización, impulsadas por la transformación en la forma en que nos comunicamos, trabajamos y vivimos.

Conjuntamente con estos avances actuales de tecnología rápida hay grandes desafíos, entre ellos, el cambio climático, transformación en las estructuras sociales, familiares y políticas. Es que en esta moderna sociedad del consumo, el ser humano, en la generalidad, vive en una constante rueda de la rata. Este ciclo económico y social, como es descrito por Robert Kiyosaki en su obra Padre Rico, Padre Pobre, designa a la rutina de trabajar para cubrir gastos y deudas.

Por tanto, quien lo vive nunca llega a obtener independencia financiera. Es una metáfora que muestra cómo las personas son atrapadas en un ciclo de ingresos y gastos constantes. Lastimosamente, en este estilo de vida se vive solo para trabajar. Un reflejo claro de nuestra realidad, que acarrea además, efectos negativos en la salud física, emocional y mental. Entre ellos, descuido en las relaciones personales, riesgo de padecer enfermedades y condiciones patológicas como estrés crónico; deterioro cognitivo, depresión y dificultad física...

Vivir afanosamente en una sociedad de consumo: sistema económico y social caracterizado por el gasto masivo en bienes y servicios, que ata a las personas a la oferta de la industrialización, mediante la publicidad que vende una falsa felicidad emanada de la adquisición de productos, y reproduce ese ciclo continuo de compra. El fenómeno responde al nombre de obsolescencia programada.

Deliberadamente la industria ejercita la práctica de diseñar productos con vida útil limitada. Al dejar de funcionar o se vuelven obsoletos después de un período de tiempo establecido, el consumidor es obligado a comprar uno nuevo. Así, nos mantienen atrapados en esta sociedad del consumo, siempre corriendo en círculo en la malsana rueda de la rata.

Si a estos fenómenos sumamos, el exceso de positividad, conque viven o exhiben algunas personas; autoexigencia y la visible autoexplotación, tanto en trabajadores formales como en freelance, llegamos al agotamiento. Este conduce a enfermedades neuronales como se citó precedentemente. Así aterrizamos en la Sociedad del Cansancio, que nos indica Byung-Chul Han. Paradójicamente en esta sociedad donde se tiene libertad individual para hacer lo que se desea. Nos rendimos, porque nos explotamos a sí mismos en pro de ser continuamente personas productivas y exitosas. ¿Pero éxito que menoscaba la salud, puede ser llamado como tal?

Se ha perdido la aptitud de asombro y de esperanza. Se extravió “la capacidad de aburrirse, reflexionar y contemplar, actividades esenciales para la creatividad y el bienestar. La falta de tiempo para el no hacer, lleva a una vida fragmentada y ansiosa..... Esto así, porque hoy, cada persona es su propio verdugo”.

Por ello, poniendo en una balanza las grandes bondades del siglo XXI: acceso a información, tecnología global, desarrollo de nuevas habilidades: creatividad, avances en longevidad y salud. Potencialización de la tecnología digital que facilita estudio a distancia, trabajo y comunicación. Avances en las ciencias, como la Medicina, que ha mejorado la calidad y esperanza de vida. Contradictoriamente, hay que tener presente que este es el siglo también aumentó la pobreza, desigualdad, crisis climática, deterioro ambiental, como se coligió anteriormente. Conflictos armados, inseguridad en los Estados; disminución de la salud mental, incremento de estrés; falta de acceso a servicios básicos...

Evidencia de hambre, violencia de todo tipo: psicológica, económica, patrimonial, sexual, intrafamiliar, de género..., exclusión, problemáticas de salud física, emocional y mental a nivel mundial. Otra incongruencia es que las personas exhiben demora voluntaria para realizar tareas importantes. De acuerdo con autores como: Solomon y Rothblum, genera malestar, al ser una conducta irracional basada en la mala percepción de los costos de estas o en la incapacidad para manejar emociones negativas. Se hace referencia a la procrastinación.

Estamos de rodilla ante la época donde todas las adicciones convergen, entre ellas, la vinculada al celular. Un cambio de conducta visto desde el uso excesivo y compulsivo de los dispositivos móviles. Lógicamente emparentado con la nomofobia o miedo a no tener el celular y el FOMO, temor a perderse alguna información de actualidad.

“Una dependencia que limita la libertad y puede reemplazar otros hábitos nocivos..., el uso desmedido causa problemas como aislamiento social, conflictos familiares, afectaciones en el sueño y problemas de desarrollo en jóvenes”. Refieren algunos autores.

Como se precisó anteriormente, la rueda de la rata acarrea adicciones, una de ellas es a las compras. También denominada oniomanía: “un trastorno del control de impulsos con deseo incontrolable de comprar productos innecesarios para aliviar malestar, aunque temporalmente genera gratificación..., una enfermedad crónica, recurrente que altera la estructura y función cerebral, afectando el sistema de gratificación”.

En ese sentido, algunos estudiosos la catalogan como una forma para tapar otros problemas, y que se debe a disfunciones en la producción de serotonina, que regula el estado de ánimo, y dopamina, responsable de la motivación, así como, estilos de crianza disfuncionales. La personalidad se basa en tener y el modo de ser, una identidad construida desde la posesión de objetos y búsqueda de la felicidad en el consumo, como se ha reiterado.

“Un vacío que solo se alivia con más consumo, pero que eventualmente puede llevar a la infelicidad”. Precisó Erich Fromm, autor de la obra El miedo a la Libertad, al hablar de este tema. Estos aspectos, sin lugar a dudas nos hacen replantear el norte de nuestra existencia para vivir con bienestar en el siglo actual.

Encontrar el propósito de nuestra vida terrenal, cumplir con nuestros acuerdos, adoptar hábitos saludables, como aprender manejo del estrés, mediante relajación y concentración en la agendas, sin obviar accionar ante temas y cosas importantes..., es esencial para alcanzar bienestar generalizado.

Hasta pronto.

La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.
Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 4 diciembre 2025.-

“La apuesta a la dominación mundial es fundamental para el grupo dominante norteamericano. Y hay varias apuestas contenidas en la actual coyuntura”

Noam Chomsky, Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperialista de Estados Unidos (2016, p. 19).

El drama que hoy se despliega en el Caribe, con Venezuela como centro del huracán geopolítico, no es sólo una disputa entre administraciones contrapuestas sino la tragedia de un Estado cuya soberanía se encuentra sitiada por dos fuerzas destructivas: la pulsión hegemónica de una potencia externa y la ilegitimidad intrínseca de un poder interno ejercido de forma tiránica.

La retórica de intervención por parte de Estados Unidos, sumada a la profunda crisis institucional y humanitaria generada por el degenerado régimen de Nicolás Maduro, dibuja un escenario donde el derecho internacional y la voluntad popular son doblemente vulnerados. En este punto de inflexión, la filosofía política debe interpelar la naturaleza de la amenaza: la violencia imperial se nutre de la debilidad y el autoritarismo doméstico para justificar sus acciones, mientras que el tirano bananero utiliza la amenaza externa como coartada para recrudecer su represión interna.

Desde una perspectiva crítica, los movimientos de presión de Estados Unidos se inscriben perfectamente en la estrategia de dominación global que Noam Chomsky ha diseccionado a lo largo de toda su obra. El objetivo del imperio no es la “estabilidad” democrática de Venezuela, sino la eliminación de cualquier proyecto que encarne la “amenaza de un buen ejemplo” o, en su defecto, la neutralización de un territorio clave. Cuando Chomsky afirma que “la apuesta a la dominación mundial es fundamental para el grupo dominante norteamericano” (2016, p. 19), se refiere puntualmente a casos como esta crisis, la cual se revela como una de esas “apuestas” clave, necesaria para confirmar el destino del hemisferio sigue siendo unipolar y que Hispanoamérica, tal como se acordó tras terminar la Segunda Guerra Mundial, seguirá siendo territorio dominado por intereses norteamericanos.

No obstante, la crítica al imperialismo pierde su rigor moral si se omite el análisis de la figura que hoy ocupa ilegalmente la jefatura del Estado. Nicolás Maduro, a través de la manipulación electoral y la represión sistemática, representa un caso paradigmático de autoritarismo posmoderno. Al respecto, el politólogo Juan Linz, al definir los regímenes autoritarios, señala que estos se caracterizan por contar con un “pluralismo político limitado, no responsable” y una “mentalidad” que sustituye a la ideología, permitiendo a un líder o a un pequeño grupo de sátrapas ejercer el poder dentro de límites formalmente mal definidos (Linz, 1975, p. 176).

El régimen venezolano encaja en esta descripción: si bien conserva una fachada institucional (asambleas y elecciones, de dudosa procedencia), la realidad es que el ejercicio del poder es totalmente arbitrario. Las elecciones, como las presidenciales del 2024, han sido cuestionadas por observadores internacionales y la oposición, que denuncian la falta de transparencia, la inhabilitación arbitraria de candidatos y la omisión de las auditorías de ley. Más grave aún, la Misión Internacional Independiente de determinación de los hechos sobre Venezuela, un organismo de la ONU, ha documentado que las autoridades estatales han cometido “crímenes de lesa humanidad” para reprimir la disidencia, incluyendo ejecuciones extrajudiciales, torturas y detenciones arbitrarias, revelando un patrón de represión coordinado y respaldado por altos funcionarios del gobierno y las fuerzas armadas (ONU, 2020). En este marco, la figura de Maduro no es la de un líder desafiante, sino la de un dictador mediocre cuya ilegitimidad política y violencia sistemática proveen el pretexto ideal para la injerencia externa de los golosos del norte.

A esta reflexión, se suma la perspectiva del clásico Thomas Hobbes, cuyo marco teórico ofrece una clave para comprender la patología de las relaciones internacionales. A pesar de la existencia de organizaciones supranacionales, las grandes potencias operan de facto en un “estado de naturaleza” global.

En este escenario, la potencia dominante se comporta como un individuo sin un Leviatán que lo contenga, donde la única ley es la propia conservación y la conquista del dominio. La amenaza de intervención no es, por tanto, una desviación del orden, sino la manifestación brutal de este orden anárquico subyacente. Estados Unidos, al actuar sin sujeción a un poder superior, ejerce su propia “razón natural” para eliminar cualquier obstáculo a su seguridad percibida, relegando a Venezuela, y a cualquier Estado que se encuentre en debilidad de condiciones, al destino de la “guerra” definida por la potencia que detenta la espada más grande.

La inminencia de la incursión militar nos obliga a meditar sobre la diferencia esencial entre poder y violencia, una distinción crucial que Hannah Arendt postuló para comprender la vida política. La violencia, en su sentido más puro, es siempre instrumental. Es revelador que la acción militar, la forma extrema de la violencia, sea esgrimida cuando los mecanismos diplomáticos y económicos no han logrado el colapso deseado. Por ello, Arendt en su fundamental obra titulada “Sobre la violencia”, remarca la antítesis al afirmar que "el poder es siempre potencial, inherente a un grupo, y desaparece cuando el grupo se disuelve. La violencia, por el contrario, es instrumental. Si no hay poder que la guíe, la violencia es perfectamente estéril” (1970, p. 56).

Desde esta última perspectiva podemos afirmar que la intervención militar, al depender de las herramientas (bombas, portaaviones, misiles, aviones, soldado, etc.) y no del acuerdo humano (el pueblo venezolano o la comunidad internacional), sólo produce una destrucción que requiere una justificación extrínseca a la política misma. De igual forma, el régimen decadente de Maduro, al depender de la violencia de los cuerpos de seguridad y no del consenso electoral, revela su carencia de poder genuino, evidenciando que su autoridad se sostiene únicamente mediante la coerción instrumental.

Esta justificación moralizante es el campo de estudio de Michel Foucault, para quien el poder no es meramente represivo, sino profundamente productivo a través del poder-saber. La amenaza de intervención no es sólo un acto de fuerza, sino un complejo dispositivo discursivo que produce la “verdad” necesaria para su ejecución. En este sentido, Foucault nos advierte que “no es posible que el poder se ejerza sin el saber, es imposible que el saber no engendre poder” (1977, p. 76). En la crisis venezolana, la retórica de la “crisis humanitaria” o la “restauración democrática” se erige como ese “saber” que legitima la injerencia. Al mismo tiempo, el régimen chavista utiliza la retórica antiimperialista como su propio “saber” que justifica la supresión de la disidencia interna, configurando el espacio geopolítico y estableciendo, mediante la difusión masiva de esa narrativa, los límites de lo tolerable para la comunidad internacional.

Adicionalmente, la situación de amenaza constante resucita la lógica de la política como campo de batalla existencial, un concepto central en el pensamiento de Carl Schmitt. Para él, la esencia de lo político reside en la distinción decisiva entre amigo y enemigo. La inminente incursión militar de Estados Unidos, al ser una “decisión” soberana de una potencia sobre un país quebrado, desmantela cualquier ilusión de neutralidad jurídica y revela la política en su forma más pura: la posibilidad real de la guerra. El enemigo, para Schmitt, no es simplemente un competidor, sino “el otro, el extraño, con el que se está combatiendo en una extrema posibilidad, existencialmente” (2009, p. 56). Así, la escalada militar norteamericana transforma la disputa ideológica en una hostilidad existencial, forzando a Venezuela a asumir la única posición que la lógica schmittiana le permite: la de enemigo absoluto.

Ahora bien, no podemos concluir esta reflexión sin enfocarnos en un aspecto que es crucial: la amenaza de acción militar en el Caribe no es un evento anómalo dentro de la política exterior estadounidense, sino la reconfirmación de un patrón histórico donde la soberanía del “hegemón” se ejercerse como una autoridad que suspende la ley cuando ésta interfiere con sus intereses. Este historial está marcado por intervenciones militares directas que carecieron del mandato explícito del Consejo de Seguridad de las inútiles Naciones Unidas, operando bajo la justificación de la “autodefensa” o la “promoción de la democracia”, conceptos que actúan como sustitutos políticos de la verdadera voluntad política.

Un ejemplo paradigmático lo encontramos en la invasión de Panamá en 1989 (Operación Causa Justa), lanzada para deponer y capturar a Manuel Noriega, bajo pretextos que incluyeron la protección de ciudadanos estadounidenses y la restauración democrática. A pesar de que la inservible Asamblea General de la ONU condenó la acción como una “flagrante violación del derecho internacional”, Estados Unidos procedió unilateralmente. Este episodio ilustra cómo el poder decide cuándo aplicar o ignorar las normas globales, actuando como el soberano schmittiano que define la excepción a la regla. De modo similar, la invasión de Iraq en 2003, bajo el pretexto de las armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, se llevó a cabo sin una resolución específica del Consejo de Seguridad que la autorizara. Estos precedentes documentados establecen una peligrosa tradición de la suspensión legal que normaliza la coerción y sienta las bases para justificar futuras injerencias, incluyendo la actual crisis venezolana.

Al contemplar el telón de fondo de esta crisis, la reflexión filosófica no se puede contentar con la crónica de los hechos o la mera denuncia virtual, sino que debe enfrentar la doble moralidad que representa este conflicto. La tragedia de Venezuela es la de la soberanía capturada: comprometida externamente por la ambición hegemónica y carcomida internamente por la tiranía de los simios con navajas que administran hace décadas la miseria y el terror.

Si la ilegitimidad de Maduro es evidente, y sus acciones constituyen crímenes de lesa humanidad documentados por la ONU, ¿qué implicaciones tiene para el derecho internacional el hecho de que la superpotencia utilice precisamente esta criminalidad como una herramienta de justificación para su propia violación del principio de no intervención?

Y a la inversa, si la acción militar se basa, como argumenta Arendt, en la esterilidad de la violencia para generar poder político, ¿cuál es el verdadero objetivo de la dictadura venezolana al utilizar la amenaza externa como un simulacro de guerra para mantener la cohesión interna y justificar la represión?

La tarea urgente, entonces, reside en desmantelar el dispositivo de poder-saber foucaultiano para construir una verdad sobre Venezuela que sea autónoma de los intereses hegemónicos y, a su vez, que denuncie sin ambages la naturaleza autoritaria y criminal del régimen interno. La única conclusión digna de este conflicto es la urgencia moral de restablecer la primacía del derecho internacional para todos los Estados, al tiempo que se exige la rendición de cuentas a los tiranos que han hecho de la soberanía un simple instrumento de su perpetuación en el poder.

Referencias

Arendt, H. (1970). Sobre la violencia (M. González, Trad.). Joaquín Mortiz.

Chomsky, N. (2016). Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperialista de Estados Unidos (3.a ed.). Ediciones B.

Foucault, M. (1977). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión (A. Garzón del Camino, Trad.). Siglo XXI Editores.

Hobbes, T. (2005). Leviatán: La materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil (A. Escohotado, Trad.). Gredos.

Linz, J. J. (1975). Totalitarian and Authoritarian Regimes. En F. I. Greenstein & N. Polsby (Comps.), Handbook of Political Science. Volume 3: Macropolitical Theory. Addison-Wesley.

ONU. Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela. (2020). Informe sobre violaciones graves de los derechos humanos en Venezuela. [Referencia documental sobre crímenes de lesa humanidad].

Schmitt, C. (2009). El concepto de lo político (R. Agapito, Trad.). Alianza Editorial.
El autor es docente, escritor y filósofo


San Juan - Argentina (2025)

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 4 diciembre 2025.-

Hay hitos que no solo marcan un antes y un después: obligan a repensar el país que queremos ser. La reciente acreditación internacional de la Denominación de Origen (DO) “Oro Verde Cambita” para el aguacate Semil-34 es uno de ellos. No se trata de una medalla institucional ni de un acto simbólico. Es, en términos de política pública y desarrollo territorial, una puerta abierta a transformaciones profundas.

El reconocimiento otorgado por el ODAC con respaldo del MICM coloca a República Dominicana como la primera nación del Caribe en contar con una DO acreditada bajo la norma ISO/IEC 17065. Pero más allá del orgullo nacional, esta conquista revela algo aún más valioso: somos capaces de producir calidad con identidad territorial, de manera verificable, trazable y competitiva.

El ministro Víctor Bisonó lo dijo con claridad: hemos ganado soberanía técnica. Ya no dependemos de organismos extranjeros para validar la autenticidad de nuestros productos. El sistema dominicano de calidad dio un salto institucional que rompe la inercia y amplía nuestras posibilidades de competir en mercados que exigen rigor, no discursos.

Pero el reconocimiento no cayó del cielo. Como recordó José Rosa, presidente del Clúster, hubo que certificar parcelas, crear normas, documentar procesos y asumir las auditorías del modelo 1B. Detrás de cada aguacate “Oro Verde Cambita” hay ciencia, disciplina y un entramado de actores que se decidieron a hacer lo correcto, no lo fácil.

Espejos para vernos

Aquí conviene mirar más lejos. Para quien se anime, experiencias latinoamericanas pueden servirnos como “espejo” para vernos. Diversas Denominaciones de Origen en América Latina ofrecen lecciones claves para entender lo que viene.

Casos como el Cacao Amazonas (Perú) y el Cacao Grijalva (México) muestran que una DO puede convertirse en un motor de desarrollo territorial… o en un sello bonito sin efectos reales. ¿La diferencia? La gobernanza.

Los sistemas de DO más sólidos se caracterizan por:

Articulación real entre actores públicos, privados y comunitarios.

Reglas claras y mecanismos de vigilancia permanente.

Participación efectiva de los productores, no solo nominal.

Instituciones capaces de mediar conflictos y evitar capturas de poder.

Visiones compartidas de territorio, sostenibilidad e identidad.

Existe documentación suficiente para demostrar que, cuando estos elementos se debilitan, la DO se convierte en un objeto misterioso para los productores, una figura ajena o distante que pierde capacidad transformadora. Y no se trata de “meter miedo” ni de “buscar la quinta pata”. Solo se trata de advertir para que cuidemos tan importante logro y no perdamos el rumbo.

Una clave trinitaria

El exitazo de Cambita Garabito podría diluirse si no consolidamos una gobernanza territorial robusta. Una DO no se sostiene con entusiasmo, sino con instituciones vivas. Por eso propongo tres blindajes urgentes:

1. Evitar la burocratización y la captura. Una DO no puede convertirse en un espacio dominado por élites que impongan criterios sin diálogo. El Consejo Regulador debe garantizar transparencia, participación y acceso equitativo para todos los productores que cumplan el estándar.

2. Asegurar acompañamiento técnico permanente. La calidad no se improvisa. Requiere monitoreo, asistencia, investigación aplicada y sistemas de trazabilidad que evolucionen. Si descuidamos esto, la DO pierde credibilidad y el mercado lo castiga sin piedad. Y

3. Construir narrativa y valorización territorial. Jesús Martín-Barbero lo decía: el territorio no es geografía, es cultura articulada. Oro Verde Cambita debe convertirse en sinónimo de identidad local, cohesión social y orgullo comunitario. La comunicación —bien hecha, estratégica, participativa— es parte del sistema de calidad.

La Denominación de Origen del aguacate de Cambita no es solo un triunfo local. Es un recordatorio de que República Dominicana puede competir desde su identidad, no a pesar de ella. Pero este logro no se conservará por inercia. Requiere gobernanza, visión y compromiso territorial sostenido.

Si hacemos lo correcto, Oro Verde Cambita será la primera página de una nueva historia agroalimentaria. Si no, corre el riesgo de pasar como una estrella fugaz. De lo que hagamos con este logro, como es lógico, dependerá lo que consigamos.



Por Narciso Isa Conde
Diario Azua / 4 diciembre 2025.-

En el 2009 Honduras fue la primera víctima del contra-ataque estadounidense a los cambios hacia la segunda independencia continental.

Esto porque el Presidente Zelaya anunció importantes reformas sociales y políticas, incorporó a Honduras a PETROCARIBE y al ALBA, fortaleció la alianza con Chávez y estableció relaciones con Cuba; al tiempo de organizar una consulta popular para llevar a cabo una Constituyente Soberana.

La conspiración golpista, tutelada por EEUU con una saña propia del coloniaje, no se hizo esperar y finalmente, con el apoyo de Obama e Hillary Clinton, la lograron consumar y tumbaron a Zelaya

El presidente Porfirio Lobo fue impuesto en el 2009 mediante un gran fraude e igual aconteció en el 2013 con la candidatura de Juan Orlando Hernández-JOH; quien gobernó - abrazado a varios cárteles de la droga y con apoyo gringo- a base de trampa, represión y terror paramilitar, hasta el 2021.

A JOH, ya desplazado por Xiomara Castro, vuelto un bagazo, EE UU le quitó la alfombra roja, lo recibió preso en extradición y lo condenó a 45 años de prisión y, de paso, le sumó al capo de su hermano con cadena perpetua.

Un destino muy común, reservado por el imperio estadounidense para las crápulas lacayas cuando se tornan inservibles para gobernar.

Especial incidencia tuvieron en la instrumentación del terror, el paramilitarismo y la gansterización de las instituciones hondureñas, el narco-estado terrorista colombiano, bajo el mando del Pentágono y la CIA, con la colaboración de los gobiernos de Uribe y Duque y de narco-mafias colombianas y mexicanas.

El Cartel del Valle de Colombia se destacó en el patrocinio del negocio de las drogas y la violencia paramilitar, y se sumaron a él tres grandes carteles mexicanos: Sinaloa, Jalisco (Nueva Generación) y los Z; todos conectados y asociados al presidente Juan Orlando Hernández y a uno de sus hermanos.

En estos días, Trump, junto el poder profundo y maloliente de EEUU-después de apoyar abiertamente al candidato neofascista Nasry Asfura y anunciarle la guerra a Nasrala- decidió sorpresivamente indultar a JOH y retornarlo a Honduras para contrarrestar a los adversarios de Asfura, que es el capo político neofascista asociado a JOH y al propio Trump.

Trump y sus padrinos se han visto forzado a ejecutar en Honduras una política perversa, totalmente ajena y contraria a su supuesta guerra anti-narco terrorista, que es pura simulación: sólo el disfraz para asaltar violentamente el poder, el petróleo y muchas otras riquezas en Venezuela y, a continuación, intentar cambiar los regímenes de Cuba, Colombia, México, Nicaragua…

¡Que feo y desacreditado ha quedado Abinader!... acompañando a Trump y al Pentágono en esa farsa, embarcando a nuestro país en esa cruzada criminal encubierta, y haciendo el papel de auspiciador y cómplice de la intervención militar del aeropuerto de Las Américas, de la Base Militar de San Isidro y del espacio aéreo y aguas territoriales dominicanas; compartiendo crímenes de guerras en los bombardeos a lanchas civiles e inminentes genocidios contra países hermanos.

Sumado todo esto a su apasionada promoción de la nueva invasión militar imperialista a nuestra vecina Haití

La condena a esa ominosa determinación, será histórica, pero también actual: el Gobernador de Colonia de RD, en lo inmediato y más allá, está muy feo para la foto.

martes, 2 de diciembre de 2025

 

Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 2 diciembre 2025.-

“El problema moral del mal es su 'trivialidad', y esta trivialidad, a su vez, está estrechamente ligada a la incapacidad de pensar, de pensar desde la perspectiva de otro”

Arendt, La vida del espíritu, ed. 2002, p. 248
La reflexión sobre el poder como fuerza de desinhibición, más que corruptora, tiene sus cimientos en la filosofía clásica. La interrogación sobre la naturaleza de la justicia, a menudo instrumentalizada por sus beneficios externos, encuentra en el ejercicio del dominio una prueba de fuego para la verdad del carácter. Platón, en su diálogo fundamental “La República”, no lega el ineludible mito del anillo de Giges, precisamente para dirimir esta aporía. El argumento es tan sencillo como demoledor: la invisibilidad que confiere el anillo no inocula un vicio nuevo, sino que suprime la única contención que mantenía a raya una voluntad ya inclinada hacia el exceso. El poder, en esta lectura, no es un factor de cambio, sino el disolvente de los frenos sociales que ocultan una verdad moral latente.

Tal como se examina en el Libro II, el propósito de la fábula es interrogar la relación intrínseca entre el poder y la moralidad, demostrando que la posibilidad de obrar sin ser descubierto sirve de prueba, no de transformación. Aquello que emerge ante la ausencia de visibilidad social no es una nueva disposición moral, sino la manifestación irrefrenable de una “inclinación” que las leyes y el escrutinio público mantenían contenida (Platón, La República, libro II, ed. 2010, pp. 48–54). El poder, en este sentido prístino, no engendra un nuevo carácter, sino que despliega la verdad ontológica del sujeto.

Por su parte, Aristóteles, en una clave complementaria, ofrece una exégesis que enlaza el poder con la ética del hábito. Para el estagirita, la virtud no es un mero estado interior o un conocimiento teórico, sino una disposición estabilizada que se confirma y se verifica en la práctica libre y reiterada. Como afirma en su “´Ética a Nicómaco”, “la virtud moral es un hábito electivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello que decidiría el hombre prudente” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro II, ed. 2009, p. 35). Desde esta perspectiva, el poder deviene en el escenario que posibilita la expresión sin el obstáculo de las disposiciones ya asentadas: si el ejercicio del dominio propicia la justicia y la templanza, es la virtud cultivada la que se manifiesta. Si, por el contrario, exacerba la crueldad, es la latencia del vicio la que se actualiza. El poder sólo proporciona la amplitud de la acción, y en estos casos de mediocres, el juicio y el hábito ya estaban fraguados de antemano.

Estas intuiciones clásicas fueron desafiadas por la experiencia histórica moderna, condensada en la célebre máxima de Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Si bien esta sentencia propone una dinámica causal directa- el poder como agente corruptor-, su relectura crítica contemporánea nos invita a sostener una hipótesis más matizada, donde el poder opera primordialmente como una lupa o un catalizador. El poder es una variable contextual que reduce el costo de oportunidad de ser fiel a la propia inclinación. Lo que se constata no es la creación de nuevos deseos, sino la alteración del contexto para que los deseos y disposiciones preexistentes encuentren una resistencia significativamente menor para su expresión.

En este punto, la psicología contemporánea aporta evidencia empírica que enriquece la tesis. Investigadores como Dacher Keltner y su equipo han descrito la “paradoja del poder”: los individuos en posiciones de dominio experimentan una notable reducción de la empatía situacional y una mayor sensación de desinhibición. El poder, por tanto, modula el campo atencional, reduciendo el enfoque en las perspectivas de los otros, lo cual facilita que los rasgos latentes afloren (Keltner et al., 2003; Anderson & Berdahl, 2002). Estos hallazgos no sugieren que el poder sea un demiurgo moral, sino un catalizador que, al atenuar los frenos externos e internos, intensifica las tendencias ya existentes.

Sin embargo, la manifestación más patética de esta revelación se observa en aquellos a quienes la vida o el mérito han dotado de una miserable cuota de poder sin que posean la estatura moral e intelectual para administrarlo: la mediocridad súbitamente investida de autoridad. Lo que en el individuo común era un rasgo de inseguridad o una falta de autoestima, bajo el influjo del poder se transfigura en soberbia. Esta ranciedad ética, lejos de ser un signo de grandeza, opera como una auténtica discapacidad moral que incapacita para la escucha y el juicio prudente. La persona mediocre, al sentir el poder, interpreta la ausencia de consecuencias como una validación de su propio ego inflado, confundiendo la prerrogativa circunstancial con el mérito intrínseco. Así, el poder desvela su insuficiencia, su vacuidad interior, obligándole a compensar la falta de contenido con violencia y arrogancia formal.

Este análisis contextual también encuentra un eco particularmente trágico y profundo en el diagnóstico que Hannah Arendt realiza sobre la “banalidad del mal”. Al estudiar el caso de Eichmann, desvela cómo la obediencia acrítica y la rutina burocrática permiten que los individuos comunes se conviertan en ejecutores de actos atroces. Su tesis no es que la situación invente monstruos, sino que revela la pasividad, la indiferencia y el despojo total de responsabilidad que, bajo la coacción de la estructura administrativa, se vuelven operativas: “cuanto más obediente es el burócrata, cuanto más se olvida de que es un ser humano y un fin en sí mismo, más cruel y criminal se vuelve” (Arendt, Eichmann en Jerusalén, ed. 2005, p. 34). De esta forma, la estructura del poder funciona como un escenario masivo donde las deficiencias del carácter- la incapacidad de pensar y juzgar, o la soberbia compensatoria del mediocre- se despliegan en toda su dimensión. El poder ofrece el pretexto institucional para que el mal, ya trivializado, se ponga en marcha con toda su fuerza.

Ahora bien, tampoco podemos olvidar el análisis correspondiente del rol que juega el desafío de la autoafirmación en consonancia con la responsabilidad. La filosofía de la voluntad y la ética de la responsabilidad profundizan el alcance de esta revelación. Recordemos que Nietzsche nos ofrece una lectura afirmativa al concebir el poder como el espacio para la manifestación del querer, posibilitando la autoafirmación y la creación de valores, lo cual expone de forma sincera la altura moral del sujeto. No obstante, frente a esta autoafirmación, emerge la exigencia de la responsabilidad preventiva.

El pensamiento de Kant exige que la autonomía moral sea una tarea constante, en tanto que la ética requiere formar el carácter mediante el cultivo de la voluntad. Si el poder descorre el velo de lo que somos, entonces la moral kantiana nos impone la obligación de educar el respeto al deber antes de asumir posiciones de dominio (Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, ed. 2014, pp. 45–57). A su vez, Simone Weil advierte sobre el desarraigo ontológico que genera el ejercicio del poder y reclama la atención y la austeridad como antídotos ante la posibilidad de ejercer el dominio (La gravedad y la gracia, ed. 2008, pp. 90–102).

Complementando esta exigencia, la fenomenología de Paul Ricoeur puntualiza la responsabilidad del yo, del “sí mismo”, frente a la acción. La responsabilidad no desaparece al aumentar las prerrogativas del poder, por el contrario, se hace ineludible, pues “la imputabilidad no es sino la proyección sobre la acción de la exigencia de responsabilidad” (Ricoeur, Sí mismo como otro, ed. 1990, pp. 128–140). Desde este enfoque, el poder, al multiplicar el impacto de la acción, amplifica esta exigencia narrativa de quién es el agente que responde por lo obrado. En pocas palabras: si antes eras prudente, ahora que tienes poder, debes ser más prudente aún.

Por último, Foucault desplaza la cuestión del poder desde la simple posesión a las redes de relaciones que disciplinan y producen sujetos. En tanto técnica social, el poder transforma los escenarios en los que las disposiciones latentes se normalizan o se sobreactúan, demostrando que “su luz” no sólo revela, sino que también modula y condiciona la expresión de lo revelado, a veces amplificando las tendencias sociales antes que las individuales (Foucault, Vigilancia y castigo, ed. 1996, pp. 73–89). Es la trama misma del poder la que expone, y a veces deforma, el carácter que se intenta manifestar.

Procedamos, pues, a cerrar este asunto, sobre todo mediante el reto de la deuda moral y el autoconocimiento. La evidencia empírica contemporánea que vincula poder con la reducción de la inhibición permite sostener una tesis ineludible: el poder no corrompe per se, sino que desvela la corrupción ya alojada en la voluntad. Ello remarca que la diferencia entre corrupción y revelación depende de la formación previa del carácter, de las estructuras institucionales que condicionan el ejercicio del poder y, fundamentalmente, de la responsabilidad moral que el sujeto se impone.

Tengamos en cuenta que Søren Kierkegaard, al describir la desesperación como una desconexión del “sí” auténtico, y Heidegger, al distinguir entre la “propiedad” y la “impropiedad” del ser, sugieren que el poder puede funcionar como una experiencia límite que revela dimensiones del yo inaccesibles en la pasividad. El poder es un examen ontológico sin opción a borrador. Tal vez sea posible el pleno autoconocimiento sin la confrontación con la capacidad de acción sin límites que el poder confiere. Sin embargo, ese conocimiento no redime la responsabilidad. Conocer lo propio en la oscuridad del privilegio exige, ineludiblemente, reconocer la deuda con los demás.

Como siempre les digo, queridos lectores, es fundamental cerrar esta humilde reflexión dejándolos en la incomodidad de las preguntas no resueltas. Si la linterna se encenderá inevitablemente al ejercer dominio, ¿preferimos acaso vivir en la ignorancia apacible, sin conocer la verdad sobre la crueldad o la bondad que la desinhibición podría mostrar, o nos comprometemos activamente a forjar un carácter que merezca ser revelado? ¿Cómo podemos desmantelar la ilusión de la soberbia en aquellos que, por su mediocridad, confunden el rango con la grandeza del ser, y que usan la autoridad para proyectar su inseguridad? La soberbia del mediocre, esa patología del poder fugaz, es la prueba de que el ser que se manifiesta estaba vacío. La verdadera tragedia no reside en que el poder corrompa a algunos individuos excepcionales, sino en la inquietante posibilidad de que su posesión revele a muchos ciudadanos comunes, instalados en roles cotidianos, ejerciendo crueldades bajo el manto de una estructura que se lo permite.

Si el poder es, simultáneamente, un espejo ineludible y un escenario amplificador, la deuda moral última del ser no es con la ley externa, sino con el “sí mismo” que el poder nos obliga a confrontar. Y es en esa confrontación donde la esperanza de un ejercicio ético del dominio debe, inexorablemente, comenzar.
Referencias Bibliográficas

Anderson, C., & Berdahl, J. L. (2002). The experience of power: Examining the effects of power on approach and inhibition. Journal of Personality and Social Psychology, 83(6), 1362–1373.

Arendt, H. (2002). La vida del espíritu. (E. García, Trad.). Paidós.

Arendt, H. (2005). Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. (C. W. F. de Rivas, Trad.). Lumen.

Aristóteles. (2009). Ética a Nicómaco. (M. Araujo & J. Marías, Trads.). Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Foucault, M. (1996). Vigilancia y castigo: Nacimiento de la prisión. (A. G. Morata, Trad.). Siglo XXI Editores.

Kant, I. (2014). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. (J. M. G. de la Mora, Trad.). Porrúa.

Keltner, D., Gruenfeld, D. H., & Anderson, C. (2003). Power, approach, and inhibition. Psychological Review, 110(2), 265–284.

Kierkegaard, S. (2007). Temor y temblor. (V. Gutiérrez, Trad.). Tecnos.

Platón. (2010). La República. (C. Eggers Lan, Trad.). Gredos.

Ricoeur, P. (1990). Sí mismo como otro. (A. Neira, Trad.). Siglo XXI Editores.

Weil, S. (2008). La gravedad y la gracia. (M. M. de C. J. A. V. P., Trad.). Trotta.

El autor es docente, escritor y filósofo
San Juan - Argentina (2025)

domingo, 30 de noviembre de 2025

 

Por Aridio Castillo
Diario Azua / 30 noviembre 2025.-

En el día de hoy quisiera aclarar sobre nuestro merengue y la fecha real de su declaración como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Algunos se han inventado que el 26 de noviembre se celebra el día nacional del merengue porque supuestamente fue la fecha en que fue declarado en el año 2005.

Creo que es muy propicia la ocasión, para que aclaremos al mundo, que nuestro merengue fue declarado por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, un 30 de Noviembre del año 2016.

Con este reconocimiento se quiso destacar la importancia cultural del género y su valor para la identidad del pueblo dominicano.

El motivo no fue otro más que declararlo patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, para su preservación, lo que no me explico es porque si usted no tiene datos preciosos se pone a inventar con algo tan serio y de tanta importancia para nuestro país, como lo es su identidad musical o como decía Jhonny Ventura, el ADN del dominicano.
Por Alfredo Cruz Polanco (alfredocruzpolanco@gmail.com)
Diario Azua / 30 noviembre 2025.-

La Autopista Juan Pablo Duarte, la principal vía de comunicación terrestre de nuestro país, en estos momentos se ha convertido en la de mayor riesgos y peligros, pues desde hace más de cinco años, la misma está siendo intervenida muy lentamente por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, desde el kilómetro 9 de Santo Domingo, hasta la ciudad de Santiago de Los Caballeros.

A pesar de dicha intervención, en todo ese tramo, pude observar la falta de señalizaciones y la ausencia de patrullas del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT), el cual tiene como principal responsabilidad la organización del transporte terrestre y la de garantizar la seguridad vial de nuestro país, pero desgraciadamente en todo ese importante tramo vial, dicho organismo brilla por su ausencia, sobre todo, en horas nocturnas en esta época de navidad, de lluvias intensas y en la de mayor flujo de circulación de vehículos pesados articulados, de doble estructuras metálicas (la mayoría transitan libremente con neumáticos en muy malas condiciones y sin luces traseras).

Esta triste y lamentable realidad la pudimos palpar la semana pasada, en la que tuve que transitar en horas nocturnas, desde Santo Domingo a La Vega y en todo ese trayecto, nos encontramos con doce vehículos pesados y a grandes velocidades, bajo una incesante lluvia, todos sin las luces traseras y sin que apareciera una patrulla del INTRANT, que vigilara, supervisara y sometiera a los conductores de vehículos que transitaban en estas condiciones, sobre todo, en los tramos que más se requieren, como en los cierre de carriles y en los puentes intervenidos, que son los que más contribuyen a la ocurrencia de accidentes en esta vía, provocando la pérdida de vidas de personas valiosas, como el ocurrido la semana pasada en el tramo Pontón, La Vega, en el que falleció el destacado empresario de Sánchez Ramírez, Miguel Mirambeaux, resultando también, varias personas heridas de gravedad.

¿Cómo es posible, que en plena época de navidad, en la que aumenta el flujo de vehículos pesados; de muchas lluvias, en una vía tan importante y que representa grandes riesgos, por estar siendo intervenida, con carriles cerrados, puentes afectados, con escasas señalizaciones, el organismo responsable de velar por la organización del transporte y de la seguridad vial, esté ausente ni le importe de lo que está ocurriendo en dicha vía?

Consideramos que la culpa de la ocurrencia de tantos accidentes de tránsito, de tantas pérdidas de vidas valiosas, la tienen las autoridades y los organismos responsables, por no proceder y actuar en consecuencia, ante tantas violaciones a la Ley de Tránsito Terrestre. Ojala que en estas navidades, Dios nos proteja y no permita la ocurrencia de accidentes lamentables, pues no debemos ya contar con la protección del organismo responsable para estos casos, pues a pesar de tantos recursos invertidos, de tantos gastos en propaganda vacía e improductiva, el INTRANT continúa siendo un antro de corrupción y un cero a la izquierda. ¡Que me demuestren lo contrario!

El autor es Contador Público Autorizado y Máster en Relaciones Internacionales.

Ex Diputado al Congreso Nacional y ex miembro de la Cámara de Cuentas de la República, 2010-2016
Por Oscar López Reyes
Diario Azua / 30noviembre 2025.-

Desde 1950, tres años a posteriori de su creación -1947- la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos comenzó a instrumentalizar a periodistas para manipular y moldear a la opinión pública mundial, en una abominable labor de zapa, en el cenit geopolítico de la Guerra Fría entre dos superpotencias imperiales.

Su proyecto primigenio, y el más escalofriante, ha sido la encubierta Operación Mockingbird, mediante la cual se ocultaron y tergiversaron informaciones para influir a favor de los designios norteamericanos, y desde 2019 ejecuta a gran escala una campaña de reclutamiento para difundir noticias y entretenimiento en redes sociales y plataformas streaming.

En estos 78 años, la CIA ha invertido miles de millones de dólares en el enlistamiento de periodistas anti-éticos y anti-democráticos y en infiltración en medios de comunicación para divulgar programas propagandísticos, engendrando el descrédito y la desconfianza ciudadana, así como la animadversión de adversarios en guerras.

La operación Mockingbird, que inicialmente consistió en escuchas telefónicas periodísticas sin orden judicial, fue llevada a cabo por la CIA para identificar fuentes de filtraciones de datos de alta inteligencia. Principió grabando conversaciones privadas de Hanson Baldwin, reportero de seguridad nacional del New York Times, entre el 12 de marzo y el 15 de junio de 1963, desde el Despacho Oval de la Casa Blanca.

Las grabaciones fueron por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Jhon F. Kennedy, luego que se incomodara por un reportaje de primera plana publicado por Baldwin (ganador del Premio Pulitzer en 1943 por su cobertura de la Segunda Guerra Mundial) en la edición del 26 de julio de 1962 del New York Times en el que, amparado en una información clasificada, revelaba el número de misiles nucleares en el arsenal estadounidense. A su vez, comparaba esos depósitos atómicos de Estados Unidos con los de la Unión Soviética, y el afán de esta última superpotencia por resguardar sus emplazamientos de misiles balísticos intercontinentales.

A seguidas, la CIA también intervino los teléfonos residenciales de los columnistas Robert S. Allen y Paul Scott (The Allen-Scott Report, publicada en unos 300 periódicos), tras estos dar a conocer secretos clasificados de Estados Unidos. 

Más adelante, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) se incorporó a las averiguaciones y vigilancia para detectar quienes desde los organismos de inteligencia estaban infiltrando informaciones a la prensa. 

También produjo la intercepción telefónica a la periodista de Newsweek, Lloyd Nornam, y el secretario de Estado Dean Rusk presionó para que CBS News no difundiera un reportaje del periodista Daniel Schorr sobre el espectacular escape de ciudadanos de Alemania Oriental a través de un túnel bajo el Muro de Berlín.

Por intermedio del proyecto Mockingbird -según variadas fuentes- para divulgar propaganda proestadounidense y truquear a la opinión pública contra la influencia comunista, aceptaron ser asalariados de la CIA cientos de periodistas de The New York Times, The Washington Post, Newsweek, ABC, CBS, NBC, la revista Time, Louisville Courier Jounal, Copley News Service, la agencia internacional Reuters y otros medios de América Latina, Europa y otras regiones.

Los objetivos bien definidos de la contratación a sueldo de la red de periodistas, publicaciones, televisoras y emisoras tengo que segmentarlos en siete:

1.- Difundir relatos preescritos por la CIA, para tratar de cambiar la percepción global sobre situaciones y personas, siempre favorables a Estados Unidos.

2.- Controlar la política editorial de medios comunicativos, a través de altos ejecutivos y editores, en una novedosa interacción subrepticia gobierno-prensa.

3.- Ocultar informaciones perjudiciales o desfavorables a Estados Unidos, en una intromisión estatal sin precedentes.

4.- Inclinar la balanza para conveniencia estratégica de Estados Unidos en coberturas informativas, artículos de opinión, editoriales y otros géneros periodísticos.

5.- Contrarrestar la propaganda e influencia de la Unión Soviética, con mecanismos sofisticados de persuasión pública.

6.- Suministrar datos de inteligencia, en una típica tarea de espionaje.

7.- Detectar a agentes o empleados de organismos de inteligencia que confidencialmente suministraban informaciones a periodistas.

El autor: Redactor principal del Código de Ética del Periodista Dominicano y autor exclusivo del libro “La Ética en el Periodismo. Los cinco factores que interactúan en la deontología profesional”.


sábado, 29 de noviembre de 2025

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 29 noviembre 2025.-

Un debate reciente entre amigos sobre Santiago Rodríguez —si era más urgente promocionar el territorio o reparar los caminos— resume una discusión que se repite en muchos lugares del país. La tensión entre “mostrar” y “mejorar” aparece una y otra vez. Sin embargo, es un falso dilema: el desafío no es elegir, sino alinear.

Santiago Rodríguez, con su riqueza natural y cultural pero también con dificultades de accesibilidad y organización, ilustra lo que varios especialistas han señalado: una marca territorial no puede construirse sobre carencias estructurales ni imponerse desde arriba sin participación comunitaria.

La investigadora brasileña Giovana Goretti Feijó de Almeida (2022) sostiene que la marca territorial es inseparable de la identidad, la gobernanza y las capacidades reales del territorio. No es un logo ni un eslogan, sino una construcción colectiva.



Entre narrativa y realidad

Santiago Rodríguez no es la única provincia que intenta posicionarse como destino ecoturístico mientras enfrenta caminos deteriorados, escasa articulación institucional y debilidades en la formación de quienes ofrecen servicios. Esta brecha entre aspiración y realidad se repite en otros territorios del país.

Feijó de Almeida advierte tres riesgos principales cuando un territorio promueve una imagen que no se corresponde con lo que ofrece.

Primero, pérdida de legitimidad interna. Cuando la narrativa oficial retrata un territorio eficiente o preparado, pero la comunidad convive con fallas básicas, la marca se percibe como un artificio. La población no se reconoce en ella y disminuye la disposición a colaborar.

Segundo, reputación débil hacia afuera. Promocionar un territorio como “verde”, “auténtico” o “de montaña” mientras la infraestructura es insuficiente provoca decepción. Es clave recordar que vivimos en esa etapa en la que cualquiera dice, mucha gente le cree y hasta le ayuda a difundir. Las plataformas de mapas, reseñas y redes sociales amplifican cualquier disonancia entre lo prometido y lo vivido.

Y tercero, riesgo de acentuar la desigualdad territorial. Las marcas impuestas suelen concentrarse en zonas accesibles o “fotogénicas”, dejando rezagadas a las comunidades rurales o más distantes. En provincias como Santiago Rodríguez, esto puede significar inversiones en el casco urbano o donde hay gente influyente mientras la Sierra y los parajes alejados siguen relegados.



Y entonces, ¿infraestructura o promoción?

El debate suele presentarse como una elección excluyente: o se invierte en caminos o se invierte en comunicación. Pero ambas dimensiones deben avanzar de manera coherente. La infraestructura es la base de la credibilidad de la marca. Mientras que la promoción es el vehículo para expresar identidad y atraer oportunidades.

Almeida y Casaroto (2019) han documentado cómo, en varios países latinoamericanos, han aplicado modelos de “place branding” sin resolver antes la gobernanza ni la participación local. Cuentan que así han generado marcas vistosas pero desconectadas de la realidad. La República Dominicana enfrenta un riesgo similar cuando confunde promoción con desarrollo.

Lecciones desde Santiago Rodríguez

De estas reflexiones pueden extraerse cinco claves para cualquier territorio que aspire a fortalecer su marca sin perder autenticidad:

Uno, diagnóstico participativo. Ninguna narrativa territorial funciona si no se construye con la gente que vive allí. Guías, productores, juntas de vecinos y asociaciones culturales y ambientales deben ser actores centrales.

Dos, infraestructura antes que narrativa. Caminos transitables, adecuada señalización, organización básica y seguridad no son detalles operativos: son cimientos estratégicos. Un destino ecoturístico depende de la accesibilidad real.

Tres, identidad desde dentro. La marca no puede inventarse en un despacho; debe reconocer lo que el territorio es. La autenticidad pesa más que la aspiración.

Cuatro, proceso gradual. Se puede comunicar desde el principio, pero ajustando expectativas: primero el público local, luego el nacional y, solo cuando haya condiciones, el internacional.

Y cinco, gobernanza articulada. Alcaldías, ministerios, sector privado, organizaciones comunitarias y academia deben coordinarse. Una marca territorial sostenible es un proyecto colectivo.

En síntesis, Santiago Rodríguez recuerda que las marcas territoriales exitosas no son atajos al desarrollo, sino frutos de procesos coherentes. Promocionar un territorio sin prepararlo es como invitar a alguien a una casa que aún no está lista; pero preparar la casa sin contarlo también es perder oportunidades. La clave está en la coherencia y, sobre todo, en la autenticidad.
«Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados». Mahatma Gandhi

Por Agustín Perozo Barinas
Diario Azua / 29 noviembre 2025.-

Hemos escogido y seguimos escogiendo malos presidentes... y hasta repetimos algunos, golpe tras golpe.

Se abre el telón...

Paolo Pasolini supo como empujamos nuestras sociedades dentro de ese drenaje de recursos y festival de permisividades hacia la oclocracia, el gobierno de la muchedumbre o de la plebe, cuando expresó con cierto dejo derrotista: "Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota. En no ser un trepador social y no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar el primero. Ante este mundo de ganadores vulgares, de prevaricadores falsos, entre todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser/tener, ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde". Un tipo de carcinización social... entendamos que la carcinización es un proceso evolutivo convergente en el que distintos grupos de crustáceos, a lo largo de millones de años, han evolucionado de manera independiente hacia la forma de cangrejo. Y así vamos, como el cangrejo, caminado hacia atrás: «La autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel». (J. Mackintosh)

El clavo cumple su misión gracias al martillo que lo golpea. Pero hay otros golpes de martillo ciertamente dolorosos...

Cuando las cosas no salen bien esto podría relacionarse como un martillazo. Los humanos somos muy proclives a hacer cosas que sabemos podrían salir muy mal... pero avanzamos hasta que el martillo ejecuta para lo que está hecho: golpear.

Tormentos como las deudas impagables podrían, en muchos casos, prevenirse. Sin embargo, nos endeudamos sabiendo que un martillo espera: "En los últimos cinco años (período 2020-2024), la República Dominicana ha pagado aproximadamente 16,852 millones de dólares solo por concepto de intereses de la deuda pública. Estos pagos reflejan el peso significativo de la deuda en las finanzas nacionales, ejerciendo presión sobre el espacio fiscal del país". (Suárez/Acento)

La economista Mariana Mazzucato lo expuso muy claramente: "Es un crimen pagar más a deuda pública, destinando más recursos presupuestarios al pago de intereses por encima de los fondos asignados a salud, educación, infraestructura e innovación. No es posible progresar en una economía donde la gente no tenga salud ni educación".

También plantea aplicar un enfoque más riguroso a las alianzas entre los sectores público y privado, analizando si son parasitarias, mutualistas o simbióticas, porque a veces el sector privado quiere incentivos “para hacer nada”.

Las exenciones fiscales en la República Dominicana representan un gasto tributario estimado en unos RD$243 mil millones al año (y ha mostrado una tendencia creciente en los últimos años), lo que afecta significativamente el presupuesto nacional que opera en condición de déficit: un presupuesto deficitario fruto, sumado al pago de intereses sobre la deuda pública, del gasto tributario que se tiene. Este último se incrementó un 52.1% en cinco años, lo cual ilustra la magnitud del aumento en el período reciente. Hasta el momento, no se ha anunciado un plan oficial para revisar o reducir las exenciones vigentes.

Actualmente vivimos en un orden que prioriza: "economía→sociedad→planeta", y no ponderamos la secuencia más apremiante: "planeta→sociedad→economía". Estamos destruyendo nuestros hábitats teniendo demasiadas evidencias concretas de ello. Seguimos argumentando que todo lo "negativo" solo es percepción, que vamos avanzando en crecimiento y progreso integral. Como la sutil pero efectiva retórica con que se ha logrado aglutinar tantos adeptos alrededor de la promesa: "Sufre ahora, sé sumiso y obediente, teme al dios que te imponemos, y a cambio tendrás un hermoso y primaveral paraíso cuando mueras y resucites a otra vida".

La clave para encontrar el éxito de semejante propuesta, desde luego, no hay que buscarla en la dulzura fantasiosa de tales palabras, sino en la ingenuidad y ligereza del creyente en dioses, demonios, espíritus y fantasmas. El derrumbe del entramado de los sentidos, según Arendt, conduce a la pérdida de la capacidad de actuar en concierto, donde reside el poder, resultando en una desintegración de la acción política colectiva y responsable.

«No seas víctima del idealismo excesivo y creas que decir la verdad te acercará a las personas. La gente ama y recompensa a quienes pueden adormecerlos con ilusiones. Desde la antigüedad, la gente solo ha castigado a quienes dicen la verdad... Si quieres quedarte con la gente, comparte sus delirios. La verdad la dicen los que quieren irse...» (Nietzsche) Tampoco intentes enseñarles a tener criterio para ser libres, autónomos, inalienables, descontaminados de odio y fanatismo.

Así leemos en las plataformas digitales: "El pensar es una acción natural del ser humano pero discernir y tener criterio es una virtud de pocos. El voto te hace sentir libre pero sigues encadenado a un sistema que no cuestionas. Cambia el rostro del amo pero no las cadenas. Te hacen creer que eliges, cuando solo eliges quién te da órdenes. El verdadero hombre libre no delega su poder: lo ejerce sobre sí mismo. Gobierna tus decisiones o alguien más lo hará por ti". Pero es como intentar labrar en la mar...

Agregamos: "Mientras los imperios caían y los pueblos celebraban su “liberación”, un linaje permanecía intacto. Nombres que se repiten en la sombra: Rothschild, Rockefeller, Dupont, Morgan, Windsor, Warburg... apellidos que no gobiernan países, gobiernan sistemas. Sus manos diseñaron bancos, corporaciones, guerras y rescates. Financiaron ambos bandos de cada conflicto y cuando la sangre se secaba, cobraban con intereses. Su riqueza no es material: es estructural. Poseen las instituciones, los medios, las farmacéuticas, los fondos que compran gobiernos y dictan el precio de la vida humana. El poder real nunca se presentó a elecciones. Está en las juntas directivas, en las fundaciones “filantrópicas”, en las cumbres que deciden el destino de millones sin levantar un voto. Ellos no buscan, necesariamente, dinero: buscan continuidad. Porque quien controla la economía, controla la historia; y quien controla la historia, reescribe la verdad. La humanidad cambió de siglo, pero no de amos. Solo cambió la forma de la corona. Los medios no informan: programan. Los bancos no prestan: esclavizan. Los gobiernos no gobiernan: obedecen. Hollywood no entretiene: hipnotiza. Las perversiones no liberan: desvían... y el uno por ciento no solo acumula: ejecuta. Sí, llegará el día que será preciso desvainar una espada para afirmar que el pasto es verde". (G K Chesterton)

Como una traumática versión de "atrapados sin salida" tenemos claro quiénes son los grandes beneficiados en nuestras democracias y, de hecho, quiénes mueven los hilos del poder real dentro de la secuencia: Más gasto→más déficit→más deuda→más impuestos.

Estos martillazos no son exclusivos de la República Dominicana y se comparten en casi toda Latinoamérica y España. Veamos dos ejemplos:

En los últimos cinco años (2020-2024), España ha pagado una cantidad significativa en intereses de la deuda pública. En 2024, se estimó que el gasto ascendería a una cifra récord de 42.000 millones de euros. En 2023, la cifra superó los 31.000 millones de euros. Destinará este año por pago de intereses de la deuda cuatro veces más que a I+D, infraestructuras o seguridad. La carga de la deuda se elevará al 2,5% del PIB pero subirá los próximos hasta el 2,9% en 2029.


En México se estima que en el 2024 el costo financiero de la deuda pública ascendió a aproximadamente 3.4% del PIB. La estimación para 2025 indica que desembolsará 1.2 billones de pesos mexicanos solo en intereses, lo que equivale a 17 de cada 100 pesos que ingresan al gobierno federal. El costo financiero de la deuda ha crecido más rápido que la economía del país y, por lo tanto, más rápidamente que la recaudación de ingresos del Gobierno Federal.


América Latina ha pagado montos extraordinarios en intereses sobre la deuda pública en los últimos cinco años, con los pagos por ese concepto estimados en 117 mil millones de dólares solo en 2023. El elevado volumen de deuda pública no solo supone que nuestros países no pueden ni con toda su producción pagar todo lo que deben, sino que además conlleva que tienen que afrontar cada año un coste cada vez mayor por el pago de intereses. La situación económica continúa siendo preocupante. La combinación de varios factores como el encarecimiento de la vivienda, la creciente inflación de bienes esenciales, el estancamiento salarial y la incertidumbre laboral está generando una sensación de fragilidad que se percibe en prácticamente todos los sectores sociales.


Se cierra el telón.


La democracia es solo una forma educada de permitir que los esclavos elijan a sus amos. La gente no acaba de entender, como dijo Gilles Deleuze, que: "El poder requiere cuerpos tristes. El poder necesita tristeza porque puede dominarla. La alegría, por lo tanto, es resistencia, porque no se rinde. La alegría como potencia de vida, nos lleva a lugares donde la tristeza nunca nos llevaría". Entre las deudas, la inseguridad, el desempleo, los impuestos, la inflación, bajos salarios y pensiones, limitada cobertura médica, entre otros lastres, ¿son felices las mayorías?


Dé seguimiento a su serie deportiva favorita, asista a conciertos de su preferencia, no deje de ir a bares y balnearios, vacacione y ejercítese... el entretenimiento nos desconecta, pero no olvide que habrá facturas perturbadoras que llegarán, tarde o temprano, como el golpe de un martillo.


Sin pretender dar un discurso vitriólico, incendiario y de barricada, citamos a Thomas Hobbes para concluir: «El infierno es la verdad vista demasiado tarde».


Autor de los libros sociopolíticos «La Tríada II» y «Érase una vez un edén en El Caribe».

 

Por Roberto Valenzuela
Diario Azua / 29 noviembre 2025.-

Me provoca una sonrisa la llamada «Casa de Alofoke», ese escenario que algunos contemplan con desdén, como si fuera la manifestación más cruda de «la plebe dominicana y de Puerto Rico». Se olvidan —o prefieren olvidar— que ese espacio no pretende ser un auditorio académico, sino entretenimiento puro. Y para entretener a la gente del caserío, del patio, del callejón, de la parte de atrás, hay que hablar su idioma, con sus códigos, su cadencia y su verdad.

Los personajes que desfilan por ahí —La Fruta, Capitán Alou, MamiJordan, La Benítez, La Perversa, La Insuperable y demás— son precisamente eso: sociología popular en estado natural, un espejo donde se refleja un país que existe, respira y camina a nuestro lado.

A esos «plebes» —dicho sin ánimo de herir, sino para nombrar a hombres y mujeres del pueblo— no se les puede exigir la pulcritud de la academia si la misma sociedad que hoy los critica jamás les brindó educación ni oportunidades. Vienen «batiendo el cobre», «con el cuchillo en la boca», avanzando a puro esfuerzo, desde comunidades donde el progreso es un visitante escaso. En un país que no suele tender la mano a los de abajo. Es más fácil apuntar el dedo acusador, más difícil preguntarse por qué.

La historia lo confirma: la plebe siempre ha sido la olvidada, la empujada a los márgenes. La palabra —del latín plebs, plebis— se usaba y aún se usa para definir al desheredado, al pobre, al que carga la vida sin herencias que lo alivien. No es raro escuchar: «pero fulano sí es plebe», como si fuese una sentencia de inferioridad.

Y siguen vivas expresiones como «a la plebe hay que mantenerla con pan y circo» o «la plebe quiere ver sangre», herencia directa de los coliseos romanos, donde el pueblo alcanzaba el éxtasis viendo gladiadores despedazarse o caer ante las fieras. La emoción de la masa era un espectáculo tanto como la lucha en sí.

Hoy, como ayer, llamar a alguien «plebe» equivale a decirle vulgar, prosaico. En la jerga callejera se les dice «malapalabrosos». Curiosa ironía: quienes nunca tuvieron acceso a la palabra “correcta”, ahora son juzgados por no usarla.

En los debates actuales resuena con fuerza otra palabra: plebiscito. Figura jurídica manoseada, pero con raíces profundas. En la Roma antigua, los plebeyos —la clase más baja, aunque mayoría aplastante— carecían de derechos: no ocupaban cargos, no decidían, no eran tomados en cuenta ni como ciudadanos. Iban a la guerra, pero, cuando llegaba el reparto del botín, se les dejaba fuera.

Hasta que un día decidieron reunirse y crear sus propias asambleas, sus propias leyes, sus propios plebiscitos. Fue el primer grito colectivo de una clase que, cansada de ser invisible, exigió ser pueblo de verdad.

Desde entonces, el plebiscito quedó como símbolo de consulta popular directa. Porque la plebe no es solo la “clase baja”: es multitud, gente, pueblo, masa viva.

La Real Academia Española y otros diccionarios definen plebe como quienes ocupan el nivel socioeconómico más bajo, los marginados del progreso. Oxford Languages lo resume con cierta crudeza: «Con la transfiguración de las realidades en apariencias, se tiene a la plebe contenta».

En cambio, los patricios —del latín patricius, “padre”— eran los nobles, los descendientes de los primeros fundadores de Roma, los «padres fundadores».

El término sigue vivo: hablamos de los padres fundadores de Estados Unidos, del patricio Juan Pablo Duarte, o de cualquier figura que siembre las bases de una nación.

La plebe y los patricios: dos palabras antiguas que aún recorren nuestro lenguaje y nuestras miradas.

Y mientras algunos miran la «Casa de Alofoke» como un circo moderno, tal vez convenga recordar que, en todas las épocas, donde está el pueblo, ahí está la verdadera historia.

El Mirador

Por Luis Céspedes Peña
Diario Azua / 29 noviembre 2025.-

La destitución del arzobispo de la Arquidiócesis de Santo Domingo, porque hay que decirlo así, Francisco Ozoria Acosta, parece que será el renacimiento del buen mensaje pastoral que acostumbraron a la mayoría de dominicanos, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, los obispos Roque Adames Rodríguez, Víctor Masalles, Juan Antonio Flores Santana, Tomás Abréu, Jesús María De Jesús Moya, Benito De la Rosa Carpio, Antonio Camilo, Diómedes Espinal, José Dolores Grullón Estrella, Freddy Bretón y otros muy inolvidables de ese sector.

Esas autoridades convirtieron a la Iglesia Católica de nuestro país, en una de las más funcionales de América Latina u otras partes del mundo, enfocada en la exigencia para la solución de problemas comunes de la sociedad, no sólo religiosos.

La destitución de Ozoria Acosta, un arzobispo tranquilo, buena persona y con excelentes principios, aún con la acusación de mal administrador hecha por el Vaticano, tuvo su origen en su equivocada forma de enfrentar los problemas de la institución. ¡La humildad en un país con tantos problemas, fruto del subdesarrollo, no es una respuesta positiva!

Lo de mala “administración” podría tener su origen en gastos superiores a las entradas, no robo. ¡De ese tema escribiremos en otra columna!

En una nación, cada vez con más problemas migratorios, que también presionan la economía, una democracia tan abierta y con tantos medios de comunicaciones, con pensamientos diferentes, el arzobispo de la principal Arquidiócesis se mantuvo casi ausente de la radio, la televisión, los periódicos físicos y digitales.

Sin un enfoque sobre los graves problemas del país, como los económicos, narcotráfico, promoción de la homosexualidad, la delincuencia, la violencia, el aborto y otros males sociales, los cuales-por décadas-fueron combatidos por su antecesor, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien todavía ostenta el título, pero enfermo, no podía esperarse otro desenlace que no fuese su sustitución.

La salida de López Rodríguez y la llegada a la Arquidiócesis de Santo Domingo de Ozoria Acosta, “produjo que la Iglesia Católica funcionara como si se tratara de un enorme barco capitaneado por un hombre que desconocía los mares”.

Cada obispo es el líder de una Diócesis o Arquidiócesis, pero el país percibía que Ozoria Acosta como el sucesor en funciones del cardenal López Rodríguez, lo que no ocurrió.

No hay ninguna duda de que la designación del activo obispo, ahora arzobispo coadjutor, Carlos Tomás Morel Diplán, un hombre con mucha energía, está fijando la trayectoria de lo que busca el Papa León 14, que es el restablecimiento de una Iglesia más activa, retornando a su vinculación, no sólo de las oraciones, sino enfocándose en temas de luchas por la solución de males sociales.

El arzobispo coadjutor se percibe como el próximo cardenal. Como el nuevo arzobispo tiene buenas relaciones con casi todos los obispos, se espera que surjan nuevos liderazgos para bien del país. ¡Que la Iglesia tiene suficientes, pero muchos apagados!

¡Esa es la Iglesia que quiere el Papa León 14! (León X1V). El arzobispo Carlos Tomás Morel Diplán, es una figura con una clara visión del manejo de los medios de comunicaciones, el cual responde con naturalidad a cada tema que se le plantea, pero que también tiene un concepto claro de exponer soluciones a los problemas comunes.

La visión del Papa León 14, debe servir de mensaje para todos los obispos, la mayoría de ellos personas muy atractivas y decentes, pero algunas veces alejadas de una visión estratégica vinculada a las luchas por la solución de los problemas de la migración ilegal, los altos precios de los productos, la baja producción de alimentos, de manera especial, el narcotráfico, la violencia, el derecho a la vida, la criminalidad y el respeto a los valores cristianos, algunos de ellos establecidos en la Constitución de la República.

¡No hay que enfrentar al Estado, sino ayudarlo a resolver principales males! Los obispos, cada vez que tengan la oportunidad, deben hablar con el Presidente Luis Abinader, que es católico, para plantarle soluciones a problemas generales.

El liderazgo de la Iglesia Católica de nuestro país era tan fuerte, que los Presidentes de la República suspendían cualquier tipo de actividad para recibir al cardenal López Rodríguez, cuando éste tenía que hablar de algún tema crucial con la máxima autoridad de la nación y no tenía cita.

Por diferentes conceptos, será muy difícil contar con otro arzobispo como Nicolás de Jesús López Rodríguez, pero hay mucha esperanza en el futuro con Morel Diplán, más agresivo que Ozoria Acosta, hombre humilde, éste último, pero que también cometió el error de ser un vocero de la migración ilegal haitiana, quizás por el estado de pobreza de esos extranjeros.

La falta de un liderazgo capaz de escuchar las inquietudes de temas nacionales o comunitarios de una parte de sacerdotes, laicos comprometidos y las monjas, es un gravísimo malestar religioso que se está originando en algunas Diócesis.

Hace varios días escuché a un sacerdote de la Arquidiócesis de Santo Domingo, decir que “el arzobispo Ozoria Acosta no escucha a los presbíteros y si lo hace los deja sin respuestas”. También se quejó de que en un país, con tantos problemas, como el nuestro, Ozoria Acosta no sale a exponer sobre los temas del momento, como lo hacía el cardenal López Rodríguez. ¡Es una buena observación para los demás obispos!

Esa falta de visión afecta a una parte de nuestros obispos, que son personas bien formadas, pero no se están haciendo sentir como la generación que mencioné al principio, lo que está contribuyendo a la dispersión de la gran feligresía católica dominicana.

Nuestra Iglesia tiene a decenas de presbíteros, ejemplos del mensaje de Jesús (El crucificado), trabajando en parroquias, como Javier Báez, de Tamboril, el Padre Chelo, Nino Ramos, el sancionado padre Rogelio Cruz, de Santiago Carlos Santana, Williams Arias y otros, que trabajan en la solución de problemas de las comunidades, ¡no sólo con oraciones!

Aunque hace falta liderazgos fuerte en la Iglesia Católica de nuestro país, también hay que decir que la institución tiene buenos obispos, sólo que hace falta que se le “inyecte” la pasión que busca el Papa León 14. Se busca que los obispos y presbíteros trabajen más directamente en la solución de los problemas nacionales o comunitarios.

En la Arquidiócesis de Santiago está Héctor Rafael Rodríguez, un hombre bien formado para dirigir su Iglesia, pero que el exitoso trabajo realizado por los obispos Hugo Eduardo Polanco Brito, Roque Adames Rodríguez, Juan Antonio Flores Santana, Benito De la Rosa Carpio y Freddy Bretón, puede opacarlo si su labor no la sintoniza con las acciones de desarrollo de estos inolvidables pastores. Su dinamismo es un factor de progreso.

¡Héctor Rafael tiene un gran potencial para avanzar y un excelente verbo para conquistar trabajadores para la empresa de Dios, que no busca ganar bienes materiales!

Tenemos un problema muy difícil, porque a pesar de esa falta de liderazgos, que está, pero oculto, la Iglesia Católica sigue creciendo. En el caso de la Arquidiócesis de Santiago, ya es una necesidad la creación, salidos de la misma, de otros Obispados, ascendiendo presbíteros a obispos, debido a que territorialmente es muy grande, permitiendo así un trabajo más descentralizado.



En la Arquidiócesis de Santiago hay un grupo de presbíteros que se formó durante la amplia gestión del cardenal López Rodríguez, que aunque su territorio era la de Santo Domingo, su orientación, como líder, incidió en todo el territorio nacional.

También hace falta uno o varios sacerdotes que sustituyan a monseñor Agripino Núñez Collado, ya fallecido, pero que en vida fue un excelente mediador entre el Estado, los gremios, partidos políticos y el resto de la sociedad.

Ese liderazgo de López Rodríguez mantuvo unidos a todos los obispos, aunque con las normales diferencias pastorales, las cuales no se reflejaban en la Iglesia Católica.

Hay que recordar que el Vaticano, bajo la conducción del hoy Santo Juan Pablo Segundo, usaba a López Rodríguez, en su condición de cardenal, para representarlo en misiones especiales a diferentes continentes. Recuerden que a López Rodríguez se le llegó a mencionar como un futuro Papa, aunque él nunca presentó candidatura.

Con nuestra postura no queremos disminuir el papel de ningún obispo, sino más bien exhortarlos a buscar el mensaje de Jesús, que por su defensa a los valores fue perseguido, apresado, asesinado a golpes y heridas, para luego ser rematado colgándolo en una cruz.

¡Gracias por leernos!