Titulares

Publicidad

Mostrando entradas con la etiqueta Opinión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Opinión. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de diciembre de 2024

 

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 05 diciembre 2024.-

Eso de “la mesita del teléfono” le puede parecer raro a muchas personas. Para quien haya vivido o hurgado en torno a esa etapa previa a la irrupción de internet, el referido mueble le podrá resultar desde conocido hasta muy familiar.

En ese tiempo había mobiliarios muy diversos para colocar el teléfono. Desde uno en donde apenas cabía el equipo hasta otros que, además de espacio para el dispositivo y hasta para un florero pequeño, disponía de asiento para quien hablaba, un tope para colocar papel (regularmente, una libreta) y un bolígrafo, así como otro espacio para colocar revistas o libros.

El asunto es que el entorno del dispositivo estaba organizado para que en relación con una llamada telefónica se pudiera mucho más que solo hablar y escuchar.

Como es lógico, también existía la posibilidad de que no estuviera en el lugar, ni en la cercanía, la persona a quien procuraban por ese medio. Ahí encontraban sentido de oportunidad los instrumentos para tomar notas.

En ese tiempo era completamente normal que una llamada telefónica generara comunicación entre personas que compartían un espacio físico y hasta entre vecinos, cuando no todos disponían de teléfono en el sector. Era completamente normal que alguien acudiera a un lugar a esperar o realizar alguna llamada.

A ello se sumaba, cuando el destinatario de la llamada no estaba, una sugerente pregunta. ¿Le quiere dejar algún mensaje? Esa pregunta podía ser respondida de muchas maneras. Entre ellas destacan: no, gracias; solo dígale que llamé, y también la posibilidad de un mensaje con más detalles.

Esto puede ser entendido como simple expresión de añoranza. Pero invito a que lo veamos con más riqueza. Propongo que reparemos en cómo la tecnología ha cambiado la forma en que vivimos, trabajamos y nos comunicamos. Hoy en día, usamos teléfonos inteligentes, redes sociales, cámaras de seguridad y aplicaciones que nos facilitan la vida.

¿Sólo nos facilitan la vida o por algún otro lado nos la complican? Lo real es que todo este avance tecnológico también ha traído un problema importante: la reducción de nuestra privacidad, lo que de por sí ya es bastante. Pero hay más. Vale preguntarse: ¿cómo esto afecta nuestras relaciones con los demás y nuestro crecimiento personal?

Con el denominado “rastro digital” que dejamos cuando navegamos en internet, con las fotos y videos que publicamos en redes sociales y cuando, sabiéndolo o no, compartimos nuestra ubicación, que muchos teléfonos rastrean o es un requisito para el “mejor funcionamiento” de ciertas aplicaciones, nuestra privacidad va dejando de existir.

Las empresas y gobiernos utilizan esta información para diferentes propósitos. Las empresas, por ejemplo, la usan para ofrecernos publicidad personalizada, mientras que los gobiernos pueden usarla para controlar actividades sospechosas. Aunque esto puede sonar útil, también significa que no tenemos tanto control sobre quién sabe cosas de nosotros, y menos aún sobre cuál será el uso que le dará a eso que sabe.

Como es fácil notar, estos adelantos tecnológicos tienen su contrapeso. Esa agilidad para enterarse o hacer saber también contribuye al deterioro de la confianza en las relaciones y hasta puede terminar generando conflictos.

A ello se suma que cada vez son menos los momentos privados. Cuando compartimos todo en redes sociales, desde nuestras comidas hasta nuestras vacaciones, es fácil olvidar que no todo necesita ser público. Esto puede llevar a que las relaciones pierdan su sentido de intimidad, ya que los momentos privados se vuelven menos comunes.

Y todavía hay más: estos cambios terminan limitando nuestro crecimiento personal. Recordemos que, como parte de su avance, toda persona necesita aprender, mejorar y sentirse cómoda con quién es. Pero la reducción de la privacidad puede hacer este proceso más difícil.

Cuando todo es público, hasta los errores, tan útiles para aprender y crecer, son aprovechados por cualquiera para frustrar las posibilidades de crecimiento de quien los comete. A eso se suma la reducción y hasta la inexistencia de tiempo para reflexionar. La mayoría asume que “siempre hay que estar disponible”. ¿Cuándo piensa quien así opera? ¿Cómo se relaciona todo esto con los crecientes problemas de salud mental?

En definitiva, tenemos remembranzas, pero sobre todo tenemos lecciones y tareas al remitirnos a la mesita del teléfono.

Emilia Santos Frias
Diario Azua / 05 diciembre 2024.-

La rapidez conque avanza la Era de la Conectividad, sus herramientas tecnológicas, innovación, así como, la parte nociva: los riesgos y amenazas emergentes a la seguridad global, como terrorismo, ciberataques, pandemias y cambio climático …, que obligan a los Estados a adaptar estrategias de planificación cónsonas, para poder gestionarlos de manera efectiva, presenta también entre sus desafíos la necesidad de capacitación profesional continua, como forma de reforzar el compromiso de seguridad compartida.

Máxime para el profesional periodista, de investigación; comprometido con la ética, con una narrativa que respeta y produce garantía de derechos humanos, fundamentales y seguridad, porque, esta se relaciona con la sobrevivencia, preservación de la vida, espacios, territorios, intereses y patrimonio de los Estados.

En ese sentido es loable, ver cómo las y los periodistas en este caso, de la República Dominicana, que laboran arduas y estresantes jornadas, ocupan además su tiempo, para continuar capacitándose como forma de cumplir el sagrado compromiso asumido al aceptar ejercer el Periodismo: un servicio de interés social, que mediante la información acciona el bien común. Produce bienestar colectivo.

Actualizan conocimientos, adquiere nuevas habilidades, técnicas…, para robustecer el análisis, creación de contenido oportuno y eficaz, entender la información que recibe…, además aprovechar las ventajas que ofrece la tecnología avanza, la inteligencia artificial, y otras invenciones, con las que, desde las redacciones se fortalece el respeto, dignidad y buen nombre de las personas.

Asimismo, para presentar, con enfoque cada vez más humano, la realidad que vive el mundo, y contribuir desde la narrativa a solucionar problemáticas. Porque, como he reiterado en artículos anteriores, la libertad de expresión, está subordinada a la verdad.

En esta ocasión, la alfabetización mediática e informativa, tuvo como tema Fortaleciendo la resiliencia de los Medios de comunicación en República Dominicana para la cobertura de emergencias y desastres. Auspiciada por Naciones Unidas, el gobierno del Estado mediante el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Programa Mundial de Alimentos; la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y el Centro de Operaciones de Emergencias de la nación...

No es casual la escogencia de nuestro país, la República Dominicana, es una nación resiliente, que operativiza múltiples acciones; alianzas nacionales e internacionales, con actores de igual índole, para mitigar amenazas como el cambio climático, los riesgos de huracanes, sequía, plagas, a la seguridad alimentaria, y sus daños. También, para fortalecer la bioseguridad, vigorizar las redes de protección social y combatir la desinformación…, aspecto en el que, las y los periodistas, "son puente entre la crisis y la solución”.

En el aprendizaje, las y los participantes, al igual, identificaron valores que salvaguardan la democracia, y principios que sitúan a la persona humana como el fin principal de la respuesta en caso de desastres. ¿Cómo comunicar los distintos peligros y riesgos, para que la población sepa qué hacer y en qué momento?. En este sentido, la desinformación nunca será parte del correcto ejercicio periodístico.

Como es bien sabido, todos somos productores de contenido, la comunicación salva vida, pero, la desinformación hace, asimismo, que se pierdan. Por eso, el compromiso es promover narrativas apegadas a la verdad, como garantía de derechos humanos y fundamentales.

Lo contrario, la citada y molesta desinformación, con su discurso de odio, siempre aporta discriminación, teniendo como plataforma elementos no veraces, de espalda a las personas y sus necesidades. Por ende, las estigmatiza, y refuerza condiciones de vulnerabilidad. Esta siempre será frenada mediante un periodismo ético, profesional, que siga protocolos y contribuya a crear alianzas.

Al respecto, el artículo 19, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Político, de 1966, expresa con claridad meridiana, qué puede el profesional del periodismo decir a una sociedad, y qué no. Perpetuamente en pro de la protección de la seguridad nacional, el orden público, salud o moral pública de los Estados o sociedades.

Por lo que, como aprendimos en la academia, el mundo acciona seguridad global integrada e integral, para proteger a las personas, bienes, intereses y objetivos estratégicos de las naciones. Hoy el reto o desafío es colectivo, ante un futuro incierto, con nuevas dinámicas políticas, económicas, sociales…, en el que, es clave, identificar riesgos, amenazas, prevenir crisis o anteponerse a su impacto, gestionar desastres o ataques que puedan desestabilizar a los Estados.

Por ende, los Estados se han abocado, igualmente, a fortalecer normas, optimizar capacidades de seguridad y defensa, con acciones como obligaciones y lucha conjunta hacia las amenazas comunes a nivel nacional, regional e internacional. Capacitaciones y operaciones para fortalecer la respuesta, garantizar seguridad humana y estabilidad económica, al tiempo de promover la paz.

Es un acierto, que la gestión de riesgos y de amenazas emergentes, requiere estrategias y acciones multidimensionales; colaborativas, por eso, es tan importante que todos los sectores, Estados, instituciones, y sociedad civil, tengan interconexión para hacer frente a los diferentes riesgos y amenazas, incluyendo las naturales, híbridas y asimétricas, así como su impacto.

Aprovecho estas líneas, para saludar la iniciativa de apoyo psicológico a periodistas, que realiza la Cruz Roja Dominicana ante casos de traumas post desastres. ¡Enhorabuena!

Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 01 diciembre 2024.-

"La mediocridad, al instalarse como norma, convierte a las sociedades en sumas de hombres clónicos, incapaces de reaccionar ante los desafíos"
José Ortega y Gasset “La rebelión de las masas”, 1929.

La mezquindad y la mediocridad no son simples defectos morales individuales, sino que son fuerzas corrosivas que pueden fragmentar severamente el tejido social, minar el potencial colectivo y fomentar la alienación de las personas. Estas actitudes, al arraigarse en las relaciones humanas, bloquean todo tipo de cooperación puesto que desconfían del mérito de quienes puedan llegar a tener algún talento real que no sea chupar medias mientras que perpetúan sistemas de exclusión y envidia que atentan contra la convivencia armónica y el desarrollo comunitario.

Entendemos la mezquindad como la incapacidad de compartir bienes materiales, intelectuales o espirituales con generosidad, muy propio de la gente que es profundamente antisocial. Aristóteles ya nos advertía que la virtud de la magnanimidad es esencial para el bienestar colectivo. Desde su perspectiva, el mezquino no solo daña a otros, sino que se niega a sí mismo la posibilidad de trascender en comunidad: en su expresión más extrema, se convierte en una forma de egoísmo que erosiona la confianza y dificulta la solidaridad.

Para ilustrar el modo de vida mediocre y mezquino, podemos recurrir a la mitología, particularmente al mito que dio nombre al síndrome de Procusto, una metáfora tomada de los griegos antiguos que describe una actitud común en sociedades donde la miseria humana predomina por sobre el bien común. Procusto, reiteramos, un personaje mitológico, era un posadero que ajustaba a la fuerza a sus huéspedes al tamaño de su cama: si eran demasiado altos, les amputaba las extremidades; si eran demasiado bajos, los estiraba. En términos sociales, este síndrome alude a la tendencia de algunas personas a rechazar o limitar a aquellos que destacan o son diferentes, por temor a que su talento, virtudes o capacidades superiores los eclipsen.

El precitado fenómeno se observa con frecuencia en contextos laborales, educativos y comunitarios, donde el talento o la excelencia son percibidos no como recursos para el beneficio común, sino como amenazas al statu quo. Al respecto, el filósofo y sociólogo Max Scheler indicó que “la envidia social es la forma más tóxica de la mediocridad, pues busca nivelar a todos hacia abajo, impidiendo que los mejores se desarrollen” (“El resentimiento en la moral”, 1912). En este sentido, el síndrome de Procusto no sólo perjudica a los individuos talentosos, sino que también estanca el progreso colectivo al suprimir la diversidad y la innovación.

Pues bien amigos, en nuestra era de redes sociales, el síndrome de Procusto se manifiesta en linchamientos digitales o en críticas desmesuradas hacia quienes sobresalen en cualquier aspecto de la vida. El anonimato cobarde y la dinámica de la virtualidad no hacen otra cosa que amplificar el miedo al talento ajeno, transformando las diferencias en un objeto de burla o ataque violento. Sobre este asunto en particular, Slavoj Žižek indicaba que “el éxito de una sociedad marcada por la envidia y el resentimiento no sólo es difícil de alcanzar, sino que se convierte en una carga, ya que provoca el rechazo sistemático de aquellos que se sienten amenazados por el cambio” (“Living in the End Times”, 2010).

En contraposición a la mezquindad, la magnanimidad aristotélica se presenta como antídoto: la reflexión de Aristóteles sobre esta actitud en su “Ética a Nicómaco” sitúa esta virtud como una cualidad central para el florecimiento personal y social. Es que el magnánimo aspira siempre a cosas grandes, pero lo hace desde el conocimiento propio de su valor, evitando tanto la mezquindad como la vanagloria. Este equilibrio es esencial para Aristóteles, pues considera que sólo quien comprende su dignidad, puede aspirar a lo elevado sin caer en los excesos ni en las pretensiones vacías.

Aristóteles describe al magnánimo como alguien digno de honores, pero no como un buscador de reconocimiento a cualquier costo. La magnanimidad es, en este sentido, opuesta a la mezquindad, que se manifiesta en el rechazo a reconocer el valor propio o ajeno, y al mismo tiempo, contraria a la mediocridad, que evita aspirar a lo grandioso por temor al esfuerzo o al fracaso. Así, el magnánimo se presenta como una figura ideal de la ética aristotélica, capaz de armonizar la virtud personal con el impacto positivo en la comunidad.

En una sociedad marcada por la mezquindad, la magnanimidad actúa como contrapeso necesario. Aristóteles sugiere que el magnánimo, al conocer su valor, no necesita despreciar a otros ni competir desde la envidia. Por el contrario, su aspiración a lo elevado inspira y eleva a quienes lo rodean y acompañan. Esto, que parece ancestral y pasado de moda, tiene profundas implicaciones sociales: un tejido social sano requiere de individuos que no teman reconocer las capacidades ajenas, sino que sepan valorarlas y cooperar para alcanzar metas comunes.

"El magnánimo parece ser alguien digno de honores, porque aspira a las cosas grandes con base en su mérito, pero no las busca con mezquindad, pues conoce su propio valor" (Aristóteles, “Ética a Nicómaco”, IV, 3).

La carencia de magnanimidad en una comunidad, entonces, da lugar a dinámicas destructivas, como el resentimiento y el rechazo a la excelencia. Nietzsche, por ejemplo, al analizar esta misma idea desde una perspectiva crítica, sostenía que “lo que no aprendimos de los griegos fue la capacidad de admirar sin destruir; hoy la grandeza suele verse como una amenaza que debe ser nivelada” (Más allá del bien y del mal”, 1886). Evidentemente, Nietzsche ya notaba la tremenda dificultad que tiene la sociedad de reconocer la grandeza de otros sin que ello genere rechazo o envidia, una dificultad que la magnanimidad sí busca resolver.

“La masa odia al individuo que la ilumina, porque éste le muestra la mediocridad de la que ella se alimenta” (F. Nietzsche “Así habló Zaratustra”, 1883).

Por su parte, la reflexión de Hannah Arendt sobre la desintegración del mundo común está profundamente ligada a su análisis del egoísmo y la mezquindad como actitudes que minan el tejido social y la convivencia política. En “La condición humana” (1958), Arendt observa que la esfera política no es únicamente el espacio de la acción colectiva, sino también el lugar donde los individuos se encuentran como iguales y diferentes al mismo tiempo, compartiendo un mundo que los trasciende. Cuando señala que la desintegración del mundo común está precedida por una actitud mezquina que convierte al prójimo en un enemigo, Arendt está describiendo cómo el egoísmo exacerbado rompe el equilibrio entre el interés personal y el interés colectivo. En su análisis, la mezquindad no se limita al ámbito material, sino que incluye una incapacidad para reconocer al otro como un igual digno de derechos, perspectivas y contribuciones.

Recordemos que, para Arendt, la política se fundamenta en la pluralidad, es decir, la capacidad de los individuos para actuar juntos y deliberar sobre asuntos que afectan al bien común. El egoísmo llevado a su extremo, asociado siempre a la mezquindad, despoja a los ciudadanos de esta capacidad de privilegiar los intereses individuales por encima de los colectivos.

En un contexto como el nuestro, donde predomina esta actitud, el prójimo ya no es percibido como un compañero en la construcción del mundo común, sino como una amenaza o un competidor. Este proceso conduce a lo que Arendt describe como la “atomización” de la sociedad: un estado en el que los individuos pierden el sentido de comunidad y solidaridad, volviéndose aislados y desconfiados. La consecuencia de esta forma miserable de vida es la desintegración del espacio público, el ámbito donde las diferencias pueden ser negociadas y las acciones colectivas llevadas a cabo. Sin este espacio compartido, las sociedades se fragmentan en intereses caprichosos, incapaces de articular una visión de futuro común.

En el enfoque arendtiano, la mezquindad no sólo bloquea la capacidad de acción colectiva, sino que también destruye el carácter de acción misma, en tanto que la acción política es intrínsecamente generativa, es decir, tiene el potencial de crear algo nuevo y de transformar las estructuras existentes. Sin embargo, una actitud mezquina, al convertir al prójimo en enemigo, paraliza esta capacidad creadora y perpetúa la mediocridad, la inercia y el estancamiento. En este sentido, Arendt también conecta esta actitud con la crisis de responsabilidad en las sociedades modernas: cuando los individuos dejan de percibirse como corresponsables del mundo común, el espacio público se vacía, y las decisiones quedan en manos de sistemas burocráticos o autoritarios que no reflejan la voluntad colectiva. Este vacío, queridos amigos, es una puerta abierta a la naturalización de la tiranía.

“La desintegración del mundo común está precedida por una actitud mezquina que convierte al prójimo en un enemigo” (H. Arendt “La condición humana”, 1958).

Por último, es necesario que analicemos cómo la mediocridad social instituida estructuralmente ha establecido el precitado sistema moral improductivo del “nivelemos para abajo”. En sociedades donde la mediocridad es premiada y predomina como norma, el talento, la excelencia, la habilidad y la inteligencia son percibidas como severas amenazas en lugar de oportunidades. Este fenómeno no sólo refleja una incapacidad para gestionar la diversidad, sino también un miedo subyacente al cambio y a lo desconocido. El resultado evidente, es una cultura que castiga la innovación, la crítica racional y la distinción, prefiriendo la uniformidad por sobre la capacidad.

Recordemos brevemente al filósofo danés Søren Kierkegaard, quien al referirse al concepto de la “nivelación” en su obra “La enfermedad mortal” (1849) sostenía que “la nivelación es una victoria del hombre común, que busca destruir todo lo que sobresale, no por envidia manifiesta, sino por una indiferencia que niega el valor de lo extraordinario”. Este proceso de decadencia moral y cultural no sólo empobrece la creatividad y la capacidad de transformación de las comunidades, sino que también ha logrado perpetuar un estado de conformismo, donde la mediocridad se establece como un estándar incuestionable: si no me creen, fíjense ustedes mismos el nivel de nuestros gobernantes.

La dinámica instituida de la “nivelación hacia abajo” implica, evidentemente, un castigo implícito al talento y a la innovación, en tanto que aquellos que sobresalen son muchas veces objeto de exclusión, burla, crítica o sabotaje, lo que no sólo afecta su desarrollo individual, sino que priva a su comunidad de las posibles contribuciones que estas personas podrían ofrecer. Al respecto, recordemos lo que mencionamos líneas atrás sobre Žižek, quien anuncia que “en las sociedades donde la mediocridad predomina, el talento es desactivado no a través de la exclusión abierta y frontal, sino por la marginación sutil que trivializa cualquier intento de transformación” (“Living in the End Times”, 2010).

El miedo al talento es, claramente, un reflejo del temor de los mediocres a enfrentar sus propias carencias. En una cultura donde la banalidad es la reina y rectora de la cultura y la política, la diferencia se interpreta como una amenaza porque evidencia las limitaciones de aquellos que se conforman con lo indiscutido, es decir, con lo establecido. Este miedo, en lugar de motivar a la mejor, no hace otra cosa que reforzar una estructura social que desincentiva hasta el hastío la superación personal y colectiva, consiguiendo que miles de personas a diario sostengan la tan lamentable frase: “para qué me voy a esforzar, si es lo mismo, nadie lo nota, nadie lo valora”. Grave error.

Nuestro desafío es, evidentemente, superar esa realidad de la nivelación mediocre, mediante la construcción de una cultura del reconocimiento que aniquile el individualismo violento, señale sin pudor la inutilidad y la mala leche y proponga un nuevo esquema de valores donde se valore y potencie el esfuerzo y el talento. Esto requiere una reconfiguración de las dinámicas sociales, donde la diferencia no se perciba como amenaza, sino como una oportunidad para el aprendizaje y el crecimiento colectivo, puesto que el verdadero progreso social sólo es posible cuando tenemos la capacidad de reconocer el talento de cada individuo como un recurso compartido que apunta a enriquecernos a todos, si lo aprovechamos adecuadamente.

Cierro con esto: la solidaridad y el reconocimiento mutuo no son, solamente, principios éticos y morales valiosos, sino también estrategias prácticas (educativas, políticas y económicas) que fortalecen el desarrollo comunitario sostenido. La patética nivelación para abajo es un síntoma de una sociedad que le tiene miedo a la grandeza y a la excelencia, porque no sabe cómo integrarlas en su visión de futuro, básicamente, porque no quieren tener futuro. Superar esta triste dinámica social naturalizada exige una transformación cultural que fomente el respeto por la inteligencia, la capacidad práctica, la creatividad y el talento al servicio de la cooperación colectiva.



 

Por Narciso Isa Conde
Diario Azua / 01 diciembre 2024.-

En representación de las izquierdas participantes en los merecidos homenajes a un luchador revolucionario: Iván Rodríguez Pilier.

IVÁN: SER BONDADOSO, SOLIDARIO Y MILITANTE INCLAUDICABLE

Buenos días a todos y todas las presentes:

Ustedes saben que Iván Rodríguez Pilier nació el 27 de diciembre de 1938, en la comunidad de Matachalupa, Municipio de Higuey.

Al cumplirse un año de su fallecimiento, entiendo necesario reiterar aquí, en este homenaje organizado en la Ciudad de La Romana, plaza de su formación como militante, algunas valoraciones expresadas en anteriores oportunidades y otras que dejé para esta oportunidad.

Dedico estas palabras a Iván y a su compañera de amor y lucha, Doña Miriam, a Guido Gil y a todos nuestros héroes y heroínas al 50 aniversario del salto de Orlando Martínez a la inmortalidad y a los 60 de la insurrección de abril de 1965 y la guerra patria contra el yanqui invasor, próximos a conmemorarse.

Iván nació en la humildad para nunca dejar de ser humilde.

Vivió para amar a los suyos, a su pueblo y a toda la humanidad.

Luchó por la vida, toda la vida, más allá de la muerte.

¡Vivió para nunca morir!

Se despidió con honores para quedarse entre nosotros/as combatiendo sin cesar.

Militó sin descanso en la revolución y en el socialismo.

Y lo supo hacer como los mejores en el heroico CATORCE DE JUNIO, en la Línea Roja, en su PTD, en la Unión Patriótica Antimperialista (UPA), en la Nueva Alternativa, en su Patria para Todos y Todas… de acuerdo a sus circunstancias

En la izquierda siempre.
Unitario siempre.
En el monte y en el llano,
en diciembre 63 y en abril 65,
en el ingenio y en el cañaveral.
Con fusil y sin fusil.

Durante tanto tiempo, contra tantas adversidades, desafiando tantos peligros…

Tantas veces perseguido, encarcelado, torturado…

Siempre firme y siempre abrazó todas las causas libertarias y se rebeló contra todas las injusticia y opresiones, aquí en Quisqueya, en Haití y en todo el mundo.

De la humilde fragua campesina, Iván decidió ingresar al mundo del trabajo en lucha contra el capital, precisamente aquí, en el Central Romana de factura imperial, junto a los luchadores/as anti-trujillistas y antiimperialistas de esta Ciudad y esta Provincia, en esa época; escenario de importantes rebeldías proletarias, prólogo de su militancia inclaudicable por el socialismo y el ideal comunista emancipador.

Eso -entre muchas razones de valor- motiva este hermoso acto. Valen, pues, nuestras felicitaciones a sus organizadores y participantes.

Ahora bien, cuando ponderamos los atributos de Iván como eterno revolucionario y como internacionalista de alto calibre, surge está pregunta:

¿Es acaso que este camarada tiene la fantástica estructura de un Superman, un Batman o de un Robococ?

No. La verdad es otra: hay épocas, período de la historia, períodos de auge en las luchas de los pueblos y la humanidad, situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias, que aportan hechos y circunstancias que posibilitan forjar seres humanos de esa estirpe patriótica- revolucionaria, con esa vocación emancipadora.

Iván no fue ni una creación individual, ni un producto cinematográfico.

Iván fue parte consustancial de una generación de luchadores/as por la libertad, la soberanía, la justicia y la liberación social; impactada por sucesivos acontecimientos trascendentes y por hechos realmente conmovedores, tales como estos 10:

• La revolución cubana…Fidel, Che, Camilo, Raúl…La expedición de junio del 59 procedente de Cuba, organizada por el MLD, comandada por Jiménez Moya (con participación de 19 militantes del PSP, 11 jóvenes comunistas venezolanos, Delio y otros tres combatientes cubanos de Sierra Maestra) y sustentadora de un programa transformador, vilmente masacrada y justamente exaltada como “raza inmortal”.

• La audaz organización del heroico Movimiento Clandestino IJ4, víctima de las torturas y asesinatos en la CARCEL de la 40 y en otros espacios de la criminalidad trujillista… El conmovedor asesinato de las Mirabal.

• La presencia activa de la también denominada generación heroica de Manolo-Minerva y su expresión abierta, legal, post ajusticiamiento del tirano: la Agrupación Política 14 de junio, la organización en todo el país de los muchachos y muchachas de las espaldas laceradas y de la juventud rebelde, insumisa, de esos tiempos.

• La llegada del MPD en 1960 y su intrépida presencia en la ave. Duarte, bajo la consigna “lucha interna o Trujillo siempre”.

• La restructuración clandestina de PSP en 1961 con el aval del 46 y de las expediciones del 49 y 59.

• La victoria de Bosch, el establecimiento de la Constitución de 1963 (con un contenido esencialmente similar al programa de la Expedición de Junio del 1959); y la indignación y resistencia popular generada por su derrocamiento después del Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963.

• Las guerrillas del 63 y el fusilamiento Manolo y sus camaradas de Las Manaclas.

• La huelga insurreccional del 1 de mayo de 1964.

• La gran gesta del Siglo XX: la insurrección de abril y la guerra patria.

Todo esto sin que quedaran en el olvido ni la Expedición de Luperón del 1949 ( recordemos a Tulio y Horacio Julio), ni las luchas obreras del Este al inicio de la década de 1940 y en plena tiranía (recordemos a Mauricio Báez, Justino José del Orbe, Teófilo Hernández, Negrita, Blanquita…).

Sin olvidar la fundación del Partido Democrático Revolucionario (PDRD), primer partido comunista del país, convertido en Partido Socialista Popular (PSP) en 1946 (recordemos a Freddy Valdez, Pericles Franco, Quirico Valdez, Ramón Grullón, Hnos. Doucoudray, Héctor Ramírez, Cuco Peña, Pedro Mir, Julio Raúl Durán, Chito Henríquez…) creadores a la vez de la Juventud Democrática (JD), para juntos -PSP y JD- desafiar abiertamente la tiranía.

Esa JD y esa lucha junto al PSP fue la primera fragua de Minerva Mirabal.

Freddy Valdez fue el primer Secretario General del PSP…y ¿saben ustedes cómo murió?

Cuando estaba en prisión en la Fortaleza Ozama, Trujillo le propuso su libertad a cambio de que firmara una declaración de apoyo a la tiranía…él se negó y los esbirros de Trujillo le cortaron ambas manos y se desangró,

Todo esto aconteció en un entorno mundial que incluía a la URSS y al campo socialista europeo, a China Popular, Viet Nam, Corea del Norte, Camboya y los avances en el proceso de descolonización de África; así como una vasta siembra de movimientos socialistas-revolucionarios y partidos comunistas.

Así se comenzó a templar el acero de Iván.

Y a continuación, su batallar indeclinable contra el régimen terrorista de estado balaguerista de los doce y contra todas las modalidades posteriores de gobiernos de derecha del PRSC, PRD, PLD y PRM al servicio de EEUU y las elites capitalistas, transformaron en titanio el acero de Iván .

Complementa y refuerza esa trayectoria, su unión con Doña Miriam, combatiente en todas esas batallas y muchas más.

Junto a su persistencia y a sus valiosos méritos alcanzados en el ejercicio político de la heroica generación que forjó su compromiso inicial y lo catapultó a esa ejemplar trayectoria, la consagración de por vida a la causa de la libertad y el socialismo, y su militancia comunista ejemplar y moralmente intachable, es lo que determina su grandeza.

Nunca renegó, nunca se rindió.

De ahí lo imprescindible de su ejemplo.

Como decía el gran cantautor venezolano, Ali Primera, el inolvidable camarada y amigo Iván Rodríguez Pilier, es “de los muertos que no mueren”

Con su digna partida de esta tierra quisqueyana, Iván nos convoca a continuar la lucha contra el mundo injusto que, con ejemplar modestia, decidió combatir durante siete décadas; sin la más mínima presunción o fanfarronería, con la valiosa virtud de su sencillez personal y su sensibilidad humana.

El reto ahora es conocer a fondo la dramática realidad nacional y mundial del presente dominio destructivo del capital, y contribuir al surgimiento de nuevas creaciones heroicas transformadoras; a ser asumidas y protagonizadas por nuevas generaciones, portadoras de una gran carga de justicia, igualdad y solidaridad humana.

Permítanme antes de terminar referirme a tres camaradas del PCD, muy meritorios: al querido Viejo Reyes, dirigente de Sindicato Unido, a nuestro Víctor Rosario, Secretario General del Sindicato de Panaderos, quienes viven y siguen firme, y al inolvidable Julián Peña, quien relevó a Guido Gil como asesor legal del Sindicato Unido.

IVÁN: ¡HASTA LA VICTORIA, SIEMPRE!

¡IVAN VIVE!, ¡MANOLO VIVE!, ¡CAAMAÑO VIVE!

¡ESTA PELEA SIGUE!

La Romana RD, 24-11-24

 

Por Alfredo Cruz Polanco
Diario Azua / 01 diciembre 2024.-

Hace varios meses el Presidente de la República, Luis Abinader, informó al país con bombos y platillos que su gobierno iba a repatriar hacia Haití a 10 mil haitianos indocumentados semanales, 40 mil mensuales, en cumplimiento con lo que establece nuestra Constitución y la ley de Migración, lo que representa una exageración, pues nuestro país no cuenta con la capacidad logística disponible para tales fines.

Todo parece indicar que dicho anuncio fue más bien para tratar de buscar apoyo para el proyecto de Modernización Fiscal (reforma fiscal), que en esos momentos fue sometido al Congreso Nacional. En ese sentido, designó al vicealmirante Luis Rafael Lee Ballester como el nuevo incumbente de la Dirección General de Migración (DGM).

Al principio se observó un dinamismo y un gran operativo en el traslado de dichos indocumentados hacia la frontera con Haití. Se pudo observar en ese momento a algunos funcionarios en desacuerdo con la política migratoria enarbolada por el Presidente de la República, entre ellos al ministro de Agricultura, Ing. Limber Cruz quien expresó que él tenía en su finca de plátanos en La Yerba, La Vega, a cientos de haitianos indocumentados desde hace muchos años y que si estos eran repatriados, la agricultura iba a desaparecer.

Retirado el proyecto de reforma del Congreso Nacional por no contar con el consenso y el respaldo de todos los sectores económicos, políticos y sociales del país, los operativos de repatriación prácticamente ya han desaparecido, observándose a miles de haitianos indocumentados, deambulando, tanto en la ciudad como en la zona rural.

En cambio, ha aumentado la entrada masiva de estos al país por todos los puntos fronterizos, con lo que se ha demostrado que a pesar del muro fronterizo que estaba construyendo el gobierno y que ya fue inaugurado con apenas unos escasos kilómetros; de haber anunciado que la frontera estaba totalmente blindada en sus más de 350 kilómetros; a pesar de la parafernalia de equipos y armamentos sofisticados de guerra, seguridad, tanques, camiones, tanquetas, helicópteros sobrevolando, drones, vehículos blindados, miles de soldados fuertemente armados, carros de combates, etc., a pesar de la gran cantidad de puestos de chequeos por doquier.

Según lo declarado por los propios inmigrantes indocumentados, para permitir su entrada al país y no ser detenido, se les cobra entre 10 y 15 mil pesos por cada uno.

La mayoría de los que verdaderamente son repatriados, al día siguiente ya están de regreso, lo único que ahora, según ellos, el boato es más costoso, pues ahora los miembros de la Policía Nacional, por órdenes superiores, está persiguiendo y deteniendo a los indocumentados, pero no para repatriarlos, que es una función que le corresponde a la DGM, sino, para cobrarles la suma de 10 mil pesos para ponerlos en libertad.

Estos son de los resultados que se están obteniendo de la cacareada Reforma Policial, en la cual se han gastado miles de millones de pesos. Ni hablar de las parturientas haitianas que están acaparando todas las maternidades del país a base de grandes sumas de dinero.

Muchos de los inmigrantes haitianos poseen pasaportes ya vencidos y alegan que cuando quieren renovarlos, en la Dirección General de Pasaportes les informan que no tienen libretas disponibles.

Ha quedado demostrado que los problemas migratorios de nuestras fronteras y de nuestro país obedecen a factores humanos, pues los responsables de custodiarlas, desde los mandos superiores hasta los de abajo, han sido permeados por la corrupción imperante, lo que ha sido reconocido por el propio Lee Ballester.

Para su erradicación no vale la construcción de un enorme muro de contención, soldados fuertemente armados, equipos ni tecnologías de alta generación. Lo que se requiere es educación, formación profesional y ciudadana, conciencia patriótica y la aplicación de un férreo régimen de consecuencia en todos los aspectos, que evite el enriquecimiento ilícito prevaleciente.

El autor es Contador Público Autorizado y Máster en Relaciones Internacionales

exdiputado al Congreso Nacional y Miembro de la Cámara de Cuentas de la República 2010-2016

jueves, 28 de noviembre de 2024

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 28 noviembre 2024.-

¿Qué estamos haciendo mal? Podría parecer una pregunta viciada. Alguien preferiría que preguntemos: ¿cómo lo estamos haciendo? Pero se trata de una pregunta condicionada por un mal con terribles consecuencias. A ello se suma la paradoja que incluye el tema de los feminicidios en República Dominicana.

Casi cincuenta mujeres han sido asesinadas en lo que va de año a manos de sus parejas o exparejas en este país. La cuenta ha sido difundida a propósito de la más reciente conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Como se sabe, desde el año 2000, por resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cada 25 de noviembre se invita a gobiernos, organizaciones internacionales y ONG a tomar cartas en el asunto y a coordinar actividades que eleven la conciencia pública sobre el problema, así como a buscar soluciones políticas para superarlo.

Minerva Bernardino destaca como la primera dominicana que impulsó en la ONU iniciativas relacionadas con la defensa del rol de las mujeres. Se refiere su papel para lograr la creación de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la mujer, en 1946, entidad que llegó a presidir. En esa comisión trabajó por la inclusión del lenguaje de género en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Otro hito al que se vincula a Bernardino es la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer, también en el seno de la ONU, en 1967. En definitiva, esa destacada diplomática y feminista representó a la República Dominicana en organismos internacionales defendiendo la igualdad de género e impulsando acciones para que la lucha contra la violencia hacia las mujeres recibiera reconocimiento global.

Otra valiosa participación dominicana está vinculada con la decisión de la ONU sobre el 25 de noviembre, que estuvo antecedida por el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, realizado en Bogotá, Colombia, del 16 al 19 de junio de 1981. La agenda de ese cónclave incluía escoger una fecha como símbolo de la lucha contra la violencia hacia las mujeres.

Ya en 1979, las Naciones Unidas habían aprobado la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Pero faltaba más. Por eso en el encuentro realizado en Colombia, la dominicana Ángela Hernández planteó que fuera el 25 de noviembre por recordarse uno de los crímenes de mujeres más dolorosos y significativos: el de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.

Como se ha de notar, la República Dominicana ha sido referente para la erradicación de la violencia hacia las mujeres. ¿Cómo se explica entonces que también sea expresión de lo contrario? Para solo tomar una muestra, según datos oficiales suministrados al Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG), de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2022, República Dominicana ocupó el segundo lugar en feminicidios en la región.

¿Cómo explicar esa paradoja? ¿Qué estamos haciendo para superar el problema? ¿Qué estamos haciendo bien? ¿Qué estamos haciendo mal? Los medios de comunicación, tanto tradicionales como novedosos, ¿qué incidencia están teniendo en el tema? La familia, tan en crisis, ¿cómo está incidiendo? Y la escuela, en la práctica, ¿promueve o combate ese tipo de violencia?

Se ha vuelto más que urgente reparar en cuál de las dos posiciones está asumiendo la República Dominicana. Para comenzar, si se cambia el sensacionalismo por la actuación ética en la cobertura de casos de feminicidio, visibilizando las causas estructurales y evitando la revictimización, desde los medios se haría un valioso aporte. Pero algo más: cuidar que el cacareado “contenido” cuestione estereotipos y fomente relaciones igualitarias sería determinante.

Una educación transformadora, que se coloque por encima del entretenimiento con perspectiva de género, capacitando a docentes en el tema, pero además fomentando y practicando el respeto mutuo, es clave para prevenir la violencia desde la infancia.

Con políticas públicas integrales, que involucren a las familias, brindándoles apoyo y ayudando a romper ciclos de maltrato, incluyendo fortalecimiento de las leyes contra el feminicidio, garantizando su cumplimiento y ofreciendo atención integral a las víctimas se avanzaría a un nivel en el que posiblemente sobre preguntar: ¿qué estamos haciendo mal?

domingo, 24 de noviembre de 2024

 

La Revolución Bolivariana no solo es un modelo a considerar, sino un símbolo de resistencia que, asumido con militancia, podría ser el eje articulador de una izquierda dominicana dispersa y desconectada.

Por Rafael Méndez
Diario Azua / 23 noviembre 2024.-

La izquierda y el progresismo en República Dominicana enfrentan una dispersión que ha anulado su incidencia en el debate público y su conexión con los sectores sociales. La existencia de más de 70 grupos fragmentados evidencia una falta de horizonte común que impide la cohesión. Este panorama ha provocado que las fuerzas progresistas permanezcan marginadas en la política nacional, sin una propuesta unificada que aspire a construir una alternativa de poder.

En las elecciones de 2024, esta fragmentación quedó expuesta con la presentación de tres candidaturas presidenciales, todas incapaces de generar impacto o captar la atención de un electorado que, en otro contexto, podría identificarse con ideales de justicia social y equidad. Los resultados no solo fueron políticamente irrelevantes, sino que evidenciaron la desconexión de las izquierdas con las necesidades reales de la población.

Aunque en ambos acontecimientos trascendentales del pasado siglo, la izquierda actuó a posteriori, y es esa realidad la que debe enseñar ni aleccionar que, en el caso de la Revolución de Abril de 1965, “esto resultó tanto más difícil cuanto que los diversos dirigentes se hallaban desperdigados cuando surgió la notica del golpe de estado”, refiere Piero Gleijeses, en su libro “La Esperanza desgarrada”, y como si fuera un librito repetido, de igual manera sucedió con el estallido social de abril de 1984.

Sin embargo, la historia de las izquierdas dominicanas demuestra que la unidad surge como respuesta a crisis profundas. La Revolución de abril de 1965 y la intervención militar estadounidense obligaron a la izquierda a coordinar esfuerzos, generando intentos unitarios que marcaron un precedente.

De igual forma, la "poblada" de abril de 1984, que paralizó el país durante tres días y dejó más de cien muertos, unió a las izquierdas en una respuesta coordinada frente a las crisis sociales. Estos episodios evidencian que la unidad no es espontánea, sino que responde a la urgencia de articular un frente común.

Un referente como punto de articulación

Frente a este escenario de letargo, debilidad orgánica y dispersión, la defensa militante de la Revolución Bolivariana se presenta como un punto de articulación que permitiría coordinar acciones conjuntas entre las distintas corrientes de izquierda y progresismo.

Al asumir esta defensa con militancia, las izquierdas en República Dominicana tendrían la oportunidad de construir el espacio de coincidencia que tanto necesitan. Este espacio fomentaría una comunicación abierta y sincera, facilitando su articulación a nivel nacional, con un marco de referencia y un discurso capaz de unificar a las diversas corrientes en torno a un proyecto de soberanía, justicia social y autodeterminación de los pueblos.

No se trata de emular el modelo bolivariano, sino de reconocer en él un símbolo de resistencia que podría ser el catalizador para una nueva etapa de unidad y lucha común. La clave es entender que la unidad no es un fin en sí mismo, sino una herramienta necesaria para proyectarse como una alternativa de poder. Sin unidad, las izquierdas seguirán atomizadas, incapaces de confrontar a las fuerzas conservadoras y neoliberales que dominan el escenario político.

La Revolución Bolivariana ofrece ese eje estratégico, no solo como ejemplo de resistencia, sino como un llamado a la acción militante y coordinada. En un contexto donde las luchas populares se hacen cada vez más necesarias para enfrentar la crisis económica y la creciente desigualdad, la articulación de las izquierdas dominicanas en torno a un referente común puede ser la única vía para evitar su desaparición del espectro político.


Por Rubén Moreta
Diario Azua / 23 noviembre 2024.-

La ciudad de San Juan de la Maguana luce limpia y hermosa con la refulgente gestión que lleva a cabo el alcalde Lenin de la Rosa, quien está fajado día y noche mejorando todo el entorno urbano.

En los casi siete meses que lleva al frente del Ayuntamiento el ingeniero De la Rosa, esta ciudad sureña exhibe cambios trascendentes en todo el polígono central con nuevos bulevares, eliminación de badenes, bacheos de calles, asfaltado del cementerio, remozamiento de la Plaza Comercial y Cultural y nueva señalización.

Como soy maestro de profesión, suelo otorgar calificaciones basadas en el desarrollo de competencias. Por su eficiente desempeño -hasta el pasado viernes- al ingeniero Lenin de la Rosa le colocaría un cien.

Sin embargo, hay una acción equivocada y temeraria que la alcaldía acaba de realizar que desmejora la calificación del gobierno municipal. Se trata de la colocación de reductores de velocidad, popularmente llamados “policías acostados” en dos de las más importantes avenidas de la ciudad (Anacaona, en la parte norte, e Independencia, en la salida oeste).

Colocar cuatro “policías acostados" uno seguido del otro, en un espacio de menos de setecientos metros de la avenida Anacaona norte, es una vesania, que debe ser corregida en lo inmediato, porque representa atraso, subdesarrollo y desacierto para esta urbe.

Igualmente, haber instalado tres “policías acostados” en la avenida Independencia, sector El Córbano, es igualmente catastrófico para el activo tránsito que se produce en ese entorno. Señor alcalde, resuelva este problema. En una ciudad moderna no se dispone colocar reductores de velocidad (policías acostados) porque ocurran accidentes de tránsito por imprudencia de conductores.

sábado, 23 de noviembre de 2024

 

La devaluación ética de nuestros políticos es directamente proporcional a la decadencia moral y cultural de nuestro pueblo

Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 22 noviembre 2024.-

Hoy vamos a reflexionar sobre un problema político clásico, pero que en nuestras últimas décadas ha demostrado no solo estar más vigente que nunca, sino también haberse radicalizado en el caldo decadente de nuestras democracias occidentales. En la historia de nuestras democracias, se ha observado un patrón recurrente: una retórica puritana que clama por la moralidad y la probidad de sus gobernantes, acompañada de una realidad política marcada por el cinismo, la hipocresía y la corrupción. Este fenómeno, al que podemos denominar “hipocresía del puritanismo político”, no sólo ha logrado socavar la confianza de la ciudadanía, sino que también ha planteado serias preguntas sobre la idoneidad de nuestras instituciones democráticas para cumplir su misión fundamental: servir al bien común.

Antes de realizar cualquier análisis, es preciso especificar que el “puritanismo” o “puritarismo” político es la pretensión de una moralidad intachable por parte de los gobernantes. “Puritanismo” se refiere al movimiento religioso y moral surgido en Inglaterra durante el siglo XVI, asociado con los puritanos, que buscaban un vida austera y estrictamente alineada con preceptos religiosos. En ocasiones, como nosotros hoy, se utiliza para enfatizar las características moralistas o dogmáticas propias del puritanismo que boca hacia afuera aparentan ser perfectos mientras que en sus acciones privadas y cotidianas, dejan bastante que desear.

Pues bien, esa pretensión de una moralidad intachable por parte de los que detentan poder o prestigio social, no es un fenómeno nuevo. Maquiavelo advertía en “El Príncipe” que un gobernante debe ser piadoso, fiel, humano, íntegro, religioso, pero debe estar preparado para ser lo contrario cuando sea necesario. Esta disonancia entre el ideal moral y la realidad política es uno de los puntos que vamos a analizar para intentar comprender la hipocresía de las democracias contemporáneas.

Hoy, esta contradicción se manifiesta en discursos que prometen transparencia y honestidad, mientras que en la práctica los intereses personales y partidistas prevalecen sobre el bien común. Al respecto, Rousseau en su “Contrato social” reflexionó indicando que “el pueblo inglés piensa que es libre, pero se engaña gravemente; sólo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; tan pronto como son elegidos, vuelve a ser esclavo” (Rousseau, 1762/2004, p. 145). Casi nada ha cambiado, amigos míos. Lamentablemente este pensamiento se aplica de forma alarmante en la actualidad, donde las democracias parecen estar cada vez más reducidas a meros rituales electorales sin conexión con la representación auténtica de los intereses y necesidades de los ciudadanos.

Como venimos indicando texto tras texto, la decadencia moral de las democracias occidentales no radica únicamente en los actos de corrupción, sino también en la falta de idoneidad ética y profesional de quienes detentan el poder que el pueblo ha delegado. Al respecto, Hannah Arendt en su obra titulada “La condición humana”, señala puntualmente que “la mentira política tradicional ha alcanzado proporciones totalmente nuevas, donde ya no se trata de esconder la verdad, sino de crear una realidad alternativa” (Arendt, 1958/1998, p. 120).

En este preciso contexto, el puritanismo político se convierte en una máscara que legitima prácticas alejadas de la honestidad que exige la democracia como sistema político. En teoría, la democracia requiere de representantes que puedan encarnar valores éticos sólidos y que, como diría Aristóteles, busquen el bien común como fin último de la política.

Pero no. Claro que no, puesto que los sistemas democráticos actuales han privilegiado el espectáculo, la retórica vacía y el marketing político sobre la virtud, el talento, la honestidad y la probidad. Nuestras democracias enfrentan un dilema profundo: mientras prometen ser espacios donde prevalece la razón y el bien común, en la práctica se han convertido en escenarios dominados por el show, las frases hechas, la estética absurda y un cinismo inusitado. Este fenómeno no es accidental, sino que responde a la transformación de la política en un producto de consumo masivo, en el que la percepción de la imagen prevalece por sobre la sustancia de la acción y los valores.

Al respecto, recordemos a Guy Debord, quien en su obra “La sociedad del espectáculo” afirmaba que todo lo que una vez fue vivido directamente, se ha convertido en una representación. Esta idea se ve con claridad en el ámbito político actual, donde las campañas se reducen a performances mediáticas diseñadas para captar la atención, en lugar de ofrecer soluciones reales a los problemas sociales. Así, han logrado convertir a la política en una suerte de reality show, donde la teatralidad y las frases efectistas reemplazan a los debates profundos y fundamentados. ¿Se dan cuenta, amigos míos, que hasta hace no tanto tiempo uno podía discutir de política en un café, públicamente, incluso con un amigo o familiar que no se identificaba en absoluto con nuestra postura? Esta polarización absoluta de haters de redes sociales se trasladó a nuestra vida cotidiana, a nuestras relaciones interpersonales, a las familias, barrios, trabajos, etcétera, dejando en total desuso la tolerancia y el respeto al pensamiento del otro.

El uso permanente de discursos vacíos, cargados de eslóganes y promesas ambiguas, es una herramienta clave del marketing político posmoderno. Como señala Jaques Ellul, en “Propaganda: la formación de las actitudes del hombre” (1965), “la propaganda política no se dirige ya a la razón, sino a las emociones; no busca la reflexión, sino la reacción” (Ellul, 1965/1973, p. 48). Este enfoque perverso de ejercer el poder le ha permitido a cuanto mediocre y violento político de poca monta aparezca construir una narrativa atractiva, pero desprovista de contenido, apelando a las esperanzas y temores de las masas sin comprometerse con un verdadero programa ético y práctico.

En este contexto perverso, pero real, la virtud, el talento y la probidad parecen haber quedado totalmente relegados. Recordemos por un instante que en el siglo IV a.C Aristóteles, en su “Política” afirmaba que los ciudadanos deben ser elegidos por su virtud, no por su riqueza y mucho menos por su influencia. Sin embargo, aquí estamos, ante sistemas democráticos que premian a quienes dominan el arte de la manipulación mediática sobre aquellos con genuina capacidad para liderar y gobernar: los pilares de la política clásica han sido sustituidos por la habilidad para gestionar la percepción pública. Pasamos de estadistas, capaces de transformar la realidad del mundo, a vendedores de cosméticos de pésima calidad. Así nos va. Esta transformación es reflejo de una profunda erosión ética y moral, donde el poder ya no es un medio para servir al bien común o transformar la realidad, sino un fin en sí mismo, moldeado por intereses individuales o partidistas de bandas organizadas para saquear material y espiritualmente una y otra vez a sus pueblos.

La prevalencia del espectáculo y la retórica vacía, propia del precitado puritanismo político postmoderno, tiene sus consecuencias concretas. En primer lugar, este proceder ha logrado que los votantes perciban que los líderes políticos no actúan de acuerdo a sus necesidades o intereses, lo cual ha erosionado la legitimidad democrática y el sentido mismo de la “representación popular”. En segundo lugar, una profunda despolitización, traducida en un desprecio generalizado por la política como oficio honesto para mejorar la calidad de vida de la comunidad, puesto que, al ver la política como un espectáculo vacío interpretado por mentirosos seriales, muchas personas optan por desconectarse, dejando un vacío que siempre es llenado por sátrapas con intereses particulares. Por último, ha logrado un debilitamiento institucional sin precedentes, ya que las instituciones pierden su capacidad de cumplir su función política, ética y social, quedando subordinadas a estrategias patéticas de imagen y propaganda.

Ante este panorama, nos queda la opción de intentar pensar, y preguntar: ¿cómo podemos recuperar la virtud en la política? Es prácticamente imposible explayar en este texto una posible solución, pero al menos intentemos abrir la puerta a algunas posibilidades. Evidentemente, esta crisis requiere de una reforma ética y cultural que deje de privilegiar el amiguismo y los comportamientos mafiosos en las bases de los partidos políticos y pase a privilegiar el talento, el mérito, la transparencia y la responsabilidad.

En su obra “Entre el pasado y el futuro”, Hannah Arendt propuso que “la política debe estar fundamentada en la acción, la palabra y la promesa, elementos que permiten la recuperación de la confianza” (Arendt, 1961/1996, p. 43). Esto exigiría un esfuerzo concertado para restablecer los principios clásicos de la democracia: la búsqueda del bien común, la rendición de cuentas y la selección de líderes por su virtud, su talento y su desempeño moral como ciudadanos. Al mismo tiempo, la ciudadanía, o sea, usted y yo, nosotros, debemos asumir un rol activo y crítico, rechazando profundamente la superficialidad y exigiendo coherencia entre los discursos políticos y las acciones concretas de nuestros candidatos, desde que son tan simpáticos en la campaña hasta que se sienten en el trono, y después también. En este sentido, Habermas decía en su “Teoría de la acción comunicativa”, “sólo un espacio público vibrante puede garantizar que las decisiones políticas sean el resultado del diálogo racional y no de la manipulación mediática”, o, en pocas palabras, deje de rendirle culto y creerle tanto a los comunicadores sociales, puesto que ya sabemos, están casi todos rentados.

Otra pregunta que debería surgir en este análisis es ¿cómo podemos garantizar que nuestros representantes sean honestos, probos e idóneos? Al respecto, Kant en su “Metafísica de las costumbres”, argumentó que “la política debe doblegarse a la moral” (Kant, 1797/2003, p. 62). Evidentemente, esta subordinación está totalmente invertida en el mundo actual, donde la política instrumentaliza la moral solamente para sus fines electoralistas. Un posible camino podría radicar en la exigencia de mecanismos más rigurosos de selección y rendición de gastos, donde los valores éticos sean un criterio central para acceder al poder.

También, sería necesario que la ciudadanía abandone su abulia e individualismo que le impide ver más allá de su ombligo, y recupere su rol activo y vigilante, para evitar caer en el “despotismo blando” del que nos hablaba Tocqueville en “La democracia en América” al señalar que “los hombres piensan que han asegurado su libertad cuando, al elegir a sus representantes, en realidad solo han elegido a sus amos” (Tocqueville, 1835/2009, p. 112).

En conclusión, queridos lectores, la hipocresía que hemos denunciado y pensado en este espacio no es solamente un síntoma de la decadencia moral de las democracias occidentales, sino también un llamado urgente a la acción. No se puede esperar revitalizar la democracia y restaurar la confianza en un sistema que promueva libertad, igualdad y justicia mientras evitamos repensar nuestras instituciones o dejamos de exigir a los líderes que sirvan al bien común y a la construcción de una ciudadanía más activa, consciente y comprometida. Sin un compromiso educativo, cívico y moral, la política seguirá siendo un negocio y un vehículo para la corrupción y el desprecio por la dignidad humana.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 21 noviembre 2024.-

La empatía, entendida como capacidad de comprender y compartir las emociones de los demás, es un componente esencial para la convivencia humana y el fortalecimiento de los lazos sociales.

Cuentan que su origen data del griego antiguo “empatheia”, término compuesto por “en” (dentro) y “pathos” (sentimiento, experiencia). En su sentido original, la empatía se refiere a la capacidad de experimentar y comprender los sentimientos y experiencias de los demás desde dentro de uno mismo.

Con el paso del tiempo, el significado de la palabra empatía ha evolucionado. En la actualidad, la empatía se refiere a la capacidad de ponerse en el lugar del otro, comprender sus sentimientos y perspectivas, y responder de manera compasiva y comprensiva.

Sin embargo, si revisamos bien, en los últimos tiempos, especialmente en las últimas dos décadas, podremos identificar cambios profundos en la forma en que nos relacionamos y comunicamos. Ahora, cuando disponemos de tantas vías para comunicarnos y para facilitar las conexiones, paradójicamente, ciertas dinámicas parecen estar erosionando nuestra capacidad de empatizar.

¿Qué estamos haciendo mal? Probablemente, no se trate de “hacer mal”; lo más seguro el tema sea la facilidad que representan ciertas herramientas al momento de interactuar. Veamos. Hay sentimientos difíciles de medir. Todavía podremos recordar con gracia a una pequeña criaturita extendiendo sus brazos para expresar lo mucho que quiere a alguien o intentando explicar a quién quiere más.

Pero las herramientas tecnológicas parecen “resolvernos” ese problema. Por eso mucha gente, al usar signos de admiración en un mensaje de texto, asume que poner muchos signos repetidos está expresando gran admiración. Incluso, mucha gente confunde lágrimas de alegría y lágrimas de tristeza. En suma, por más herramientas de que dispongamos es muy difícil encontrar símbolos que representen con exactitud lo que sentimos. Pero el facilismo, apoyado en el “dale pa’ llá”, ha provocado la sustitución de gran parte de las expresiones que solíamos usar para manifestar sentimientos.

El uso excesivo de las nuevas tecnologías nos ha llevado a intentar la digitalización de las relaciones interpersonales. Plataformas como las redes sociales, los servicios de mensajería instantánea y las videollamadas han reemplazado, en muchos casos, las interacciones cara a cara. Esto ha reducido nuestra exposición a señales no verbales, como el tono de voz, la expresión facial y el lenguaje corporal, que son fundamentales para interpretar y responder adecuadamente a las emociones de los demás. Sin estas señales, las interacciones se vuelven más impersonales, dificultando la práctica de la empatía.

Y algo más, la cultura de inmediatez que fomentan estas plataformas ha transformado la manera en que procesamos información. Ahora solemos consumir contenido de forma rápida y superficial, lo que dificulta la reflexión profunda sobre los sentimientos y perspectivas ajenas. Por eso, en redes sociales, los debates suelen reducirse a comentarios breves o “me gusta”, lo que limita el entendimiento genuino de las emociones de otras personas.

Otro aspecto relevante es el impacto de los algoritmos. Estas herramientas “organizan” el contenido que consumimos, exponiéndonos principalmente a información que refuerza nuestras creencias y valores. Esto no solo reduce la exposición a perspectivas diversas, sino que también fomenta un fenómeno conocido como burbuja de filtro. Dentro de estas burbujas, la empatía hacia personas con opiniones o estilos de vida diferentes disminuye, ya que nos han acostumbrado a interactuar únicamente con ideas similares a las propias.

A eso se suma el anonimato que ofrecen las plataformas digitales, lo que puede facilitar comportamientos disfrazados. En ausencia de consecuencias inmediatas, algunas personas adoptan actitudes despectivas o incluso de acoso, lo que refleja una falta de conexión emocional con quienes están del otro lado de la pantalla. Este fenómeno, conocido como trolling o ciberacoso, evidencia cómo las tecnologías pueden ser usadas para deshumanizar las interacciones.

Como se nota, se ha vuelto más que urgente emprender una cruzada por la empatía. Cualquiera de las siguientes acciones sirve para mantenernos humanos y lograr entendernos: promover la comunicación cara a cara, fomentar el tiempo sin pantallas, practicar la escucha activa, exponerse a diversidad de perspectivas, modelar comportamientos empáticos, entrenar con programas educativos sobre empatía y hacer uso consciente de las redes sociales.


domingo, 17 de noviembre de 2024


El Mirador
Por Luis Céspedes Peña / Diario Azua / 17 noviembre 2024.-

Como si hubiese sido ayer que al colibrí lo hicieron volar hacia la eternidad, dejando en la tristeza a una determinada sociedad que lo admiraba, porque sus movimientos eran para calmar la sed de otros llevándoles su néctar, luego de haberse levantado para emprender un vuelo sin regreso, este sábado 16 de noviembre se cumplen dos años de esa nefasta historia, causada por una muerte trágica.

¡Y sin justicia, hasta el momento! La ya tradicional misa de los miércoles del padre Chelo, de La Vega, aunque en ocasiones es oficiada por otros sacerdotes que forman parte de su equipo, es un imborrable recuerdo porque el 2 de noviembre del 2022, estando frente al televisor escuchando el mensaje de Dios a través de ese misionero de la Iglesia Católica, recibimos la terrible noticia de que nuestro hijo, Luis Norberto Céspedes Vega, fue estropeado por un camión mezclador de concreto, que tenía el logo de la empresa Hormigones Romano.

Dos años de gestiones y protestas no fueron suficientes para que los fiscales de Tamboril, como el de Santiago, hayan llevado al banquillo de los acusados al conductor del vehículo.

El hecho ocurrió dentro del establecimiento Repuesto Nacho, de Tamboril, donde le era reparada una motocicleta propiedad de una compañera de mi hijo.

Como el caso es la jurisdicción del fiscal Manuel Güichardo, de Tamboril, habrá que esperar un cambio para que el funcionario sustituto sea el que asuma el caso. ¡Parece que se está imponiendo el amiguismo y la ineficiencia!

Aunque los principales dirigentes del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), Asociación de Locutores de Santiago (ALS), la Asociación de Cronistas Deportivos de Santiago (ACDS) y otras entidades, se reunieron en varias ocasiones con el titular de la Fiscalía de Santiago, Osvaldo Bonilla, para solicitarle el esclarecimiento del hecho, tampoco hay respuesta.

Quizás esos fiscales no sufren la falta de un hijo o una hija muerto trágicamente. ¡Ojalá nunca les ocurra! Por muchos esfuerzos que el padre y la madre hacen para tratar de disimular la falta de ese hijo o hija que ya no, siempre está pendiente la ausencia.

Nos ayuda a sobrevivir con el problema, nuestra creencia en Dios. El que cree en Dios siempre gana. Él es la esperanza para los creyentes.

En lo que respecta a los esfuerzos para que la Justicia haga su trabajo, seguiremos luchando. ¡Nunca renunciaremos a la petición de que el culpable debe pagar por su hecho, que hoy es un homicida!

El conductor golpeó a mi hijo, lo dejó abandonado en el mismo lugar y huyó. Este tiene tiempo para pensar en su entrega a la Justicia y quitarse el pensamiento de que él un día también podría padecer la misma consecuencia.
El gobierno del Presidente Luis Abinader no debe cargar con esa irresponsabilidad. ¡Debe asumir la responsabilidad de disponer una investigación que aclare el hecho!

Quizás, luego de que nos ocurriera este trágico hecho, es que entendemos que realmente hay que hacer una reforma del Ministerio Público.

Pero no debe hacerse como está contemplado, en parte, sino que la reforma debe incluir algo del pasado, que era beneficioso, como que las investigaciones de un homicidio, un robo o una amenaza de muerte, especialmente contra una mujer, en el último caso, la Policía pueda actuar, como sucedía en los gobiernos de los Partidos Reformista Social Cristiano (PRSC) y Revolucionario Dominicano (PRD). O sea, que tenía derecho la Policía y la Fiscalía a recibir denuncias o querellas.

¡Eso debe estar contemplado en las reformas del Ministerio Público y la Policía! ¿Qué es lo que queremos decir? En la actualidad, cualquier investigación tiene que ser encabezada por la Fiscalía.

Si en mi caso tuviera participando la Policía, ya se hubiese solucionado. No es cierto que toda la Policía es corrupta. Hay agentes corruptos como en todas las instituciones.

Aún seguimos esperando que el fiscal titular de Santiago, que creemos es un funcionario serio, nos sorprenda dándonos la noticia de que se comenzó a interrogar a los siete conductores de los camiones mezcladores de concreto de Hormigones Romano, porque estamos seguros que de ese grupo sale el responsable del hecho.

Sabemos que el fiscal Osvaldo Bonilla tiene mucho trabajo, por lo que volvemos a solicitarle que designe a uno del grupo de magistrados que está bajo su dirección, para que desarrolle las investigaciones.

¡Gracias por leernos!