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miércoles, 17 de diciembre de 2025

Por Emilia Santos Frias
Diario Azua / 17 diciembre 2025.-

“Aunque creamos ser más libres, vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad”. Este axioma hace referencia a la actual autoexplotación que realiza el ser humano, alentada por exceso de positividad y una cultura del rendimiento: la sociedad del cansancio.

Así describe a este fenómeno, el filósofo y ensayista, Byung-Chul Han, en su crítica a la sociedad contemporánea, en la que converge neoliberalismo, el poder de la era digital, la cultura del rendimiento y la psicopolítica. Este último concepto: un sistema de dominación que, “en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente o smart, para hacer que los seres humanos se sometan por sí mismos al entramado de dominación, sin que sean conscientes de ese sometimiento”.

La teoría de Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, precisa que las personas nos convertimos en nuestros propios tiranos, y esto lleva a sufrir enfermedades neuronales, entre ellas, la depresión y el burnout o Síndrome del Trabajador Quemado. Todo, debido a la presión que se sostiene en el erróneo camino de lograrlo todo. Para ello, transformamos la libertad en una condena de autoexigencia y agotamiento. Compitiendo continuamente, en esta era del avance, expansión de la digitalización y el control de la información a nivel global.

Según el connotado experto en estudios culturales, hemos pasado de la sociedad disciplinaria; que vivimos enormes prohibiciones, a una del rendimiento, del “poder hacer”, donde la falta de negatividad y de contemplación lleva al colapso. Sin embargo, colijo que, si bien estamos en la sociedad del conocimiento, también en la de rebeldía. Hoy más que antes, se desafía además de la fuerza humana, a la autoridad.

“El ser humano ya no es reprimido por una autoridad externa, sino que se explota a sí mismo en un afán de rendimiento y éxito, convirtiéndose en su propio amo y esclavo. La posibilidad de poder hacer todo, se convierte en una obligación opresiva, generando una falsa libertad que conduce a la autoexplotación y la ruina”.

Esta presión por ser productivo, feliz y exitoso en todo momento solo nos agota, enferma. Nos convierte en víctimas y verdugos de nosotros mismos en una sociedad sin límites externos, pero llena de autoimpuestos, como presión interna y externa, que nos hace exigirnos estándares imposibles de éxito, productividad y perfección.

A esto se suma el irrespeto conque se vive en la sociedad actual, expresado en falta de consideración hacia las personas, carencia de valores e incumplimiento a la buena normas. Lo que impulsa al consumismo. De igual forma escasez de de ética. Mucha prisa, afectación de la convivencia humana y surgimiento de conflictos. Violencia hacia derechos fundamentales, al propiciar discriminación y ambientes tóxicos en todos los ámbitos, desde el familiar al digital.

Ausencia de educación en valores y empatía, mientras reina la desinformación, en medios tradicionales y electrónicos: ciberacoso, comentarios ofensivos, y falta de privacidad en redes sociales. Comentarios soez y humillación para buscar fama e imponer opiniones; difamación..., en vez de usar la digitalización para educar y combatir desatinos propios de esta Era de la Información o Informática.

Se difunden acciones y se exhiben actitudes basadas en estereotipos, violencia, prejuicios, que alientan vandalismo, violaciones…, además, dentro y fuera del plano familiar y profesional, maltrato a las personas mayores o ancianas: edadismo. Interrupciones en conversaciones, ignorar a quien habla, mirar el teléfono, entrar a lugares sin saludar...

Falta de consideración en el transporte público, lanzamiento basura en cualquier entorno, destrucción de espacios y bienes públicos, impuntualidad, invadir espacios ajenos... , y todo esto socava la seguridad de un Estado. Porque, hoy las personas desprecian los valores éticos, para abrazar enfoques materialistas. No se dedica tiempo a comprender la perspectiva ajena, mientras tanto, se vive con prejuicios y complejos de superioridad.

Las carencias de formación en el hogar y la escuela son más que evidentes. Otro aspecto observado es la degradación de la calidad de las relaciones sociales y laborales. Como bien es sabido, el irrespeto es un precursor de violencia, y ella impacta en gran manera nuestras emociones. Nos margina y reduce el bienestar psicológico: equilibrio y satisfacción; disfrute de la vida, al tiempo que se afrontan problemas.

En ese aspecto, “cuando llega el irrespeto la libertad se destruye. Toda paz existencial se aniquila. Le roba la esencia al ser. Descontrola el sistema nervioso. Entre el uno y el otro se crea un vacío, en el que cualquier intento de cercanía desaparece”, cita, la coterránea filósofa, Yamiri Matías.

Asimismo, batallamos con la conciencia inducida servida desde la publicidad o Awareness del marketing: primera etapa del embudo de ventas, donde se seduce al consumidor mediante storytelling o historia; narrativa o mensajes cautivadores emocionalmente.

Sin lugar a dudas, estamos de rodilla ante un siglo de grandes adelantos en todos los sentidos. También de diversos tipos de violencia. Entre ellas, el aumento de la filio-parental, una variante de la violencia intrafamiliar. Pero en esta son los descendientes, hijos e hijas, quienes se convierten en agresores de sus progenitores, a quienes causan daño y sufrimiento. Los medios difunden sus horrores: le despojan de bienes necesarios para vivir con bienestar en la vida adulta.

Muchos adultos mayores la padecen. El irrespeto es su plataforma, que en la redes sociales tiene terreno fértil. Esta violencia puede ser psico-emocional, física o económica. Los hijos e hijas buscan mediante ella quitar a padres y madres autoridad, para obtener control; conseguir lo que desean. En consecuencia bajan su autoestima y aspiraciones. Le llevan a pérdida de salud mental y calidad de vida. A permanecer en estado de impotencia, depresión, culpa y vencimiento.




De igual forma, con la violencia patrimonial se menoscaban los bienes, documentos, valores o recursos económicos de una persona, y esto afecta por igual su supervivencia y autonomía. Es violencia económica, y “suele afectar más a mujeres, niñas, niños y adultos mayores, limitando su independencia y capacidad de decisión”.




Otra gran paradoja, dado que el Siglo XXI también ha sentado bases a nivel de normas para proteger al adulto mayor, mediante marcos legales internacionales y nacionales, que exigen respeto a sus derechos, como no discriminación y acceso a cuidados...., el desafío pendiente es la construcción de la cultura de respeto.




En todo este andamio, continuamos lidiando con la incesante presión por ser productivos y también felices en la sociedad moderna. Para ello, sufrimos autoexplotación constante, que convierte la libertad en coerción; agota y produce enfermedades psíquicas como la depresión. Para sobreponernos, debemos ser conscientes, responsables de crear pensamientos, sentimientos y acciones que nos conduzcan a bienestar. Relajarnos, renovarnos, es esencial para estar bien.




Hasta la próxima entrega.

La autora reside en Santo Domingo

Es educadora, periodista, abogada y locutora.

 

En esta ocasión no hubo interferencia del poder político. Aunque la Fuerza del Pueblo presentó la denuncia, el presidente Abinader permitió que la justicia actuara con plena independencia, aun cuando uno de los acusados es una persona cercana a él.

Por Roberto Valenzuela
Diario Azua / 16 diciembre 2025.-

La forma en que el sistema de justicia dominicano ha conocido el caso relacionado con el Seguro Nacional de Salud (SENASA) constituye un hecho relevante para la institucionalidad democrática del país. El proceso se ha desarrollado sin señales de interferencia del poder político, lo que reafirma el principio constitucional de separación de poderes.

La denuncia inicial fue presentada por la opositora Fuerza del Pueblo y, a partir de ese momento, las autoridades judiciales asumieron el caso conforme a los procedimientos establecidos. El presidente de la República, Luis Abinader, permitió que los órganos competentes actuaran con autonomía, sin que desde el Poder Ejecutivo se condicionara, frenara o direccionara el curso del proceso.

Desde una perspectiva histórica, este comportamiento representa una diferencia sustancial respecto a prácticas observadas en el pasado reciente. Durante mis años como reportero del Palacio Nacional, desde los gobiernos de Hipólito Mejía hasta Danilo Medina, rara vez se vio que procesos judiciales contra personas cercanas al poder avanzaran sin interferencias políticas evidentes.

El precedente que deja el caso SENASA apunta a un objetivo fundamental: consolidar un modelo en el que la justicia opere con independencia, independientemente de quién ocupe el poder. Esto implica dejar atrás una tradición en la que la política intervenía directa o indirectamente en el funcionamiento del sistema judicial.

En la actualidad, la República Dominicana muestra señales claras de un cambio institucional. El Ministerio Público actúa conforme a sus atribuciones constitucionales y legales, mientras que los tribunales son los únicos llamados a juzgar y decidir. El Poder Ejecutivo, por su parte, no asume el rol de árbitro ni de protector de intereses particulares.

Algunos elementos refuerzan esta lectura institucional:

• El presidente Abinader ha manifestado que el Poder Ejecutivo no interfiere en la selección de los casos que se investigan ni en las decisiones que adoptan los órganos judiciales.
• El Ministerio Público desarrolla sus actuaciones con apego a la ley y bajo el control de los tribunales.
• El presidente Abinader no coloca el impacto político de los procesos judiciales por encima del cumplimiento del debido proceso y la transparencia.
• Que un caso vinculado a una institución estratégica como SENASA sea conocido por la justicia demuestra que la rendición de cuentas es un principio operativo.
• Otra de las cosas que ha dejado claro Luis Abinader es que el proceso judicial no compromete la continuidad ni la estabilidad del servicio, sino que puede contribuir al fortalecimiento de los controles, la supervisión y la gestión institucional.

Durante años, situaciones similares se resolvían mediante silencios administrativos, archivos discrecionales o traslados internos. En el contexto actual, la aplicación de la ley no distingue entre aliados, funcionarios o adversarios políticos.

Cuando la justicia actúa con independencia, el Estado de derecho se fortalece y se refuerza la confianza ciudadana en las instituciones. El caso SENASA, más allá de sus resultados específicos, se convierte así en una referencia importante para la consolidación democrática y el respeto a la legalidad en la República Dominicana.

martes, 16 de diciembre de 2025

 
Por Narciso Isa Conde
Diario Azua / 16 diciembre 2025.-

Abinader -auspiciando más intervención militar de EEUU en nuestro país, en la isla y en la región latino-caribeña, y violando flagrantemente normas nacionales e internacionales y su propia Constitución- ha colocado al RD en la peligrosa condición de territorio, costas y espacio aéreo de la gran plataforma caribeña del plan de invasiones y ocupación de esa superpotencia decadente y enferma.

Las primeras dos aeronaves de guerra del PENTÁGONO de gran capacidad arribaron el pasado domingo 7 de noviembre a territorio dominicano dentro del plan regional de guerra de EEUU. Luego llegaron cuatro más

Las aeronaves militares, que trajeron equipos y suministros especiales, aterrizaron de manera simultánea en la Base Aérea de San Isidro y en el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA).

La primera de las aeronaves, un imponente C-5 Súper Galaxy, tocó suelo dominicano por la Base Aérea de San Isidro, mientras que un C-17 Globemaster III lo hizo por el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA).

-El C-5 Galaxy es un gran aeronave de transporte militar estadounidense, diseñado y construido por la Lockheed para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF). “con capacidad de transporte estratégico pesado de alcance intercontinental, pudiendo llevar cargas descomunales y sobredimensionadas, incluyendo cargas aéreas certificables (incluidas mercancías peligrosa)”

-El C-17 Globemaster III “es un avión de transporte militar pesado, estratégico y táctico, clave para mover tropas, vehículos (incluyendo tanques M1 Abrams) y carga a bases militares principales, incluso a pistas no preparadas, gracias a sus capacidades STOL (corta distancia de despegue y aterrizaje) y reversas de empuje en vuelo para descensos pronunciados”, que es operado frecuentemente por la Fuerza Aérea de EE. UU., “para lanzamientos de paracaidistas”.

Eso no son aviones para perseguir narcotraficantes, ni para limitarse a bombardear lanchas de pescadores; como no lo son los portaaviones, barcos de guerras y submarinos desplegados en el Caribe y el Pacífico, muy especialmente frente a las costas venezolanas y colombianas, próximo a Cuba, Nicaragua y México, con Haití invadido y en medio del golpe electoral en Honduras.

Son para asaltar países soberanos, robar petróleo, gas, oro, litio, uranio, tierras raras, biodiversidad, agua y titanio e intentar controlar militarmente Nuestra América. Esos emplazamientos -como los de Puerto Rico, Aruba, Curazao y Trinidad Tobago- forman parte del plan de repliegue agresivo del Pentágono, actualizando la Doctrina Monroe con el corolario de Trump y el interés del Complejo militar-industrial–financiero de EEUU.

Un plan para aplastar soberanías y controlar militarmente el conjunto de Nuestra América, procurando retomar territorios, recursos naturales y mercados perdidos frente a sus adversarios del nuevo orden multipolar (BRICS) y el auge de la autodeterminación del SUR GLOBAL

Un plan, que de ejecutarse, habrá de despertar a todos los jaguares latinos-caribeños y encender los volcanes de la región, acompañados de osos, tigres y dragones solidarios de Asia y África.

domingo, 14 de diciembre de 2025

Por Alfredo Cruz Polanco
Diario Azua / 14 diciembre 2025

En la provincia de La Vega, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), están obstaculizando en gran medida, el desarrollo y el crecimiento económico de esta provincia, por un lado, por la actitud desenfrenada, agresiva y abusiva; el irrespeto, el autoritarismo, la prepotencia, arrogancia e imprudencia de su actual director provincial, el señor Claudio Antonio Ruiz Florentino, hacia los profesionales de la ingeniería, arquitectos y representantes de las empresas constructoras de viviendas y urbanizaciones.

Dicho señor los mantiene en una total zozobra, al presentarse a las obras con una parafernalia de militares fuertemente armados, amenazándolos con paralizarle y con destruirles las mismas, aun teniendo en su poder, todos los permisos exigidos por ese ministerio, el del Ayuntamiento de La Vega, del Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA) y el más importante, el del Ministerio de Viviendas y Edificaciones (MIVED), acusándolos de haber adquirido los mismos de manera irregular.

El pasado jueves, en las instalaciones de la Regional Norcentral del CODIA de La Vega, se realizó un importante encuentro de profesionales y representantes de empresas de la construcción, con la presencia del ministro de Medio Ambiente, señor Armando Paíno Henríquez y del director provincial, al que se les pusieron en conocimiento todas las quejas y maltratos que están siendo víctimas los profesionales de la construcción, los cuales solicitaron que el actual director provincial de medio ambiente sea removido de inmediato de esa posición.

Esta situación ha provocado una parálisis en el sector de la construcción en esta provincia, uno de los más dinámicos de su economía, el cual está afectando, también, al desarrollo económico y financiero de la misma, pues las ventas de las viviendas se han caído, por lo que se acordó hacerle llegar una comunicación urgente al señor Presidente de la República, Luis Abinader, firmada por todos los asistentes, para que interponga sus buenos oficios al respecto.

Lo lamentable y penoso del caso es que el liderazgo, la dirigencia política del partido y los altos funcionarios del gobierno en esta provincia, aún conociendo la crisis que ha generado en el sector de la construcción, el director provincial de medio ambiente, se lo haya informado al Presidente de la República.

En cuanto a la agencia local de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) de La Vega, aunque promociona tener como visión una imagen de que es una administración cercana al contribuyente, en la práctica esta institución, en vez de ser un ente facilitador y de soluciones, se ha convertido en un obstáculo y en un escollo para el desarrollo y el crecimiento económico de esta provincia, por las trabas y dificultades que esta le pone a los contribuyentes.

En estos momentos, las instituciones financieras y crediticias están confrontando graves problemas con la DGII en sus operaciones, por la tardanza y lentitud de esta para la aprobación y el registro de las hipotecas de los inmuebles que son dados en garantías de préstamos. Dichas hipotecas están tomando desde 15 días hasta un mes, a veces más, para su aprobación y registro.

En cuanto al pago de los impuestos sucesorales, a pesar de la insistencia y gran interés que muestran los contribuyentes para pagar los impuestos correspondientes, la DGII pone muchas trabas para investigar, tasar y estimar el monto a pagar, alegando escasez de personal, lo que deja mucho que desear, puesto que siendo la institución que más recursos le genera al Estado dominicano, carezca de los recursos humanos (colaboradores) necesarios para atender las demandas de los contribuyentes.

Una simple solicitud para una certificación original del Pliego de Modificaciones sobre el pago de los impuestos sucesorales, necesaria para el proceso de una determinación de herederos con partición (subdivisión), tarda más de seis meses para su preparación, porque no hay quien gestione los expedientes en los archivos que se encuentran fuera de la institución, lo que obstruye el desarrollo económico de la provincia, pues todo el proceso se paraliza.

Siempre se argumenta la falta de colaboradores, lo que se traduce en una falta de gerencia y de dirección administrativa, pues no se concibe que una institución como la DGII, en un momento en que la tecnología y la inteligencia artificial juegan un papel fundamental, no cuente con estos avances tecnológicos y con el personal calificado y suficiente para atender en tiempo real, las solicitudes de los contribuyentes. Muchas veces la agencia local solo cuenta con un cajero para atender a tantos contribuyentes, lo que les ocasiona perjuicios y una gran pérdida de tiempo.

La eficiencia, eficacia, calidad y la entrega oportuna de las informaciones solicitadas, en una institución pública como esta, se valora por la rapidez y agilización de los servicios que ofrecen los colaboradores a los usuarios.

Este es de los pocos países, que aún requiriendo aumentar sus recaudaciones fiscales, los contribuyentes tienen que insistir, perder tiempo, a veces hasta rogar, para poder pagar sus impuestos, pues muchas veces tienen que pagar recargos por retrasos involuntarios, pues la institución recaudadora se la pone muy difícil. Con instituciones así, ningún país puede alcanzar un grado de crecimiento y de desarrollo económico sostenido.

El autor es Contador Público Autorizado y Máster en Relaciones Internacionales
Ex diputado al Congreso Nacional y ex Miembro de la Cámara de Cuentas de la República 2010-2016





 

Por Oscar López Reyes
Diario Azua / 14 diciembre 2025.-

Roedores humanos de siete leguas, que encubren su codicia y deslealtad en los invisibles desajustes de su química cerebral, inescrupulosamente han pululado en las vísceras de los gobiernos de la Era Democrática, cuyos mandantes han popularizado frases que, en su mayoría, perduran como retóricas en los entresijos de la impunidad esencialmente judicial. A contrapelo, los corruptos cabalgan con el peor lastre: la inexorable condena de la sociedad, bifurcada desde el Ministerio Público y la difusión mediática.

La oración que más resuena, por la vigencia en el presente ciclo, es la del presidente Luis Rodolfo Abinader Corona: “Tengo amigos, pero no cómplice”, que replica cuando altos funcionarios de su Gobierno han tenido que salir del tren administrativo, por su involucramiento en el peculado. Está en el candelero el insaciable ortopedista y traumatólogo Santiago Hazim, director ejecutivo del Seguro Nacional de Salud (Senasa, agosto de 2020-agosto de 2025), quien se cobija bajo rejas, imputado por el Ministerio Público de un desfalco inicialmente cuantificado en 15 mil millones de pesos. ¿Acaso sufría, sin darse cuenta, de una anomalía en la corteza prefrontal?

Antes de rememorar los estribillos de los presidentes de la Era Democrática, nos preguntamos si después de este salvajismo, el presidente Abinader Corona percutirá aún más el hacha de hierro batido, sin soltarla ni un instante, contra los envilecidos? ¿Se logrará, con la Inteligencia Artificial, detectar a tiempo el perfil delictivo-conductual de los aspirantes a cargos públicos?, ¿Quién acomete una inhumanidad como la adjudicada a un médico, más que un tonto-ingenuo padece de un trastorno antisocial de personalidad?, ¿cuántos más enfermos que Hazim -y con acusaciones menores- inundan las cárceles? y, ¿habrá, incuestionablemente, sanciones ejemplificantes para los miserables implicados en semejante defraudación?

“Tente quieto”, les dirían los abogados a los incriminados, para significarles que no estamos en China ni en Cuba, y que en la República Dominicana las leyes están preparadas para que los que tengan arraigo (dinero, propiedades, etc.) escapen del castigo penitenciario. En diciembre de 2025, la justicia del gigante asiático dispuso el fusilamiento del exbanquero Bai Tianhui (una sola bala de punta hueca en la nunca), por aceptar 156 millones de dólares en sobornos, y el Tribunal Supremo Popular de la mayor isla del Caribe sentenció a cadena perpetua a su exministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, por cohecho y otros delitos.

En otro tercio o ángulo, la democracia disfrutada en la República Dominicana, también en el 2025 han sido dados pasos crecidos para actualizar y superar falencias del sistema de justicia, con la aprobación de la nueva legislación de Contrataciones Públicas (Ley 47-25), el novedoso Código Penal (Ley 74-25) y la modificación del Código Procesal Penal (Ley 97-25). Estas piezas amplían la fiscalización y el control en la administración pública, y la sancionabilidad penal a los infractores, en la búsqueda del escarmiento, la prevención de transgresiones y el cuidado de la dignidad humana.

Pasma con estupor el señorío de la hábil inteligencia, el cauteloso disimulo, la capacidad de manipulación, el encubrimiento y el engaño -en el poder de la influencia y la presión- tanto de extragobiernos o fácticos (no elegibles popularmente, como asociaciones empresariales y sin fines de lucro, iglesias, medios de comunicación, gremios profesionales y laborales, etc.), como de ciertas esferas de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Actos de esos conspicuos derivan -sin mover los labios ni sus tranzas de rostros anchos- en acomodamientos domiciliarios a quienes han perpetrado actos atroces, como los de Senasa.

Conscientes de la proliferación epidérmica de funcionarios con fisonomía corruptible -con cabezas peliagudas, colas largas y patas cortos- así como de ciudadanos de pelaje gris oscuro, los mandatarios dominicanos elegidos democráticamente en el período 1962-2025 han tirado gritos de reconocimiento de la plaga, compasión y advertencia:

1.- Juan Bosch y Gaviño: Propagó y observó con rigor los principios ético-morales. Aceptó la renuncia de su secretario de Industria y Comercio, Diego Bordas Hernández, luego de una bien sustentada denuncia de que favoreció con un contrato a una empresa de su propiedad. Hito: A los 7 meses, Bosch se convirtió en el primer presidente en ser DERROCADO por sus medidas contra privilegios y malversaciones.

2.- Joaquín Balaguer: “… si existiera corrupción, esta siempre se detendría en la puerta de mi despacho”, y “busco, con la linterna de Diógenes, a un hombre honesto”. Caracterización: Permisivo ante el enriquecimiento ilícito generalizado, con dos ñapas penales idiosincráticas: Aduanas e Hydro-Quebec. Novedad: PROGENITOR de la corrupción y la impunidad.

3.- Antonio Guzmán Fernández: Propuso reducir la discrecionalidad de los fondos públicos y los favores en la administración pública. Rasgos: Rígido en la honestidad. Hubo escasas denuncias sobre timadores, y no avaladas. Ocurrencia: primer presidente en SUICIDARSE por descubrimiento de corrupción.

4.- Salvador Jorge Blanco: “Manos limpias” en el Gobierno fue su consigna de campaña electoral. Signo: Temeroso, manipulable y complaciente. Instrucciones punitivas resaltantes: Corde, CDA e Inespre. Originalidad: El primer presidente dominicano en ser sometido a la Justicia y guardar PRISION por supuesta sobrevaluación en compras de mercancías militares.

5.- Leonel Fernández Reyna: Prometió Tolerancia Cero con sustracción de bienes gubernamentales y que no habrá padrinos para los corruptos. Trazo: permisivo hasta la saciedad. Instrumentaciones tribunalicias típicas: Peme, Super Tucanos, Sun Land, Indrhi y CDE. Suceso: El registro primario de los más GIGANTESCOS escándalos de sobornos y estafas, con 66 auditorías no investigadas, presentadas por la Cámara de Cuentas a la Procuraduría General de la República.

6.- Hipólito Mejía Domínguez: “Los ladrones son el mayor problema del país”. Brotaron como expedientes clásicos el Plan Renove y el subsidio del GLP. Marca: Relajamiento del poder. Acontecimiento: El primer presidente en denunciar un fraude por 55 mil millones (Baninter), que se tradujo en su EXCLUSION de la presidencia de la República para otro mandato.

7.- Danilo Medina Sánchez: “El que se equivoque deberá pagar”. Síntoma: Hacerse de la vista gorda ante quienes, con el dolo, acumularon voluminosas riquezas, y terminaron en sumarios inconfundibles: Odebrecht, “Peaje sombra” y operaciones Antipulpo, Coral, Caracol, Medusa y Calamar. Cualidad: romper RÉCORD de sometimientos judiciales a parientes y partidarios.

8.- Luis Abinader Corona: “Tengo amigos, pero no cómplice”. Señal: Consistente y flexible, según tareas y razonamientos. Causas peculiares: Senasa, Intrant, Inabie y Lotería. Hecho: Primer presidente en separar de funciones gubernamentales a más de 40 cercanos colaboradores políticos (solicitud de renuncia y desvinculación) y tramitar ENJUICIAMIENTOS judiciales por la comisión de irregularidades gerenciales.

Asentado que la apropiación indebida viaja como una infección sistémica por todos los torrentes sanguíneos del Estado en conductores disímiles, y por los señalamientos precedentes, colegimos que ha sido aupada por la afectividad a parientes, amistades y correligionarios; la creencia ciega en la honorabilidad de compañeros de batallas, la satisfacción exagerada de compromisos electorales y el clientelismo. Uno de los mencionados, que ha resucitado como un inocente gallito de peleas, llegó a pedirle al Ministerio Público que archivara expedientes con graves imputaciones, emulando al buen pastor con sus ovejas.

En esa mecha ardiente radica la diferenciación entre los ocho jefes de Estado singularizados: su postura frente a las defraudaciones, impertérrita como Bosch y Guzmán. Quiénes con salmos, bendiciones, silbidos amorosos y sacramentos, que otean con urbanidad en el globular de Judas Iscariote, caminan en la confabulación más perniciosa. Quiénes agachan, no destapan, guardan en indultos y no acuden a la justicia, por cobardía o para supuestamente no “desconsiderar” a sujetos vinculados a héroes, mártires o figuras públicas, se desvían por la tangente y comprometen su responsabilidad jurídica e histórica.

Para cumplir con la solemne misión de resguardar el patrimonio público, garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, propender al máximo bienestar colectivo y honrar su memoria histórica con la grandeza de su reputación, a los mandatarios le conviene borrar la ternura empática y receptiva individualizada, y junto a sus subordinados pronunciar un solo idioma: la actuación ética y transparente. Y, para perpetuar esa notoriedad, están compelidos a someter a la Justicia a los hijos de Jesucristo -si cometen felonías- para así homenajear a Jesucristo en su condena a los pecados y en la redención de los marginados.

El autor: Escritor, gremialista, catedrático y columnista de El Nacional y decenas de digitales.
Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 14 diciembre 2025.-

“Vivimos en la época en que las promesas caducan más rápido que los aparatos”.
Bauman, Amor líquido, 2003, p. 4.

Seguramente, alguna vez, habrán escuchado el término “obsolescencia programada”, concepto forjado por el ámbito de la ingeniería y la producción industrial para definirla como la determinación deliberada de una vida útil limitada para un producto, forzando su reemplazo prematuro. Este principio marca una ruptura histórica con el antiguo “ethos” industrial, donde la excelencia residía en la durabilidad y longevidad del objeto. Hoy, en cambio, la lógica económica impone un diseño para la caducidad: todo se produce con una fecha de vencimiento preconcebida.

Esta idea trasciende su origen material para ofrecer una perspectiva heurística potente. Su aplicación al análisis de las relaciones humanas no se reduce a una analogía superficial sobre la fugacidad, sino que permite desvelar cómo un conjunto de condiciones económicas, simbólicas y éticas configuran activamente la expectativa de caducidad y reemplazo en la esfera íntima, donde, de manera análoga, la solidez y el compromiso ceden ante la provisionalidad.

Las relaciones se han transfigurado en bienes utilitarios cuya validez se determina por su desempeño inmediato, la gratificación instantánea o su alineamiento circunstancial con el proyecto de vida individual, generando una espiral de deseo insatisfecho y descarte prematuro. Este desplazamiento es inherente a formas de vida contemporáneas donde la fluidez, la provisionalidad y la flexibilidad no son meras características, sino que se elevan a la categoría de virtudes adaptativas, aunque a un terrible costo emocional.

Para comprender la estructura de esta fragilidad, resulta ineludible recurrir a la formulación de la modernidad líquida propuesta por Zygmunt Bauman. El sociólogo polaco identifica cómo el debilitamiento de las instituciones históricas (la familia normativa, la comunidad estable) y de los códigos morales duraderos ha dejado a los afectos desprotegidos ante las dinámicas del mercado. En este contexto de disolución, el lazo se erosiona, pasando de un compromiso ético profundo a un simple contrato tácito susceptible de cancelación si las expectativas no se satisfacen.

La liquidez que promete movilidad y adaptación simultáneamente implica una corrosión de la forma, volviendo el afecto en un objeto volátil, despojado de la densidad de lo duradero. La verdadera tragedia de esta liquidez no es la ausencia de vínculos, sino la angustia constante de su fragilidad, el saber íntimo de que todo puede terminar sin aviso previo, sin causa profunda, sólo por la emergencia de una “mejor oferta” o una menor fricción.

En este contexto, la obsolescencia afectiva se consolida mediante la injerencia directa del capitalismo tardío en la psique y el “ethos” relacional. Al respecto, Eva Illouz, con su concepto de “Capitalismo emocional”, mapea cómo la economía de mercado ha penetrado y racionalizado la esfera íntima. La lógica empresarial y la cultura terapéutica se han incrustado en los vínculos, obligando a los sujetos a ser “gestores” de sus emociones y a evaluar a las parejas bajo criterios de eficiencia, minimización de riesgos y maximización de beneficios. Concretamente, Illouz sostiene que “el capitalismo reorganizó las culturas emotivas e hizo que el individuo económico se volviera emocional y que las emociones se vincularan de manera más estrecha con la acción instrumental” (Illouz, como se cita en Molteni, 2021, p. 78).

La intimidad, antes refugio de lo incondicional, se convierte así en un campo de inversión y riesgo, donde el “fracaso” de una relación se percibe no como una pérdida humana, sino como un mal cálculo de mercado. Esto que acabamos de decir puede parecerles muy teórico, pero les aseguro que en algún momento de sus vidas han escuchado a alguien lamentarse por la insuficiente capacidad productiva y material de su pareja, como si ello implicara una tragedia existencial o una falla en la lógica de la elección de compañía. Esta racionalización del sentimiento nos deja desarmados frente al dolor genuino, al exigirnos una compostura emocional que sólo es compatible con la frialdad utilitaria.

A esta racionalización se suma la crítica eficaz de Byung-Chul Han a la sociedad del rendimiento. Desde su enfoque, nos explica que la exigencia de optimización y auto-explotación instrumentaliza las relaciones, transformándolas en recursos para la productividad psíquica y la visibilidad social. El amor, bajo este esquema perverso, no puede ser una pausa reflexiva o un espacio de vulnerabilidad, sino un motor de autoafirmación del yo. Bajo este imperativo, cualquier vínculo que demande una inversión temporal o un esfuerzo que no aporte un capital afectivo, material o simbólico inmediato es percibido como un lastre, una disfunción que debe ser eliminada. El “otro” se convierte en un elemento funcional dentro de la narrativa del yo emprendedor. Pues bien, el precio de esta celeridad es la pérdida de la profundidad y el asombro ante la alteridad, quedando atrapados en la tautología del yo y sus proyecciones caprichosas.

Además, es necesario explicitar que la fragilidad no es sólo una elección, sino un reflejo de las condiciones materiales impuestas por la precariedad. Sobre este asunto en particular, Richard Sennett, al analizar “la corrosión del carácter”, argumentó que la inestabilidad y la flexibilidad propias del nuevo capitalismo (trabajos de cortísimo plazo, reorganizaciones constantes) no se limitan al ámbito económico, sino que carcomen la capacidad moral para sostener lazos estables. El sujeto precario, obligado a ser maleable y estar listo para el cambio constante, percibe el compromiso duradero con otro como una rigidez peligrosa, un anacronismo que hipoteca la propia adaptabilidad al mercado. Esta tensión entre la necesidad humana de arraigo y la exigencia sistémica de desarraigo genera una fractura profunda en el “yo”, donde la lealtad y la continuidad son sacrificadas en el altar de la supervivencia económica.

Este proceso se intensifica en la posmodernidad, o hipermodernidad, definida por Gilles Lipovetsky como el triunfo del híper-individualismo hedonista. En este marco, la búsqueda de la autonomía y el bienestar individual se erige como un valor supremo que, si bien libera de antiguas coerciones, paradójicamente genera una profunda ansiedad ante la falta de anclajes. El individuo, centrado en su propia realización, prioriza la satisfacción inmediata y la libre disposición de su tiempo y afecto, volviendo la renuncia y la paciencia- elementos intrínsecos del compromiso- cualidades obsoletas. La promesa de disponibilidad perpetua que ofrecen las arquitecturas tecnológicas agrava esta condición, intensificando las comparaciones y la percepción de la propia y ajena reemplazabilidad. La paradoja es bastante cruel: se busca la felicidad a través de la máxima libertad, pero el resultado es una soledad líquida y la incapacidad de construir un mundo compartido.

El punto más crudo y doloroso de esta moral del descarte se halla en la imagen de los hogares de ancianos, o residencias para mayores, que se han convertido en el depósito silencioso de aquello que la sociedad posmoderna etiqueta como “innecesario”, “caduco”, o simplemente “ineficiente”. Estas instituciones se alzan como un testimonio mudo y punzante de la ética de la provisionalidad: la vejez, al requerir compromiso, paciencia, cuidado y una inversión de tiempo sin retorno productivo, se convierte en la antítesis del imperativo de rendimiento. El confinamiento de nuestros mayores es la metáfora última y más cruel de la obsolescencia afectiva, donde el lazo familiar duradero se sustituye por un servicio profesional pagado. En algunos casos puntuales, representa una vergüenza moral de un sistema que, al valorar sólo lo adaptable y lo productivo, ha encontrado un mecanismo para externalizar la obligación más fundamental del cuidado humano, un acto que revela la cifra final del individualismo hedonista.

Ahora bien, a esta densa crítica sociológica y filosófica, la reflexión teológica nos ofrece una perspectiva trascendente que eleva el debate ético al plano de lo incondicional. La fragilidad de los vínculos, vista a través del enfoque del pensamiento cristiano, por ejemplo, se revela como el síntoma de una profunda desorientación antropológica: la reducción del amor a una emoción pasajera o a un cálculo utilitario. En oposición radical a la lógica del descarte y de la satisfacción inmediata, la teología de la caridad, magistralmente desarrollada por Benedicto XVI en su encíclica “Deus Caritas Est” (2005), postula el amor como “ágape”, es decir, una fuerza que demanda sacrificio, purificación y, fundamentalmente, permanencia: “El amor necesita purificación y maduración, lo cual implica también el camino de la renuncia. [...] El amor se convierte en ágape precisamente en la medida en que el hombre, para el otro, no busca ya simplemente a sí mismo, sino que se preocupa por el bien del otro, dispuesto al sacrificio: la madurez del amor consiste en esto” (Benedicto XVI, 2005, N. 6).

Como podrán apreciar, esta perspectiva sitúa la madurez afectiva no en la capacidad de “reemplazar” al otro de forma eficiente (lógica de Lipovetsky), sino en la voluntad de “permanecer” con el otro, incluso en la renuncia, trascendiendo el individualismo esclavo del placer personal. Desde esta óptica, la única respuesta a la obsolescencia programada no es la híper-adaptación, sino la reafirmación del valor inalienable de la persona y la vocación al don total y duradero, rescatando el lazo del mero utilitarismo que lo condena a caducar.

La verdadera reflexión crítica emerge cuando confrontamos el vacío punzante que queda tras cada descarte, una grieta que el consumo incesante jamás logra suturar. La tragedia final no es la rotura de un vínculo, sino la corrosión de la capacidad misma de vincularse con profundidad y autenticidad. La obsesión por la eficiencia emocional, ese mal cálculo de mercado que hemos naturalizado, nos condena a una existencia donde la vulnerabilidad es vista como una falla técnica y la inversión de tiempo se percibe como una pérdida de capital personal.

El sujeto híper-adaptable, ese ideal promovido por la flexibilidad laboral, se encuentra al final de su jornada con un “yo” tan maleable que ya es incapaz de sostener la rigidez de una promesa íntima. Ante la evidencia de que esta inestabilidad afectiva es el precio psíquico de la adaptabilidad exigida por el sistema, la pregunta más lacerante se impone: ¿qué queda del ser humano cuando se ha convertido en un bien de usar y tirar, dispuesto a la auto-explotación y al descarte? La única vía para la emancipación de esta lógica no es el retorno nostálgico, sino la articulación de una política de la permanencia donde la paciencia, el compromiso y el cuidado recíproco sean actos de subversión radical contra la tiranía de lo instantáneo. En definitiva, queridos lectores, si no se lucha por la densidad de los afectos, ¿quién luchará por la densidad de nuestra propia vida?

Referencias

Bauman, Z. (2003). Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los lazos humanos. Fondo de Cultura Económica.

Benedicto XVI. (2005). Deus Caritas Est (Carta Encíclica). Ciudad del Vaticano.

Han, B.-C. (2014). La sociedad del cansancio. Herder Editorial.

Illouz, E. (2007). Intimidades congeladas: Las emociones en el capitalismo. Katz Editores.

Lipovetsky, G. (1983). La Era del Vacío: Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama.

Molteni, E. J. (2021). Capitalismo emocional: tensiones y solidaridades entre lo industrial y lo informacional. Revista Hipertextos, 9(16), 77-97.

Sennett, R. (1998). La corrosión del carácter: Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama.

El autor es docente, escritor y filósofo
San Juan - Argentina (2025)

viernes, 12 de diciembre de 2025

Por Néstor Estévez
Diario Azua / 12 diciembre 2025.-

Lo que comenzó como una visita casual a la Feria del Casabe terminó convirtiéndose en un encuentro revelador con una de las figuras más emblemáticas de la tradición gastronómica y cultural de Monción: Doña Mechi, conocida como la Madre del Casabe.

La feria, tras una noche de reconocimientos y festividades que destacaron a los principales portadores de esta herencia ancestral, continuaba desde temprano con degustaciones, exhibiciones artesanales, talleres y presentaciones folclóricas vinculadas a las tradiciones taínas. En ese ambiente de celebración cultural, la presencia de Doña Mechi se disimulaba entre visitantes y emprendedores.

Con ella me encontré frente a un pequeño puesto donde ofrecían té de cúrcuma, café y otros productos locales. Entre el bullicio, Doña Mechi llegó con su característica sonrisa amplia, esa que la ha convertido en símbolo de hospitalidad para quienes visitan Monción. A pesar de estar trabajando, no necesitó protocolo para recibirme: tomó mi mano con firmeza y dijo una frase que resume su rol en la comunidad: —Aquí uno no viene a vender casabe. Uno viene a contar su historia.

Esa historia no es solo suya. Según explicó, el casabe representa herencia, identidad y memoria viva para las familias que han sobrevivido en esa zona gracias a este producto derivado de la yuca. Monción es reconocido en el país como el principal centro de producción de casabe, tradición que se remonta a la cultura taína. Por eso se llama a este municipio de Santiago Rodríguez “La Capital del Casabe”.

En Monción, desde quienes cultivan la tierra “como si cuidaran a un miembro de la familia” hasta quienes elaboran y consumen los variados subproductos de yuca, cada etapa del proceso sostiene una tradición que ha acompañado al territorio durante generaciones.

Aunque el casabe que produce Doña Mechi no estaba disponible para degustaciones en el momento de nuestro encuentro, ella consideró que yo no debía marcharme sin probarlo. Con la naturalidad de quien entiende el valor de compartir, sin avisar ni esperar aprobación, buscó en su cartera y envió a un pariente a comprar una de sus especialidades. “Esto hay que probarlo”, insistió. Mientras algunos visitantes degustábamos, ella observaba con una mezcla de orgullo y emoción difícil de disimular.

El vínculo de Doña Mechi con esta tradición va más allá del oficio. Ella habla del casabe como quien describe la vida de un hijo: con dedicación, con memoria, con conciencia de que cada gesto conserva siglos de resistencia cultural. A su alrededor, visitantes se acercaban para saludarla, agradecerle o pedirle una fotografía. Uno de ellos le comentó que nunca había visto algo tan auténtico. Ella respondió con sencillez: —Cuando algo se hace con amor, aunque sea pequeño, se siente grande.

Más allá de su papel como productora de casabe, Doña Mechi se ha convertido en una figura de liderazgo comunitario. Mientras conversaba, era evidente su capacidad para orientar, inspirar y generar sentido de pertenencia entre quienes emprenden en la zona. Ella misma lo expresó con claridad: —Si yo crezco sola, no sirvió de nada. Si crecemos todos, ahí sí vale la pena.

Su presencia en la feria no solo celebraba una tradición; también representaba una forma de entender el desarrollo local basado en la colaboración y el arraigo cultural. Durante el resto del recorrido, la vi moverse entre la gente con la naturalidad de quien conoce a cada persona, ofreciendo palabras de ánimo o consejos a quienes emprenden o sencillamente a quienes participan en la Ruta del Casabe.

Quedan conversaciones pendientes y una invitación abierta: recorrer junto a ella la Ruta Ecoturística Descubriendo Cacique Monción con Doña Mechi. En esa ruta, desde la reserva Cañón de Gurabo hasta la Presa de Monción, ella guía a visitantes a conocer sabores, paisajes y relatos que sostienen esta tradición. También tengo pendiente probar, en algún momento, el jugo de yuca que asegura es parte esencial de la experiencia.

Más que un encuentro fortuito, conversar con Doña Mechi sirvió para entender que el casabe en Monción no es solo alimento: es cultura, es memoria y es resistencia. Y mientras existan guardianas como ella, ese legado seguirá vivo y generando bienestar.

Por Lisandro Prieto Femenía
Diario Azua / 12 diciembre 2025.-

“La cruzada anticomunista destruyó las libertades civiles, silenció la disidencia y arruinó vidas y carreras” Ellen Schrecker, Muchos son los crímenes (1998, p. 3)

El macartismo, entendido no sólo como un episodio histórico de persecución en los Estados Unidos durante las décadas de 1940 y 1950, sino como un paradigma político-cultural de estigmatización del disenso, ofrece una clave interpretativa fundamental para comprender la génesis y la naturalización del desprecio hacia la participación ciudadana en la política. El fenómeno original- la caza de “subversivos” mediante listados, audiencias y despidos- mostró con brutal eficacia cómo un aparato moral y mediático logra convertir el compromiso ciudadano en sinónimo de peligro social.

A este respecto, la historiadora Ellen Schrecker nos recuerda que la caza de brujas no fue un incidente aislado, tal como lo podemos apreciar en la cita textual del epígrafe del título (Schrecker, 1998, p. 3). Esta observación nos exige reflexionar sobre la continuidad de sus efectos: no sólo el daño inmediato a los perseguidos, sino la sedimentación de una sensibilidad colectiva que, a largo plazo, asocia la acción política al riesgo, peligro, marginalidad y ruina personal.

Si aceptamos la formulación de Schrecker como un diagnóstico de la época, entonces es posible argumentar que el macartismo produjo una externalidad cultural duradera, en tanto normalización de la apoliticidad como mecanismo de autoprotección. Sin embargo, este trasvase no ocurrió por simple inercia histórica puesto que requirió la acción intencional de las instituciones políticas, mediáticas y económicas que vieron en la desmovilización ciudadana una ventaja estratégica para la preservación del statu quo. La apolítica, por consiguiente, no es solamente la ausencia de lo político, sino su desplazamiento hacia una esfera de resignación e indiferencia inducida. Al respecto, el sociólogo Richard Hofstadter, al analizar las corrientes conservadoras americanas, ya nos había advertido que el anticomunismo podía convertirse en una “forma de vida intelectual y política” (Hofstadter, 1964, p. 5), sugiriendo que el efecto perdurable fue la creación de hábitos cognitivos y afectivos que desincentivan la participación crítica.

Trasladada a Hispanoamérica y Europa, esta formación afectiva y normativa experimentó reconfiguraciones específicas, pero mantuvo su lógica esencial: estigmatizar al participante crítico y presentar la abstención como una virtud “prudente”. Así nos fue…

Puntualmente en Hispanoamérica, donde las memorias de represión estatal, golpes de Estado y censura son recientes, la lección fue doblemente severa: participar podía significar persecución directa y muerte. Además, los discursos hegemónicos se encargaron de asociar la politización con el radicalismo o la violencia. Como señaló Boaventura de Sousa Santos respecto a las formas contemporáneas de exclusión, la marginalización política está profundamente entretejida con proyectos epistémicos y sociales que deslegitiman saberes y actores alternativos: “En la modernidad, la exclusión no es solamente política y económica; es también epistémica” (Santos, 2010, p. 15). De esta forma, la apolítica se alimenta tanto de memorias traumáticas como de estrategias discursivas que amplifican temores y consolidan la distancia entre la ciudadanía y la deliberación pública.

En Europa, por su parte, la dinámica fue sutilmente distinta pero afín en el resultado. Tras la Segunda Guerra Mundial, la construcción de la estabilidad democrática implicó el confinamiento del debate público dentro de los parámetros consensuales que excluían alternativas consideradas subversivas. Jürgen Habermas, aún siendo un férreo defensor del espacio público racional, señaló las consecuencias perniciosas de un espacio mediado por intereses económicos que vacían la deliberación ciudadana: la “colonización del mundo de la vida por el sistema” erosiona la capacidad de la sociedad civil para reproducir normas y legitimidad (Habermas, 1987/1992, p. 172). Desde esta perspectiva, la apoliticidad tiene, pues, un origen estructural: no se trata solo de un miedo individual, sino de condiciones materiales y mediáticas que hacen de la abstención la opción más fácil y aparentemente racional.

El efecto más corrosivo de esta cultura apolítica es la exclusión- a menudo deliberada- de ciudadanos capacitados, empáticos y competentes. Este proceso opera mediante una combinación de técnicas: el etiquetado, el desprestigio profesional, la sensación de peligro personal, la mercantilización de los espacios públicos, y la canalización de la educación cívica hacia una gestión técnica y despolitizada de los asuntos comunes. Recordemos que Hannah Arendt, al analizar la esfera pública y la acción, remarcó la naturaleza esencial de la política como el espacio donde la libertad y la pluralidad se realizan: “la política aparece donde los hombres actúan juntos, hablan y actúan en común” (Arendt, 1958/1998, p. 7). Así, la apatía por lo político fragmenta esta acción compartida y relega la labor pública a una tecnocracia dirigida por inútiles que, inevitablemente, vela por la continuidad de estructuras ya existentes, dificultando el acceso de agentes transformadores.

En este punto de la reflexión, tenemos que analizar, entonces, los mecanismos contemporáneos de adoctrinamiento en la apolítica y cómo combinan estrategias institucionales, culturales y afectivas para lograr sus objetivos. En primer lugar, la industria mediática y las plataformas de información tienden a reducir la política a un show o a conflictos personales, desviando la deliberación sobre los fines comunes hacia el consumo de titulares sensacionalistas. Como ha demostrado Robert W. McChesney, la cobertura superficial y centrada en el escándalo y en el espectáculo produce, de hecho, desafección y cinismo (McChesney, 1999).

En segundo lugar, los sistemas educativos que priorizan la instrucción cívica como memorización de reglas institucionales, en lugar de como formación del juicio público, favorecen activamente la pasividad. Sobre este particular, John Dewey sostenía que la democracia exige un tipo de educación que fomente la capacidad de juicio crítico y la cooperación (Dewey, 1916/2010). Por lo tanto, cuando la pedagogía falla, la política se experimenta como un terreno ajeno.

En tercer lugar, la fragmentación laboral y las exigencias de la vida cotidiana transforman la participación en un coste personal desproporcionado en términos de tiempo, seguridad laboral y reputación expresándose en lastimosas letanías como: “estoy tan ocupado con mi vida privada que no tengo tiempo de ocuparme de los asuntos públicos”. Finalmente, las campañas de desprestigio y las legislaciones punitivas- herederas directas de prácticas macartistas- persisten en formas más sutiles, como listas negras informales, vetos profesionales, descréditos en redes sociales y presiones institucionales, lo que refuerza la narrativa de que la participación es arriesgada y poco rentable.

A esto, debemos añadir una dimensión que es crucial: la emocional. El odio inoculado al activismo no es únicamente una cuestión de miedo, sino que se trata de un afecto dirigido y cultivado que amalgama el desprecio por el otro, el temor a la diferencia y una aspiración a una paz social mantenida a cualquier precio. En este sentido, Martha Nussbaum ha demostrado con rigor cómo las emociones públicas moldean las instituciones y las políticas, y cómo las narrativas del miedo y el desprecio facilitan exclusiones morales (Nussbaum, 2013). De ahí que la despolitización arraigue también cuando la afectividad colectiva privilegia la calma aparente sobre la justicia distributiva y la confrontación ética.

Frente a este diagnóstico, se impone una crítica normativa: la participación política debe ser considerada no sólo como un deber formal, sino una condición ética indispensable para la justicia y la realización de la vida comunitaria. Si aceptamos, siguiendo a Arendt, que la pluralidad y la acción son constitutivas de la vida política, entonces la cultura apolítica constituye una forma de pobreza humana y cívica que empobrece tanto a las comunidades como a los individuos por igual. Además, la exclusión de quienes están capacitados para el bien común vulnera la legitimidad misma de las instituciones: cuando los mejores (entendidos como aquellos con capacidades prácticas y morales para el bien común) son mantenidos al margen mediante mecanismos de estigmatización, las instituciones quedan a merced de intereses particulares, mafias decadentes de inútiles totalmente corrompidos y de burocracias despolitizadas.

La pregunta práctica que nos podríamos hacer aquí es la siguiente: ¿cómo contrarrestar la herencia macartista y la carencia de participación política actual sin recurrir a una pura retórica de exhortación? La respuesta requiere un planteamiento integrado. En primer lugar, transformar la educación cívica hacia prácticas deliberativas que cultiven la argumentación, la escucha y la responsabilidad compartida. En segundo lugar, reformar los mediadores públicos para priorizar la deliberación de calidad, fomentando el periodismo investigativo y limitando la mercantilización de la agenda pública. En tercer lugar, diseñar estrategias institucionales que apunten a la protección de la pluralidad real y que reduzcan los costos personales en la participación política: leyes anti-discriminación política en el empleo, mecanismos de protección para denunciantes de atropellos y marcos de seguridad social que amorticen los riesgos asociados al activismo cívico. Es cierto, querido lector, estas propuestas no eliminan la dificultad de la acción política, pero al menos se atreven a sugerir una reducción a la eficacia del miedo y del desprestigio como herramientas de exclusión en manos de degenerados con poder perenne.

No obstante, es necesario señalar que la crítica debe mantenerse atenta frente a una tentación autoritaria: el elogio de la participación tampoco puede transformarse en una coacción moral que atosigue a quienes legítimamente eligen otros modos de vida político-culturales. La distinción entre la abulia cívica inducida (producto del miedo y la manipulación) y la apolítica reflexiva (una elección consciente) es crucial. Una democracia madura debe tolerar el retiro crítico, pero distinguirlo siempre de la desmovilización promovida por estrategias de poder.

La herencia del macartismo revela que el combate contra la apolítica no es solo técnico o estructural, sino ético y estético, justamente porque requiere reconstruir imaginarios de lo público en los que la acción conjunta aparezca como valiosa, digna y posible. En suma, resultan imprescindibles prácticas culturales que re-humanicen el debate, que transformen la enemistad en desacuerdo argumentado y que desafíen los relatos que asocian peligro a la diferencia.

Ante este panorama, la tarea normativa es doble: desmantelar los mecanismos de exclusión y cultivar instituciones y prácticas que hagan la participación atractiva y segura. La reflexión final se impone, no como un resumen, sino como una apertura a la acción ética. La primera tarea que le cabe al ciudadano consciente es la de afinar el juicio para distinguir en la comunidad inmediata entre una retirada política que es legítima y aquella apolítica que es inducida por el miedo o la coacción sistémica. ¿Cómo asegurar, de hecho, que la desmovilización masiva no sea el resultado de un terrorismo suave y estructural, y que la abstención sea una elección crítica y no una rendición? El desafío ético se complejiza al enfrentar el futuro de la acción cívica: ¿es posible que la imaginación política construya formas de participación que no reproduzcan los antagonismos profundos y destructivos, pero que al mismo tiempo garanticen la justicia distributiva y la pluralidad irrenunciable en el espacio público?

También, es preciso interrogar si los cambios concretos en la educación y en el ecosistema mediático que hemos propuesto precedentemente serían, en efecto, suficientes para revertir décadas de desmovilización sin caer en la instrumentalización de la ciudadanía para fines partidistas. Más aún, la fragilidad de la reputación digital y la persistencia de mecanismos informales de desprestigio obligan a la sociedad a pensar en las garantías institucionales necesarias para que quienes hoy son excluidos por su activismo puedan incorporarse efectivamente a la vida pública sin sufrir represalias o ruina profesional. La superación del legado macartista, en definitiva, demanda una acción tan profunda en las estructuras como en las subjetividades.

Referencias

Arendt, H. (1998). La condición humana (2.ª ed.). Paidós. (Obra original publicada en 1958). Dewey, J. (2010). Democracia y educación. Morata. (Obra original publicada en 1916). Habermas, J. (1992). Teoría de la acción comunicativa. Vol. 2: Crítica de la razón funcionalista. Taurus. (Obra original publicada en 1987). Hofstadter, R. (2009). El estilo paranoico en la política estadounidense. Anagrama. (Obra original publicada en 1964). McChesney, R. W. (1999). Rich media, poor democracy: Communication politics in dubious times. University of Illinois Press. Nussbaum, M. (2013). Emociones políticas: ¿Por qué el amor importa para la justicia? Paidós. Santos, B. de S. (2010). Descolonizar el saber, reinventar el poder. CLACSO. Schrecker, E. (1998). Many are the crimes: McCarthyism in America. Little, Brown and Company. Sunstein, C. R. (2011). República.com 2.0. Ariel. (Obra original publicada en 2009). Walzer, M. (1984). Esferas de la justicia: Una defensa del pluralismo y la igualdad. Cátedra. (Obra original publicada en 1983). Young, I. M. (2002). Inclusión y democracia. Alianza. (Obra original publicada en 2000).

El autor es docente, escritor y filósofo
San Juan - Argentina (2025)




Testigo del tiempo

Por J.C. Malone
Diario Azua / 12 diciembre 2025.-

 Juro que esto no es chisme, es historia pueblerina. El doctor Santiago Hazim fue acusado de sustraer unos RD$200 mil millones del Seguro Nacional de Salud (SENASA), en dinero presupuestado para la salud de los pobres.

El presidente Luis Abinader ganó al denunciar la corrupción. Hazim le sumó muchísimos votos extrapartidarios. Su hija, Yamilé Hazim, “luchó contra la corrupción" en la Plaza de la Bandera. ¿Pura hipocresía? ¡Qué ironía!

El hermano de Santiago, John, fue alcalde de Guayacanes, su hijo, John Hazim Brugal, es regidor.

Ese ayuntamiento declaró a John y a Santiago “hijos meritorios” del municipio. Santiago nunca vivió allí. Y renombró el Bulevar Juan Dolio en honor a John Hazim Subero (Johnny), padre de John y Santiago.

Johnny era alto, formido, elegante, piel clara, pelo negro reluciente, como plumas de cuervos, amplia sonrisa, y finísimos modales.

Vestía poloshirts ajustados, exhibiendo su musculatura, y pantalón de kaki relucientemente almidonado, impecablemente planchado.

Conducía un lujoso convertible rojo escarlata, blanco marfil, con tapabocinas resplandecientes y neumáticos de bandas blancas.

Entre prostitutas, proxenetas y clientes de “La Arena”, la “zona de tolerancia”, Johnny era “el hombre romo”, promovía el Ron Bermúdez.

En las madrugadas, cuando apagaban la “bellonera” donde “Julito Los Perros” (Bar Los Jau Jau) había suspenso, ¿sería la patrulla pidiendo cédulas, o “el hombre romo” repartiendo potes?

Los domingos, el lujoso convertible del “hombre romo” era la “vidriera móvil” del exclusivo burdel de Toñé.

“Yo lo vi; a mí nadie me lo dijo”, escribió el inmenso Bobby Capó.

“El hombre romo”, lentamente, conducía varias veces alrededor del parque Duarte, en San Pedro de Macorís, exhibiendo hermosas “debutantes”, la “carne fresca” que ofrecía Toñé.

Promovía alcohol y prostitución, pero “el hombre romo” fue buen padre, hoy sus descendientes intentan inmoralizarlo.

Usaron el Estado para construir una mitología familiar, insertándola en la historia y la geografía nacionales. SI es cierto que Santiago usó a SENASA para enriquecerse, y financiar la reelección de Abinader, ¿caerá sólo?.

Otra pregunta: ¿Podemos beber y conducir en el bulevar de “El Hombre Romo”? ¿Esto es el “Cambio”?

domingo, 7 de diciembre de 2025

 

Por Oscar López Reyes
Diario Azua / 7 diciembre 2025.-

Las escuchas telefónicas ilegales a periodistas, ejecutadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, en el inicio de la encubierta Operación Mockingbird para esconder datos desfavorables a esa nación, fueron dispuestas por el presidente Jhon F. Kennedy. Aletea como un capítulo sombrío, que vulneró un derecho inalienable, y como un referente de grado máximo en el silenciamiento de la labor informativa con repercusiones inextinguibles.

Un documento de 702 páginas de la CIA, desclasificado en 2007 y con los cuales fue redactado el libro Joyas de la Familia, así como investigaciones de la Comisión Rockefeller, el Centro Miller de Asuntos Públicos y otras especifican la participación del director de la CIA, John McCone, junto con el Fiscal General de Estados Unidos, Robert F. Kennedy; el secretario de Defensa, Robert McNamara, y el director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, Joseph Carroll.

El anglicismo Mockingbid en español significa sinsonte o ruiseñor, que literalmente quiere decir pájaro imitador. Fue utilizado por primera vez por Deborah Davis en el libro “Catalina la Grande: Katharine Graham y su Imperio del Washington Post”, donde describe una supuesta infiltración de la CIA en medios de comunicación, parecido a otras dos obras: Espía estadounidense: Mi historia secreta en la CIA, Watergate y más allá, por E. Howard Hunt, y El Poderoso Wurlitzer: Cómo la CIA manipuló a América, por Hugh Wilford.

Otros libros que abordan el tema son “Operación Mockingbird: La controvertida historia de los medios de comunicación y la inteligencia de Estados Unidos”, de M. William (Bill) Cooper, y “Killing Hope” (Matando la esperanza): Military and CIA Interventions Since World War II, que cubre una amplia gama de intervenciones militares de esa agencia norteamericana de espionaje.

El proyecto Mockingbid abrió la compuerta para otras operaciones de espionaje gubernamentales de Estados Unidos: el presidente Richard Nixon, quien creó la unidad de “fontaneros”, compuesta por veteranos de la CIA para detener las filtraciones de información, Lyndon Baines Johnson y George H. W. Bush.

En su afán por ocultar los acontecimientos, quebrantando el derecho a saber de los ciudadanos, dos partes han incurrido en la negación de la facultad del libre acceso a la información. Tipifica como violaciones civiles y penales, y a las normas y principios éticos:

Primero, el Gobierno de Estados Unidos apeló a métodos turbios: interceptación telefónica ilegal para la extracción clandestina de informaciones basadas en conversaciones de periodistas con funcionarios públicos y otras personas, y fomento de la corrupción mediante el soborno.

Y, segundo, periodistas comprometieron su responsabilidad ética con la aceptación del silencio, la autocensura y la delación, que deriva en sanciones, arrestos y asesinatos. Envuelve una deshonra, porque embadurna la reputación, más con la desclasificación de documentos, que sus nombres quedan registrados, inexorable y perennemente, como cómplices de una negación de derecho por poderes del Estado.

Como vemos, el periodismo es una profesión delicada en la complejidad, conflictiva y riesgosa; exigente y comprometida con la sociedad. Por lo tanto, su ejercicio ético implica el respeto a la verdad, impulsando, con transparencia informativa, el derecho de informar y ser informado, y desechar el plagio, la calumnia, la difamación y la maledicencia. Los códigos nacionales y supranacionales son claros:

1.- El periodista debe adoptar una actitud analítica frente a las fuentes, confrontarlas y comprobar sus afirmaciones. Código del Círculo de Periodistas de Bogotá.

2.- Los periodistas no deben aceptar bienes de valor de las fuentes informativas o de otras personas ajenas a la profesión. No deben aceptarse obsequios ni viajes, agasajos, productos o alojamientos gratuitos o a precio reducido. Los gastos relacionados con la tarea periodística deben ser pagados por el periódico. Deben evitarse los privilegios especiales y el tratamiento especial para los miembros de la prensa. Declaración de Principios de la Sociedad Estadounidense de Redactores Periodísticos.

3.- No omitir nada de cuanto el público tiene derecho a saber. Código de Ética de la Asociación Interamericana de Prensa.

4.- El periodista no admite ninguna presión, dádiva, prima o favor que pueda poner en peligro, disminuir o subordinar su libertad de acción, obligándole a transgredir las normas de la profesión. Código de Ética de la Federación Nacional de los Sindicatos y Asociaciones Profesionales de Periodistas Franceses.

5.- En las necesarias relaciones que en el ejercicio del periodismo se mantengan con los poderes públicos o con los sectores económicos, se evitará llegar a una connivencia tal que pueda repercutir en la independencia y la imparcialidad del periodismo. Código Europeo de Deontología del Periodismo.

6.- El acceso libre a la información y la opinión es un derecho de todo ciudadano. La vocación de la prensa es suministrar un amplio y objetivo servicio de información y opinión. Por tanto, debe haber libertad de acceso a todas las fuentes de información. Código de Práctica Periodística de la Federación Internacional de Periodistas (FIP).

7.- Actos contra la profesión periodística: La actuación confidencial para los servicios secretos y organismos de inteligencia. Código de Ética del Periodista Dominicano.

Indefectiblemente, la ética apalanca como el ancla protectora de los periodistas. Normatiza la narrativa para garantizar el libre flujo de la información y para que el periodismo sea un verdadero contrapoder, y no un amasijo de contenidos proestadounidenses, prorusos o prochinos.

El autor: Redactor principal del Código de Ética del Periodista Dominicano y del libro “La Ética en el Periodismo. Los cinco factores que interactúan en la deontología profesional”.
Por Elizabeth Rijo Rijo
Diario Azua / 7 diciembre 2025.-

Hoy abro mi voz al mundo, no para hablar de mis heridas, sino de mi victoria.
No para recordar el dolor, sino para mostrar lo que Dios hizo con el.

Yo soy Elizabeth Rijo Rijo, nacida en Higüey, Provincia La Altagracia, República Dominicana.

Soy la mujer que caminó por desiertos que pocos conocieron…
La mujer que fue empujada por la vida una y otra vez…
Pero también soy la mujer que se negó a quedarse en el suelo.

Porque cuando todos pensaban que mis fuerzas se habían agotado,
Dios me levantó.

He pasado por pruebas que solo Dios y yo sabemos: 
Traiciones profundas, batallas interiores, silencios que desgarran, noches donde solo la oración sostenía mi alma.
Pero cada una de esas experiencias formó la mujer que hoy se presenta ante el mundo.

Hoy quiero que sepan quién es Elizabeth Rijo Rijo:

Una mujer que enfrentó sus tormentas sin perder su fe.
Una hija que honra sus raíces, a su madre y a su familia.
Una madre que lucha por dejar un legado de fuerza y dignidad.
Una servidora que ama a su prójimo con corazón genuino.
Una guerrera que entendió que su propósito es más grande que su dolor.

Dios no permitió mis desiertos para destruirme, sino para prepararme.

Para que hoy pueda decirle al mundo entero:
¡No te rindas!
Aunque tu alma esté cansada… no te rindas.
Aunque hayas sido herido… no te rindas.
Aunque parezca que nadie cree en ti… cree Dios, y eso basta.

Yo soy prueba viviente de que los desiertos no matan:
Transforman.
De que lo que parecía final, era solo el inicio del propósito.
De que la mano de Dios nunca llega tarde, llega perfecta.

Hoy hablo al mundo con identidad y propósito:
Dios quiere que sea luz, voz, guía y esperanza.
Y lo seré.
Por Él.
Por mi familia.
Por cada persona que necesita fe.
Por cada corazón que necesita volver a levantarse.

Mi nombre es Elizabeth Rijo Rijo,
y mi vida es un testimonio de que Dios convierte las lágrimas en fuerza
y el dolor en misión.

Y si yo pude resurgir… tú también puedes.

Elizabeth Rijo Rijo
Siempre contigo