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Por Narciso Isa Conde
Diario Azua / 04 noviembre 2024.-
El verdadero desarrollo no es simplemente un buen porcentaje de crecimiento de la economía, ni un número alto del PBI, ni un presupuesto nacional elevado, ni alta tecnología y productividad al servicio del capital. No es asunto de torres a granel, yipetas, autovías, túneles, resorts, bancos, centros comerciales, McDonald, celulares, televisiones…
Mucho menos mercadología política y cifras maquilladas. Tampoco puede hablarse de desarrollo a tiro de doce años, cuando se recurre a una maquinaria asistencialista que evidencia una enorme miseria e indecentes encubrimientos de hambre, subalimentación y “subdesarrollo”
El desarrollo hay que referir fundamentalmente a la dignificación del ser humano, al estado del ambiente en que habita, a la radical reducción de desigualdades y enfermedades, superación de la ignorancia y oferta óptima de salud y educación, sin convertirlas en mercancías. Al bienestar colectivo, a la relación armónica ser humano-naturaleza, eliminación de la exclusión social, explotación y violencias de minorías dominantes contra los demás seres humanos.
Desarrollo es más propiedad social, viviendas dignas, investigación científica al servicio de la sociedad. Es diversión saludable, transporte ordenado y confortable. Implica erradicar una alimentación baja de nutrientes y cargada de tóxicos. Superar discriminación racista, patriarcado, xenofobia, homofobia, adulto-centrismo, desempleo y subempleo. “Desarrollo”, sin desarrollo humano, no es tal.
Lejos incluso están de esa gran meta, no pocos de los llamados países desarrollados, y entre ellos los hay estremecidos por crisis sistémicas y ambientales que los arrastran a peligrosos retrocesos sociales y ambientales. ¡Ay! España, EU, Francia y otros.
Las distancias de nuestro país respecto a esos parámetros son enormes y siguen trabadas por una crisis múltiple de un sistema centrado en la expansión y las ganancias del capital y no en las necesidades humanas y ecológicas.
Hay otros factores que empobrecen constantemente e incrementan penurias y sufrimientos masivos, generalmente obviados a la hora de clasificar desigualdades, medir la pobreza y evaluar el desarrollo; tales como la escasez de agua, la ignorancia, desagües pluviales catastrófica, hábitat peligroso, contaminaciones, epidemias, estado delincuente, narco-economía, inseguridad y ausencia de democracia real.
Aquí no hay democracia económica ni social… Ni en el régimen de propiedad para producir y vivir, ni en los ingresos percibidos, ni en el acceso al consumo, ni en las condiciones de existencia, ni en el ejercicio de la política…
Hay desigualdad brutal en todo: en materia de derechos, alimentación, viviendas, transporte, diversión, servicio, salud, escuela, ambiente… En fin, un sistema de vida abismalmente desigual… En el que predomina la antidemocracia en lo político, económico, social y cultural.
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