Titulares

miércoles, 15 de julio de 2020

Podemos sobrevivir a una familia tóxica cambiando la norma

Por Emilia Santos Frías

“Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos”. Hechos 16:31

Consciente de las dificultades que atraviesa o puede presentar la familia en estos largos momentos de confinamiento social, mi cabeza ha dado muchas vueltas recordando textos que tratan la salud mental, su prevención, como ejercitar la mente…; temas que me apasionan desde que conocí a Mis 500 Locos del excelso Dr. Zaglul, por allá por la década de los 90, con los que busco hacer aportes.

La familia como le conocemos: un grupo de personas unidas por relaciones de filiación o de pareja, aunque no siempre es así, si tomamos en cuenta a la familia que nos da la vida; a esa que elegimos tener y amar como tal. Pero en la disfuncional, se vive en serios problemas de integración y esto se refleja en la sociedad que vivimos. En los modos de conducirnos; las enfermedades silentes…, pero, por la gloria de Dios tenemos alternativas para salir ilesos.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, nos habla de la familia, como un grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas, lo que lleva implícito los conceptos de parentesco y convivencia, aunque existen otros modos, como la adopción.

Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad; tiene derecho a estar protegida y por la sociedad y el Estado.

Mientras que, la Constitución Dominicana en su artículo 55, afirma que es el fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos…, Es decir, en ella debemos tener abrigo; sentirnos plenamente. ¿Pero qué podemos hacer cuando esta es tóxica o disfuncional; cuando más que comprensión y empatía, existe conflicto familiar?

Muchas personas están viviendo en esta situación, donde no hay un clima afectivo, por el contrario, la violencia psicológica parece ser la plataforma de ataque preferida. En ella, no se respeta la paz individual, su carga de actitud destructiva es elevada. Pero, ¡hay camino al final del túnel. Si crees en Dios, él librará tus batallas!. Recibirás todo lo que pides en oración, dice la Biblia.

Pero, vamos a ayudarle con este trabajo. Comencemos por no cerrarnos al desarrollo o exhibir acciones afectivas, saludables. Pongamos límites, es preciso que nuestra paz y espacio vital, sea respetado. Jamás asumamos sobreprotección o desidia. Hay que mantener un balance en la vida.

Las heridas del alma, esas obtenidas desde de la infancia, persisten en la adultez. Trabajemos sus cicatrices y aprendamos a vivir con paz y felicidades. Para ello, hay que decir no, para no acabar nuestra carga de resistencia y de resiliencia.

Apartemos todo lo que quiera contaminar nuestra paz, máxime a manipuladores y simuladores; esos familiares no se expresan o se dejan ver tal cual son. Personas así, constituyen un fastidio para el espíritu, dice la Desiderata. Pero, no tratemos de cambiarlos. Ellos lo harán conforme vean nuestro cambio. Mientras, pongamos distancia.

En las familias tóxicas se quiebra la comunicación efectiva, y esa incomunicación verbal, aunque el silencio comunica, y en él generalmente hay paz, puede hacer que detone una catástrofe. Por tanto expresémonos claramente, sin escarnios, pero, pongamos límites. Hagámonos respetar y respetemos el espacio de los demás. Eso no significa que no le amemos, es su conducta patológica a la que no queremos. Esforcémonos por ser feliz; lo vale todo.

Relacionémonos con personas que aporten bienestar y muestren afecto!

Las familias toxicas, aunque su integración sea por la vía sanguínea, le une la obligación, no la devoción. En ella siempre alguien necesita aprobación, pero no abraza sentimientos perennes. Si no queremos seguir en este círculo tortuoso, nuestra paz debe mantenerse aun viviendo en aquelarre. Sigamos siendo empáticos y pacientes; podemos lograrlo!

¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía! Salmos 133:1!

Dios les siga protegiendo.

La autora reside en Santo Domingo, Rep. Dom.

Es educadora, periodista, abogada y locutora.


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