Titulares

jueves, 10 de mayo de 2018

Lo que hay entre Ortiz y yo


Por Luchy Placencia

Ortiz no sabe cómo es de sinuosa la curva de mi pecho
ni cuán tramposas pueden ser mis caricias cuando se dejan ir.
Yo, por mi parte, ignoro si sus nalgas son redondas o chatas,
si los labios debajo del bigote invitan al beso
o apenas tiene boca para hablar.


Pero entre Ortiz y yo hay una historia:
Yo le pido.
Le exijo.
A veces le reclamo con pasión equívoca.
Y Ortiz me satisface.
Me colma.
Se desvive por atender mis ganas.
Y casi a cualquier hora, responde mi llamada.

Ortiz está para lo que yo quiera.
Para inventar el cielo que precise.
Pero, además, Ortiz confía en mí:
sabe que siempre tengo algo para él.
Sus afanes nunca quedan sin premio,
incluso cuando le pido prórrogas
para cumplir mi parte.

Ortiz es un hombre trascendente en mi vida.
Y aunque en su reino soy solo una de muchas,
no me preocupa, es más: me siento agradecida.
Ortiz me necesita.
A Ortiz, lo necesito:
“Ortiz, yo quiero…”.
“Luchy, lo que haga falta…”.

No conozco su rostro,
él no ha visto mis ojos.
¿Pero acaso eso importa?
Él sabe que existo
y si él no existiera,
tendría que ir yo misma por
el botellón de agua,
la caja de fósforos,
el café,
los tomates,
la carne de pollo,
el detergente,
los plátanos,
los huevos
y las toallas sanitarias.

¿Cuánto de mi vida quedaría en el camino?
¿Moriría en su mente la mujer que no soy?

Ortiz, Dios te bendiga
y me bendiga.
Y que siempre vuelvas
a colmar mis ganas
y a pasarme la cuenta,
de lunes a viernes
y hasta en fin de semana.

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