Titulares

martes, 2 de enero de 2018

AUN NO DAMOS EL SALTO AL LOGOS:La paradójica superioridad el mito en la actualidad


Por Edwin Santana Soriano

El supuesto “salto del mito al logos” al que se hace referencia para decir que el hombre dejó de creer en los mitos para darle prioridad a las explicaciones fundadas en razonamientos lógicos no es tal “salto”. Esto así porque el paso de uno a otro ha sido un proceso tan lento, que lleva miles de años y aún no se ha dado del todo, sino que en el mismo, el mito ha demostrado tener una capacidad impresionante de adaptación ante nuevas circunstancias que así lo requieran.

En una sociedad como la actual, denominada por muchos como “la sociedad del conocimiento” (que en la práctica es más una sociedad de la información y la tecnología), se evidencia paradójicamente una superioridad –inadmitida e inadmisible- del mito sobre la ciencia, superioridad que se manifiesta básicamente en dos aspectos muy conocidos: la inconsciencia-indiferencia ante la actividad científica y la actitud precientífica del “ciudadano común”.

La inconciencia de la actividad científica es la que se manifiesta en el desinterés por conocer aunque sea de manera general los procesos que hay detrás del aparato tecnológico que usamos a diario o que nos salva la vida, o la indiferencia ante los fundamentos del anuncio de un nuevo descubrimiento, teoría o predicción científica. Es decir, la gente utiliza un artefacto tecnológico y conoce sus potencialidades y su utilidad, pero ignora –o no le interesa, según el caso- que para que ese artefacto se llegara a producir hubo que pasar por un proceso de elaboración de conocimientos primero, que ese proceso fue llevado a cabo por gente igual que él (al menos en el sentido físico) y que él, el usuario-ciudadano-común, también podría participar de un proceso similar, que puede revisar, criticar o incluso modificar o enriquecer procesos de elaboración de conocimientos. De hecho, las teorías científicas y los artefactos tecnológicos son aceptados comúnmente como ‘caídos del cielo’ y su producción, cuando llega a convertirse en una cuestión para el ciudadano común, no pasa de ser satisfecha más que con una explicación de estatus mitológico. De modo que, en la “era del conocimiento”, estamos asistiendo, paradójicamente, a una especie de mitificación de la ciencia.

Por otro lado, respecto a la actitud precientífica, el otro aspecto que da cuenta de la superioridad del mito sobre la ciencia en la actualidad, ésta hace referencia al hecho de que la mayoría de las personas comunes, a pesar de tener toda la posibilidad de acceso a datos bien fundados, obtenidos y sustentados por el método científico tienden a darle un crédito dogmático a explicaciones mitológicas tan absurdas como aquellos mitos de la antigüedad que esos mismos sujetos hoy desdeñan por ‘carecer de fundamento racional’ (vaya ironía). 

Es común ver a personas leyendo su horóscopo (o viéndolo en la televisión o internet) antes de salir de sus casas en la mañana con el fin de saber “lo que los astros dicen” sobre cómo será su día; un conjunto igual o mayor cree que si porta un símbolo ‘x’ estará másprotegido[1] que si no lo hace y, por otro lado, estudios arrojan datos tan descabellados como que un importante porcentaje de personas cree aúnque el sol gira alrededor de la tierra, que los dinosaurios y los humanos convivieron en la tierra, que nuestro planeta no tiene más de 4,000 años y cuestiones así.

Lo más complejo de todo esto es que, también paradójicamente, la ciencia tiene parte de la responsabilidad de que esa situación se esté dando, y la especialización en base a la cual se ha apoyado todo el progreso científico moderno da cuenta de ello. Sucede que la ciencia, como todo conocimiento, debe crear su propio lenguaje, y este hecho ha provocado un aspecto restrictivo que hace de la ciencia un conocimiento elitista, pues se requiere de habilidades especiales para su práctica y de un lenguaje exclusivo para su comunicación, tanto para la comunicación interna como para la publicación de sus resultados. Es decir, el nivel de especialización que requiere la práctica científica y la necesidad de adopción de un lenguaje exclusivo que pueda dar cuenta del universo de fenómenos, métodos y procedimientos que a esta ocupan, provoca un distanciamiento entre la ciencia y el ciudadano común. Está claro que este último es un problema mucho más complejo, pues la publicidad de la ciencia, para ser efectiva, debe contar, o con un lenguaje tan amplio y vago como el lenguaje cotidiano que utiliza el ciudadano común, o con una “ciudadanía común” no ya tan común, sino que sea capaz (esté entrenada) para comprender el lenguaje científico sin mayores “inconmensurabilidades residuales”, o sea, que pueda comprender las proposiciones científicas en su totalidad sin dudas ni ambigüedades.

[1] En muchos de los casos la protección va contra accidentes o incidentes físicos y contra cuestiones o problemas que tampoco tienen fundamentación empírica o natural como demonios, fantasmas, embrujos, etc.
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